María y su hermana Rosa Medina van cargadas con flores de cempasúchil para ponerlas en el altar de su casa en Los Ángeles, donde honrarán a su madre quien murió hace seis años en México.
“Desde que ella se fue, ponemos un altar en la casa para recordarla. Ahora lo vamos a hacer más grande y buscamos las flores más bonitas”, dice María, originaria de Guanajuato quien planea dejar el altar puesto al menos 15 días. Para adornar su ofrenda, compró varios ramos de cempasúchil, las flores tradicionales del Día de los Muertos.

Rosa dice que estos días en los que México celebra a sus difuntos, cuando ella pone el altar dedicado a su madre, es como tuvieran un pedacito de ella.
Como muchas familias, María y Rosa acuden al mercado de las flores del centro de Los Ángeles para abastecerse de las flores que necesitarán para su ofrenda dedicada a sus muertos o para llevarlas a la tumba en los panteones angelinos donde tienen enterrados a sus seres queridos.
Martha Jiménez, una vendedora de flores desde hace cinco años, dice que desde hace una semana comenzaron a vender las flores de muerto.



“Las ventas están muy lentas por la economía. Ya no se vende como otros años. El año pasado, apenas si se podía caminar por las banquetas de tanta gente comprando flores de muerto”, cuenta.
Y revela que entonces vendieron mucho debido a la película Coco que dio a conocer al mundo entero la tradición del Día de Muertos en México. “Este año ya no tenemos a Coco que impulse nuestras ventas”, dice sin parar de hacer arreglos florales.
Las flores que más se solicitan durante la celebración para honrar a amigos y familiares que han partido, son el cempasúchil, dueñas de un intenso color anaranjado; y el terciopelo o celosía, que algunos conocen como manita de león y que posee un fuerte color morado. Aunque las hay blancas.
Además del cempasúchil o el terciopelo, la gente compra cruces y coronas de flores que cuelgan en los mausoleos donde reposan los restos de sus seres queridos.



Josefina Bernal, originaria de Michoacán lleva sendos ramos de flores para su hermana y su hija fallecidas, a quienes va a ir a ver al panteón.
“Mi hija falleció hace 30 años cuando tenía 19 años en un accidente de auto; y mi hermana hace como diez años”, dice esta madre quien emigró hace 50 años a Estados Unidos.
“Gasté como 25 dólares en flores, pero yo siempre cumplo con mis muertos. Es una tradición que traje de México y no olvido. En mi casa también les pongo un altar a mi hermana y a mi hija”, platica.
A los hermanos José y Josefina Álvarez, inmigrantes de Michoacán, México tampoco se les olvida honrar a sus muertos, sobre todo a su madre Eloísa Ortiz y a su hermano Marcelino Álvarez.
“Vamos cada ocho días al panteón. Su recuerdo siempre está con nosotros, pero esta es una fecha muy especial. Nosotros somos fieles a la tradición cada año; y ahorita vamos al panteón a llevarles sus flores por el Día de Muertos”, dice Josefina.



Margarita Pérez tiene 73 años y desde hace diez años tiene un puesto de flores en el mercado de las flores.
“Ahí va las ventas, ¡lentas! Están un poco regulares. No como antes, pero van. La economía está muy mala; y ya hay mucha competencia”, cuenta esta abuela, originaria de Tlaxcala, México quien trabaja desde las 5 de la mañana hasta las seis de la tarde en la venta de flores.
“En esta temporada, los que más vienen a comprar flores para sus muertos son mexicanos”, platica.



Es la primera vez que Ana Ortiz va a poner un altar de muertos en su casa. Por eso se fue al mercado de flores de Los Ángeles a comprar cempasúchils y terciopelos.
“Siento que necesito hacerlo por mis tíos y mis papás que ya se han ido; y muchos familiares y amistades me han preguntado por el significado del Día de Muertos y los altares. Quiero enseñarles”, dice Ana nacida en Los Ángeles, pero hija de padres mexicanos.
Para ella, la celebración de los difuntos es una fecha para recordarlos y convivir con sus almas con comida, flores y las cosas que les gustaban.