Así se siente la ausencia de algunos de los 2,452 mexicanos muertos por coronavirus en EE.UU.

El COVID-19 mató en Chicago al primo de Elio Saguilán

Adrián Bautista (der.) con su hijo universitario.

Adrián Bautista (der.) con su hijo universitario. Crédito: Cortesía | Cortesía

MÉXICO – Era uno de sus primos favoritos. Con quien compartía el sello de ser en la familia los hijos mayores y, aunque convivían poco, apenas en las vacaciones, Elio Saguilán y Adrián Bautista se tenían mucho afecto, de ese cariño que se logra a base de juegos de infancia, de complicidad en la adolescencia y de solidaridad en la vida adulta.

Pero murió Adrián, apenas con 46 años. Dos días de tos intensa y la muerte. El diagnóstico: COVID-19.

Elio Saguilán siguió el sepelio por zoom. En otras fechas hubiera estado en primera fila en Chicago, hubiera tomado un avión sin dudarlo y cargado el féretro y hablado con el difunto de aquellos tiempos cuando éste lo visitaba en la Ciudad de México porque los padres del primo emigraron primero.

Pero no lo hizo en aquellos meses de arranque de la pandemia a principios del año. Elio Saguilán no fue al velorio, ni al entierro a pesar del dolor que le provocaba estar ausente. Quiso proteger a sus hijas y se quedó en su casa de California. ¡Qué hermoso y qué triste se miraba en streaming el entierro del primo Adrián Bautista!

Los asistentes iban con mascarillas, distantes. Muy pocos se acercaron a la tumba a dejar una flor. Los observadores de computadoras, nostálgicos, precavidos, tristes en la distancia porque el duelo en tiempos de coronavirus y más aún para los migrantes Estados Unidos es un luto cargado de soledad.

Nada de rosarios ni música o tambora. Acaso algunas reuniones clandestinas en memoria de los 2,452 mexicanos fallecidos por COVID 19 según el corte más reciente del gobierno mexicano del 21 de septiembre pasado.

Según reporta el personal consular en Estados Unidos, la mayoría de los muertos se concentra en tres regiones: Nueva York (773, incluyendo Connecticut y New Jersey), California (546) e Illinois (183).

También en Arizona (186), Texas (144), Wisconsin (63), las Carolinas (52), Florida (47), Washinton (40), Georgia (39)… Colorado, Maryland, Minesota, con un poco menos  y sin que  escape ningún estados de la Unión Americana: hasta las Dakotas, Montana y Rhode Island reportan al menos un caso.

Fue un caso extraño el contagio de Adrián Bautista. El solamente salía a hacer compras una vez por semana, a trabajar dos y así lo pescó aunque murió sin saber la causa porque los resultados de la prueba se los entregaron a la familia posteriormente cuando ya todos estaban contagiados sin desenlace mortal.

Los restos  del primo se quedaran en Chicago. Fue un entierro de cuerpo presente, no de cenizas, por la falta de  diagnóstico, pero así se pudo compartir la ceremonia luctuosa con los amigos vía redes sociales que tanto impactó a EIio Saguilán.

“Lo que más me duele es que la gente y, principalmente muchos mexicanos, sigan pensando que la pandemia no es algo serio”.

Mucha gente cerca de La Mirada, donde vive Elio, sigue yendo al cine y a las fiestas y abren terrazas cuyas mesas, que deberían estar separadas al menos un metro y medio de distancia, en los hechos no lo están. “Parecen sardinas: todo el mundo se mezcla”

Hasta hace poco otro amigo de los amigos de Elio Sanguilán estuvo intubado en el hospital. Era de esas personas que creen que el coronavirus es un “invento del gobierno” y siguió trabajando en la plomería si protección, a pesar de que Elio le enviaba muchas mascarillas de cortesía que cosió su esposa en un nuevo negocio.

El amigo intubado de Elio era "conspiracionista".
El amigo intubado de Elio era “conspiracionista”.

“Casi se muere también y es uno de mis mejores amigos y  yo la paso muy mal pensando en la gente que quiero y que puede morir”

La fiesta 

El Comité Nacional Demócrata alertó hace unos días que una quinta parte de los más de 200,000  fallecimientos por COVID-19, fue de latinos y la mayoría mexicanos. Esta cifra se agrava en las ciudades donde hay una mayor concentración de esta comunidad como los Angeles, donde los latinos representan poco más de la mitad de los muertos.

