Los estudiantes de bajos ingresos son los que pierden con la educación virtual

Con la enseñanza a distancia, los alumnos de pocos recursos presentan más retos para aprender y se dice que es una clara muestra de la desigualdad en la sociedad.

Efectos del coronavirus

Muchos niños deben tomar las clases junto a sus hermanos, por falta de espacio en el hogar. Crédito: Carlos Ortega | EFE

Apretujados en un pequeño garaje convertido en un apartamento tipo estudio en Pacoima, una de las ciudades más pobres del Valle de San Fernando, Carla Hernández y sus tres hermanos menores hacen todo lo posible por mantenerse al día con sus clases. Carla, de 17 años, se siente abrumada.

“Algunos profesores hablan demasiado rápido y no puedo seguir todas las tareas”, dijo. “Otras veces tenemos problemas con el Internet”.

Con clases en persona en espera en el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (LAUSD) y muchos distritos en todo el país debido al COVID-19, las clases se han llevado a cabo en línea. Si bien eso plantea desafíos para los niños y las familias en todas las clases económicas, las luchas se magnifican para estudiantes como Carla y sus hermanos, Luis, de 12, Jessica, de 9 y Christian, de 7. Ellos no cuentan con la tecnología básica que necesitan. No tienen espacio ni tranquilidad para concentrarse en sus estudios.

Su madre, Cirenia Hernández, de 46 años, es vendedora ambulante. Por lo general, trabaja por las tardes para poder estar con sus hijos por las mañanas y asegurarse de que estén en clases. Dice que comprende su frustración, pero es muy poco lo que ella puede hacer. No es experta en tecnología y no habla inglés.

La familia no puede pagar el servicio de Internet. Como estudiante de secundaria, Carla recibió un dispositivo de hot spot cuando las escuelas cerraron en marzo. Los cuatro niños intentaron usarlo para conectarse a sus clases, lo que hizo que la conexión fuera terriblemente lenta y a veces no funcionaba.

“Cuando no pueden conectarse al Internet, no pueden asistir a clases y luego los maestros me llaman para decirme que mis hijos faltaron”, dijo Cirenia.

Jessica, alumna de tercer grado, dijo que intenta prestar atención a sus lecciones, pero que a menudo no tiene éxito. “Extraño volver a las clases regulares”, aseveró.

Christian también tiene dificultad para mantenerse concentrado. Con demasiada frecuencia, una conexión web lenta o interrumpida le ha dado una excusa para dejar a un lado su tableta durante el resto del día escolar. Su madre dijo que ya ha pedido ayuda repetidamente a la escuela.

Christian finalmente recibió un dispositivo hot spot el mes pasado, lo que ha mejorado la conectividad en el hogar. Pero los hermanos no tienen auriculares, por lo que no pueden desconectarse mientras intentan trabajar en un espacio reducido.

“Si fuera por mí, los llevaría inmediatamente a la escuela”, dijo Cirenia.

Sin seguridad en las aulas

Las infecciones por COVID-19 en Los Ángeles permanecen por encima del nivel que el estado ha establecido para que los estudiantes regresen al aula de manera segura; es por eso que el LAUSD no ha fijado una fecha para reabrir las escuelas.

Una encuesta nacional de 344 directores de planteles de secundaria, publicada en septiembre, documenta la grandeza de los desafíos que enfrentan los niños de bajos ingresos y las escuelas que los atienden, ya que la instrucción remota se ha convertido en una forma de vida.

Solo el 16% de las escuelas de alta pobreza informaron que la mayoría de los estudiantes tenían la tecnología que necesitaban para cambiar al aprendizaje a distancia cuando las escuelas cerraron abruptamente, en comparación con el 48% de las escuelas de baja pobreza.

En más de un tercio de las escuelas de alta pobreza, casi ninguno de los estudiantes tenía computadoras u otro equipo en casa. El personal de la escuela tampoco estaba equipado para la transición: solo en el 8% de las escuelas de alta pobreza todo el personal tenía la tecnología necesaria para realizar su trabajo de forma remota.

