En ‘El silencio’, Lila Downs reflexiona sobre el encierro

Lila Downs lamenta que la pandemia ocasionada por el coronavirus le haya interrumpido su gira Al Chile, que se suponía iba a continuar por varias ciudades de México y Estados Unidos este 2020. Era tan divertida, dijo, sobre todo porque incluía varias cumbias, como “Cariñito”, “La cumbia del mole” y “Los caminos de la vida”.

“Es que el movimiento sonidero es una delicia”, dijo acerca del fenómeno musical liderado por DJs mexicanos –sobre todo de Ciudad de México– conocidos por la mezcla de cumbias que hacen con sus equipos de sonido. “Me encantan [las cumbias] porque [cuando las tocamos] te das cuenta de que hay mexicanos en todas partes del mundo”.

Y es que es difícil no sucumbir ante este ritmo, que llegó a México vía Colombia pero que Downs se ha apropiado y ha reconstruido exitosamente en varios de sus discos.

Solo que ahora, la conversación con esta artista de raíces oaxaqueñas y estadounidenses no es en torno a una canción tan festiva, sino a propósito de “El silencio”, un tema más bien sombrío que escribió poco después de que ella y su familia se tuvieran que encerrar en su casa de la ciudad de Oaxaca cuando inició la contingencia por el covid-19.

“La nombré ‘El silencio’ porque hay muchos silencios que es necesario a veces tener para recapacitar”, dijo Downs, de 51 años. “Y me refería a este silencio que nos están forzando a tener, pero también porque es necesario para nosotros como humanidad tener un momento de reflexión sobre la vida”.

La artista grabó este tema en su casa, con la colaboración remota de su equipo de músicos. Será parte de un disco que saldrá al mercado en 2021, todavía sin una fecha definida.

La cuarentena, sin embargo, lejos de traer pesadumbre a Downs, ha traído momentos de mucha inspiración y de una calma que no había tenido quizá desde que comenzó su carrera, allá a mediados de los noventa. Pasa los días con su esposo, Paul Cohen, con Benito, el hijo de ambos de 9 años, y Anita Sánchez, la madre de la cantante, de 83 años.

Además de producir y escribir música, Downs teje, borda y confecciona sus trajes y huipiles –la mayoría de los que usa en los escenarios están hechos por ella–, hace el segmento para Instagram, “Cocinando al chile”, de comida típica de Oaxaca, y se mantiene en contacto con sus miles de seguidores a través de las redes sociales.

Pero así como bordar es una gran tradición en la familia de Downs, también es el canto. Su abuela, una indígena mixteca que vendía pulque, cantaba “pero solo cuando estaba bebida”.

“Tenía un vozarrón, como mi mamá”, dijo. “Y es que tenemos una cavidad toráxica muy grande, característica de la gente de montaña, pero con piernitas cortitas para poder caminar bien; somos chaparritos”.

Su madre, sin embargo, dejó de cantar hace muchos años, algo que a la fecha es un enigma para Downs. A veces, cuando le pide que canten juntas unas rancheras, la señora le responde que no, que porque el canto significa algo muy diferente para ella.

“No es una memoria muy positiva para ella”, contó Downs, quien habló vía Zoom en esta entrevista. “Se tomaba sus copas para poder cantar; entonces se aventaba a cantar en las cantinas; bueno, mi papá decía que eran cantinas, y mi mamá que eran cafeterías”.

Quizá por eso la señora le ha sugerido a Downs que deje de viajar y que se quede en Oaxaca. Pero los proyectos de la artista son otros. Además de planes de adoptar a una niña, espera volver a los escenarios y retomar su gira Al chile, nombre también de de su más reciente disco.

“Vamos a seguir hasta donde el cuerpo lo permita”, dijo. “Porque estamos entregados a la música, la música es nuestra vida […] Hace que siga el corazón palpitando”.