COVID-19 ataca duro a indígenas: muerte y carencia de alimentos

"No hemos tenido tiempo de llorar a nuestros muertos", dice la líder Odilia Romero

La comunidad indígena de Los Ángeles sufre los estragos de COVID-19. (Aurelia Ventura/La Opinion)

La comunidad indígena de Los Ángeles sufre los estragos de COVID-19. (Aurelia Ventura/La Opinion) Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinion

Al segundo o tercer día de que a Luis Delgado, un indígena oaxaqueño radicado en Los Ángeles, le pegó la pandemia de COVID-19, tuvo que ir de emergencia al hospital porque no podía respirar.

Pasé 8 días en el hospital, conectado al oxígeno, en un cuarto frío y callado, preocupado por mi familia, mi esposa y mis dos niñas de 11 y 8 años, temiendo haberles contagiado el virus”, dice.

Luis, de 34 años de edad, se recuperó alrededor de 12 días después que comenzó con calentura y dolor de cuerpo. “Me ayudó mucho para no contagiar a mi familia, aislarme en un cuarto. Gracias a Dios que vivimos en una casa amplia, y que tenemos esa posibilidad del espacio. Lamentablemente muchos paisanos que se enferman de COVID no puede aislarse del resto de su familia. En un departamento viven 5, 6 o más personas, y cuando se enferman, van cayendo uno tras otro, víctima de COVID”.

Odilia Romero, directora de Comunidades Indigenas en Liderazgo DBA CIELO. (Cortesía CIELO)

La pandemia ha impactado profundamente a los indígenas que viven en el condado de Los Ángeles. “No tenemos números reales del los daños porque a nosotros nos cuentan dentro de la categoría de los latinos”, dice Odilia Romero, directora de la organización no lucrativa Comunidades Indígenas en Liderazgo (CIELO). 

“Cuando comenzó el COVID, decíamos, ‘conozco a alguien que dice que conoce a alguien con el virus; después supimos de algún conocido lejano. Luego el círculo se fue cerrando y acercando. Entonces nos enteramos que a un primo o un tío le había dado; y después ya lo teníamos en la casa. En mi familia, mis papás y mi hermano se contagiaron. Mi mamá duró 10 días en el hospital y sin poder ir a verla”.

Ahora, comenta Odilia que ya se ha vuelto muy normal que tus amigos y familiares te digan “a mi me pegó. Se murió mi papá, mi mamá”.

Los efectos en número de contagios y pérdidas de vida entre las comunidades indígenas de Los Ángeles han sido devastadores, reconoce.

“Se nos murió un amigo intérprete y un mecánico de la comunidad. No hemos tenido tiempo de llorar a nuestros muertos por COVID, ocupados por ver cómo ayudamos a las familias. Ha sido muy doloroso”, dice Odilia.

Arturo Aguilar, dueño de la panadería y restaurante El Valle Oaxaqueño in Los Ángeles, antes de la pandemia. (Aurelia Ventura/La Opinión)

También trascendió que tres comerciantes de la comunidad indígena oaxaqueña muy queridos, fueron presa de COVID. Juan y Esthela Gutiérrez, dueños de Antequera Bakery en Santa Mónica fallecieron en diciembre. Ambos andaban cerca de los 70 años. “Fue muy triste porque la Antequera fue el primer negocio de la comunidad oaxaqueña que se estableció en todo el país”, dice una fuente que prefirió mantenerse en el anonimato. “Ellos hablaban en zapoteco, y con sus clientes hablaban esa lengua. Eran originarios de Santa Ana del Valle, Tlacolula, Oaxaca”.

También revela que Jorge García, quien andaba arriba en los 50 años, propietario del restaurante La Morena Oaxaqueña, falleció de COVID hace dos semanas.

Arturo Aguilar, propietario de la panadería Valle de Oaxaca, dice que por fortuna se ha salvado del COVID, pero no así de los golpes económicos que ha acarreado la continencia sanitaria. “Los cierres de negocios nos afectaron mucho y estamos retrasados en los pagos, pero como buenos oaxaqueños estamos tratando de echarle ganas”.

Confía que nunca imaginaron el daño económico y en vidas que se iba a venir con el coronavirus. “Estamos extremando las medidas de precaución por nuestros clientes y empleados, pero hemos tenido compradores que hasta nos insultan y prefieren no comprar que usar mascarilla. Es muy lamentable. Solo nos queda decirles que le vaya bien y cuídese”.

Las comunidades indígenas están asentadas en los barrios de Koreatown, Westlake, el sur de Los Ángeles y todo el condado de Los Ángeles. Trabajan mayormente en los restaurantes. Muchos de ellos solo hablan sus dialectos como el zapoteco, mixteco y quiche, entre otros.

Odilia Romero dice que este año va a ser muy intenso para las comunidades indigenas a causa de COVID. (Cortesía CIELO)

Justamente por la barrera del idioma, el impacto del coronavirus ha sido peor en las comunidades indígenas, precisa Odilia.

A eso se le añade – dice – que muchos no van al doctor por la falta de seguro médico y de un estatus migratorio.

Una de las mayores secuelas que ha traído la crisis de salud ha sido que las familias no tienen para pagar la renta y la comida. “Muchas familias han reducido su consumo de alimentos para dar prioridad a que sus niños tengan suficiente; algunos nos llaman para decirnos que se les murió el papá o la mamá, y no tienen para comer”.

Ante la inseguridad alimentaria de los pueblos indígenas de Los Ángeles, CIELO inició un programa de entrega de despensas para proveer alimentos con proteínas y vegetales frescos a cientos de familias indígenas. 

Nos asociamos con el condado de Los Ángeles a través del programa #letsfeedla para distribuir 1.8 millones de dólares en tarjetas de comestibles para un total de 2,138 hogares”.

Odilia dice que es la primera vez en su historia que el condado de Los Ángeles se asocia con una organización indígena fundada y dirigida por mujeres indígenas.

La recomendación de Odilia a los pueblos indígenas para no exponerse al coronavirus, es que eviten reuniones. “Aunque ya dispongamos de vacunas, no estamos libres de contagiarnos. Y sé que tenemos que salir a trabajar y eso nos pone en mayor riesgo, pero debemos cuidarnos porque el COVID nos ha mostrado la dura realidad”.

Comunidades indígenas duramente golpeadas por COVID. (Suministrada)

Luis Delgado, sobreviviente del coronavirus, dice que además de nunca haber experimentado tantas muertes de su paisanos, se ha quedado sin palabras de aliento para quienes le llaman para preguntarle qué hacer cuando tienen a la esposa enferma de COVID, y el proveedor de la familia no puede ir al trabajo porque tienen que cuidar al bebé. “La gente necesita el dinero para comer y pagar la renta, pero con quién deja a sus hijos cuando la madre enferma”.

Y admite que mucha gente no toma conciencia de la pandemia, no se cuida y van contagiando el virus. “Quienes sufren las consecuencias son las personas a nuestro alrededor”.

Subraya que al caer en un hospital a causa de COVID, estás solo sin nadie que te apoye. “Es cierto que tenemos la tecnología para comunicarnos con nuestra familia, pero no es lo mismo. Qué necesidad hay de que te despierte una enfermera a las 4 de la mañana, y cada 5 horas para sacarte sangre o revisarte. Si no tienen necesidad, no salgan de su casa solo por estar aburridos. Traten de cuidarse lo más que puedan. Las cifras de contagios y muertes no mienten”.

Vacunas para indígenas 

Óscar Márquez, coordinador del proyecto de vacunas COVID-19 y director de educación para CIELO, informa que el condado les ha ofrecido un número de vacunas limitadas para los mayores de 65 años.  

Las vacunas se aplicarán en la arena The Forum en Inglewood, una ciudad al sudoeste del condado de Los Ángeles. Las personas interesadas tienen que ir en su propio auto.

Deberán contar con una identificación, y no importa su estatus migratorio. Para cualquier pregunta, escríba a: Oscar@mycielo.org

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