El estudio, realizado por el Instituto para la Democracia, la Educación y el Acceso de UCLA, encontró que el 25% de los estudiantes de secundaria en general, y el 67% de los estudiantes de escuelas de alta pobreza, no se mantenían al día con el trabajo académico.

La brecha digital prácticamente garantiza la desigualdad en las oportunidades de aprendizaje a distancia, pero otros problemas también han pesado mucho en los estudiantes durante la pandemia. La muerte de un familiar o la pérdida del trabajo en la familia han provocado dolor, trauma y angustia económica.

Además de luchar para mover las aulas en línea, la mitad de los directores dijeron que brindan apoyo a los estudiantes que experimentan inseguridad o falta de vivienda, alrededor del 77% brindan acceso a asesoramiento sobre salud mental y el 43% de los directores informaron que apoyaban a los estudiantes que experimentaron la muerte en sus familias.

“Los directores querían responder a todas esas necesidades, pero tienen herramientas limitadas para hacerlo debido a la limitación en los recursos que tienen”, dijo John Rogers, coautor del estudio.

En el LAUSD, las mayores necesidades han sido proporcionar acceso a clases virtuales y alimentar a los estudiantes y sus familias. El distrito, el segundo más grande del país, atiende a casi 700,000 estudiantes y más del 80% vive en o por debajo del umbral de pobreza.

“Al igual que mis colegas de distritos escolares en pueblos y ciudades de todo Estados Unidos, alimentamos a familias con necesidad de alimentos porque otras no lo hacían”, dijo recientemente el superintendente del LAUSD, Austin Beutner, durante una sesión informativa. “Redirigimos los escasos fondos para comprar computadoras y acceso a Internet porque los niños que no están en las aulas no tendrían forma de participar en la escuela”.

El distrito también ha desarrollado una iniciativa, Primary Promise, que brinda asistencia en lectura e instrucción adicional en matemáticas e inglés a los estudiantes en los grados K-2 que necesitan ayuda.

“The Primary Promise ha comenzado con la tutoría individual en las escuelas mientras las clases están en línea, y estamos agregando maestros en los grados de primaria para brindar una instrucción más directa”, dijo Beutner. “Esto permitirá que un maestro siga trabajando con la mayoría de los estudiantes en una clase, mientras que el maestro o asistente adicional puede concentrarse en aquellos que puedan necesitar apoyo adicional”.

El apoyo académico es fundamental, pero no es lo único que necesitan los niños atrapados en casa. El aislamiento de la educación a distancia puede tener importantes implicaciones para la salud mental, dijo Aneesh Chaudhry, experto en salud cerebral de la Fundación SoulPhysio.

Cuando los niños no tienen amigos ni actividades externas, pierden experiencias e interacciones que ayudan a madurar el cerebro.

“Una parte muy importante del desarrollo de un niño en su cerebro es estar expuesto a la conexión social entre sus compañeros, jugar al aire libre, practicar deportes, recreo”, dijo Chaudhry.

Añadió que el aislamiento social ha causado trauma y depresión en algunos niños. Dijo que es demasiado pronto para conocer los efectos a largo plazo de las órdenes de quedarse en casa y otras restricciones pandémicas, pero los patrones probablemente se aclararán en un año más o menos cuando los niños busquen ayuda de los profesionales de la salud mental.

Chaudhry dijo que los niños en entornos vulnerables y económicamente precarios enfrentan los mayores desafíos académicos y emocionales, ya que los padres a menudo se centran más en la supervivencia y el pago de facturas.

Cirenia dijo que entiende que sus hijos están creciendo y necesitan más espacio. Pero por ahora, el garaje es todo lo que puede ofrecerles.

Este artículo fue escrito para el USC Center for Health Journalism en colaboración con La Opinión.

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