Entre las razones de esta tendencia destaca el papel de los latinos como trabajadores de primera línea que los deja expuestos a mayores contagios, coinciden el CND y datos del Latino Policy Forum en Chicago, así como de una encuesta realizada por la radio NPR, la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard y la Fundación Robert Wood.

Otros factores importantes que han acelerado las estadísticas de la enfermedad son, además: la falta de cobertura médica y el hacinamiento de personas que viven en un mismo hogar, lo que les impide mantener distancia cuando un miembro de la familia está infectado con el virus, y las barreras del lenguaje en los hospitales.

Alejandra García, migrante del estado de  Guerrero, añade una causa más sutil: la tradición de convivencia y apego entre las familias mexicanas que no les deja quedarse en casa y mantenerse lejos de los  suyos. El pasado 2 de julio, por ejemplo, la familia del esposo organizó una carne asada a la que  acudió la hija  de un hombre que había muerto por coronavirus días antes.

“El hijo era enfermero y contagió a los demás en esa casa. El papá estuvo batallando tres meses y finalmente murió, luego la hija fue a la fiesta y contagio a los que estábamos en la reunión, por suerte, nadie murió, pero sí nos quedamos muy sorprendidos del peligro”, advirtió Alejandra.

El contagio ocurrió —o al menos eso creen —cuando vino una tormenta y todos corrieron a protegerse debajo de la carpa al aire libre. Ahí no había sana distancia ni nada que frenara al virus. Quedaron pegaditos, unos a otros, con el viento azotando la intemperie y en espera de la calma.

A los pocos días más de uno se reportó con el coronavirus y, con el paso de los días, ni uno se escapó. Aún batallan unos cuantos en el hospital. ¿Qué harán si mueren? Algunos se quedarían en EEUU, ¿para que complicarse la vida?; otros querrán volver a México y sellar la nostalgia perenne de vuelta a la tierra, aunque sea en cenizas.

Duelo

Cada cierto tiempo, la cancillería mexicana apoya a algunas familias con la repatriación de urnas con cenizas de los seres queridos fallecidos en Estados Unidos, como parte de la estrategia humanitaria impulsada por el gobierno federal.

En el ultimo viaje, llegaron 151. Fueron hacia la Ciudad de México, Estado de México, Guerrero, Guanajuato, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán y Zacatecas.

El Estado dice que se trata de en reconocimiento hacia las personas mexicanas quienes, desde el exterior, han contribuido al desarrollo de sus familias, sus comunidades de origen, pero no puede hacerse cargo del total del costo. Más bien, analizan caso por caso, según explica el cónsul Felipe Carrera, encargado de protección a mexicanos en el Consulado General de Los Ángeles.

Mauro Vázquez murió por Covid. La familia espera para repatriar el cuerpo.
Mauro Vázquez murió por Covid. La familia espera para repatriar las cenizas.

“Tenemos un presupuesto, pero no es ilimitado por lo que se hace un estudio socioeconómico a quien lo solicite y, depende de cada situación, se ayuda con un porcentaje para la repatriación o para la cremación y no se otorga al 100%”, detalla. “Es una manera de aligerar la carga si se tiene como último deseo regresar a México”.

La cultura  de la cremación no  es un asunto arraigado entre los mexicanos y muchas familias sufren con la decisión de volver cenizas a los suyos  para poder enviarlos de regreso a sus pueblos de origen: por protocolos sanitarios, algunos estados no permiten el retorno de cuerpos embalsamados y sólo permiten el ingreso en urnas.

Alfredo Vázquez, hijo de Mauro Vázquez, quien murió por COVID-19 en mayo pasado, es uno de ellos. A pesar de que su papá tenía 30 años sin regresar a México, su último deseo era volver después de trabajar en el campo estadounidense durante décadas.

De un día para otro Alfredo Vazquez pasó por uno de los peores momentos de su vida en California al estar desempleado y tener que aceptar la cremación, pagarla y pensar en la repatriación de las cenizas.

El consulado de Los Angeles lo apoyó con la cremación y sólo resta el envío de la urna. “Estamos esperando que alguien vaya y se las lleve”. En México, sus hijos quieren hacerle un velorio y un rosario y llevarlo al panteón “como Dios manda”. Pero no es un proceso sencillo y Mauro Vázquez sigue en espera en la sala de la casa de su hijo en California, donde fue su segundo hogar.

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