Sierra & Tierra: El futuro y el petróleo se repelen

Javier Sierra es columnista del Sierra Club

Foto enviada por el autor para esta nota. Enormes soluciones para un enorme problema.

Foto enviada por el autor para esta nota. Enormes soluciones para un enorme problema. Crédito: Javier Sierra | Cortesía

El que mal anda, mal acaba, y estos días, los gigantes petroleros van de tropiezo en tropiezo.

El primero ocurrió en Holanda, donde un tribunal dictó una decisión histórica al exigir a la petrolera anglo-holandesa Shell que reduzca sus emisiones en un 45% para 2030 con respecto a 2019 y que ajuste sus emisiones y las de sus abastecedores y clientes a las metas del Acuerdo de París.

El argumento triunfador de Amigos de la Tierra, la organización que presentó el juicio, se basó en que Shell —al retrasar durante décadas adaptarse a las exigencias de la emergencia climática— viola los derechos humanos. En declaraciones al diario El País de Madrid, el abogado jefe de AT, Donald Pols, dijo que Shell ha estado preparada durante años para acometer las reformas que exige el tribunal, pero “es prisionera de sus accionistas, que han votado hasta ahora en contra”.

Irónicamente, fueron accionistas quienes anotaron otras tres victorias históricas para la causa climática internacional. Hartos de ver a la mayor petrolera del mundo, ExxonMobil, arrastrar los pies en la lucha climática, activistas del fondo financiero Engine 1 lograron que al menos tres de sus candidatos fueran elegidos a la junta directiva de la compañía. Esta es la primera vez que el activismo climático ha logrado infiltrar la junta de la compañía para forzarla a tomarse en serio la crisis climática.

Asimismo, los accionistas de Chevron y los de ConocoPhillips aprobaron sendas propuestas que obligan a estas compañías, sus clientes y abastecedores a reducir sus emisiones climáticas.

Estas victorias y muchas otras se deben a la presión incesante de activistas climáticos de todo el mundo, y no a la iniciativa propia de una industria que ha conocido, escondido y negado durante décadas los efectos catastróficos de sus emisiones en la atmósfera de la que todos dependemos.

Solo unos días antes, la Agencia Internacional de Energía advirtió que el nuevo desarrollo de combustibles fósiles tiene que acabar este año para poder cumplir con la meta de eliminar por completo las emisiones climáticas para 2050. La agencia indicó que debe eliminarse la venta de vehículos de motor de explosión para 2030 y duplicarse las inversiones energéticas mundiales a $5 billones anuales.

Ante este alud de malas noticias, senadores republicanos, sombrero en mano, imploraron a los bancos más poderosos del país que continúen financiando a la industria fósil, y los bancos dieron un sí rotundo.

Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) emitió una dura advertencia diciendo que la emergencia climática “absolutamente” podría causar una crisis económica mundial. Citando los efectos catastróficos de desastres naturales acentuados por el calentamiento global, el FMI concluyó que “la crisis climática es una crisis existencial”.

Está claro que el futuro y el petróleo se repelen.

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