La frontera que hace hablar a todos

Los éxodos migratorios no solo son parte del rostro más cambiante del planeta, sino que también son el reflejo de la historia humana

La caravana migrante de octubre de 2018.

La caravana migrante de octubre de 2018. Crédito: John Moore/Getty Images

Basta ver la determinación con la que avanzan las oleadas de inmigrantes rumbo a la frontera México-Estados Unidos para darnos cuenta de la imposibilidad de detenerlas, salvo en ocasiones de manera temporal. Nada nuevo, por supuesto. Pero es precisamente en su añeja continuidad donde radica su propio significado, su leitmotiv que nos sigue diciendo a gritos a lo largo de las décadas que algo está mal en la composición del mundo y sus regiones.

Algunos enfrentan este fenómeno de manera antiinmigrante, xenófoba y racista, como lo demostró el anterior gobierno estadounidense, que utilizaba como chivos expiatorios de todos los males del país a los indocumentados, sobre todo.

Otros lo abordan desde una perspectiva humanista, con base en la filosofía que debe imperar en toda nación de bienvenida, tal como lo está intentando la actual administración, que considera un bien social para Estados Unidos la existencia de otros inmigrantes que aún tienen esperanzas en esta sociedad.

Este último enfoque es el que más afinidades ha encontrado en el Estados Unidos de hoy, que pese a los exabruptos supremacistas que proliferaron durante cuatro largos y tortuosos años pudo deshacerse, a través del voto y de manera contundente, de un lastre que intentaba socavar todo lo que había logrado el movimiento por los derechos civiles del siglo pasado; que si bien no había logrado convertir al país en una sociedad más igualitaria, sí en una sociedad más plural y tolerante que avanzaba hacia un mejor entendimiento de su propia idiosincrasia, como la nación inmigrante que esencialmente es.

De hecho, la confusa cobertura informativa que se ha realizado de este nuevo esfuerzo por reivindicar la importancia del “otro”, de ese inmigrante que ha alimentado demográficamente desde su nacimiento a Estados Unidos, da cuenta más de un manejo mediático alarmista para cumplir con la inmediatez de la noticia, que del análisis verdadero de un fenómeno más complejo y antiguo que nos rebasa por mucho. A todos.

No ver la enorme diferencia de enfoques entre el gobierno de Trump y el de Biden —sin que esto signifique que el fenómeno migratorio se detendrá o dejará de ser un problema eterno, esté quien esté en la Casa Blanca— es simplemente caer en la trampa de las agendas políticas que solo quieren ver “sangre informativa”, con la que se logre minar, como lo intenta hacer la parte republicana en este momento —pues es su turno— todo intento de recomponer una situación complicada, por ejemplo, en la frontera más transitada del mundo.

Pero escuchar las voces de los migrantes que vienen en camino obliga a no olvidar que los problemas de raíz persisten, así parezcan ya una letanía “aburrida” para muchos que no quisieran entender esa realidad. Pero eufemismos aparte, la pobreza, la violencia, la corrupción o la falta de oportunidades son, han sido y seguirán siendo los principales detonantes de los desplazamientos humanos en todo el orbe, no solo en la región latinoamericana. Pero más que causas, son consecuencia y, por ende, una respuesta contundente al fallido sistema socioeconómico que provee mucho a unos cuantos y casi nada a las mayorías.

Sin demagogia, no hay que dar muchas vueltas para entender esa realidad.

“No queremos robar nada, sino tener futuro”; “estamos conscientes de que está cerrada, pero la pobreza es más fuerte que cualquier frontera” son apenas dos ejemplos de las muchas expresiones que en estos días los medios informativos en español han podido recoger, como siempre lo han hecho, a lo largo de la travesía migratoria que involucra a miles de familias anhelantes de tener una mejor oportunidad de vida.

Y es cierto que gobiernos como el de México y Guatemala han decidido cerrar sus frontera para detener y, en buena medida, controlar y ordenar el flujo migratorio básicamente centroamericano, pero tal como ha ocurrido durante décadas, los éxodos migratorios no solo son parte del rostro más cambiante del planeta, sino que a su vez son el reflejo de la historia humana. La de todos.

Mientras tanto, la frontera México-Estados Unidos seguirá siendo un imán para los eternos desposeídos de la tierra. Una frontera que, en definitiva, hace hablar a todos.

Suscribite al boletín de Noticias

Recibe gratis las noticias más importantes diariamente en tu email

Este sitio está protegido por reCAPTCHA y Google Política de privacidad y Se aplican las Condiciones de servicio.

¡Muchas gracias!

Más sobre este tema
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain