La reforma laboral que quiere EE.UU. aprieta a México

La Reforma Laboral fue empujada por la presidenta del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi, quien en 2019 advirtió que si México no hacía los cambios necesarios no habría ratificación del acuerdo comercial entre Estados Unidos, Canadá y México (T-MEC).

Trabajadores en maquila

Estados Unidos busca que México ajuste Reforma Laboral. Crédito: Agencia Reforma

MEXICO.- La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, desembarcó en México durante su visita del pasado 8 de marzo con un cheque de 130 millones de dólares para ayudar al país a implementar la reforma laboral con la que Estados Unidos busca complacer a una parte de su población trabajadora.

En resumen se trata de que México no atraiga (o compita deslealmente, como calificó  el ex presidente Donald Trump en su momento) a empresas norteamericanas por sus bajos salarios.

Sin embargo, autoridades de diversos estados mexicanos se han quejado de que, a causa de las políticas de austeridad del presidente Andrés Manuel López Obrador y por la pandemia, la Refoma Laboral no cuenta con las instalaciones de la infraestructura necesaria que ordenó el congreso federal.

“Tendríamos que tener infraestructura para la instalación de juzgados laborales y centros de conciliación en el 2021 y se habla de cerca de 20 juzgados que tendríamos que acondicionar o hacer y que no veo en el presupuesto por la austeridad y por la pandemia”, reconoció en Jalisco el secretario de la Hacienda Pública local, Juan Partida.

La Reforma Laboral fue empujada por la presidenta del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi, quien en 2019 advirtió que si México no hacía los cambios no habría ratificación del acuerdo comercial entre Estados Unidos, Canadá y México (T-MEC).

Entonces la Cámara de Diputados mexicana avaló la legislación en materia de justicia laboral y libertad sindical que incluye la desaparición de las Juntas de Conciliación y la creación del Centro Nacional de Conciliación así como la libertad sindical para evitar que los líderes corruptos hagan alianzas con las empresas para presionar hacia el piso los sueldos y prestaciones de los trabajadores mexicanos.

De las malas prácticas sindicales hay ejemplos a lo largo de toda la historia sindical mexicana pero, en tiempos recientes y sobretodo en los sectores donde hay cadenas de producción en conjunto con Estados Unidos y Canadá, han sido los representantes sindicales de estos países los encargados de gritarlo a los cuatro vientos con ejemplos concretos.

Georg Leutert, del sector automotriz de IndustriALL Global Union, denunció que los hechos ocurridos durante la votación el pasado 20 y 21 de abril en una planta de General Motors en Sinalao –en donde se destruyó material electoral además de otras irregularidades— son ejemplo de la “falta de democracia y corrupción” y señaló en una conferencia de prensa directamente a una organización.

“Particularmente en la CTM (Confederación de Trabajadores Mexicanos) hay una falsa idea del sindicalismo. Este no es un negocio, un sindicato es un organismo colectivo para defender los derechos de los trabajadores”, advirtió.

“El procedimiento en GM sigue un modelo inaceptable y el sindicato quiere mantener su contrato de protección y la mayoría de los trabajadores quieren votar por un sindicato libre e independiente”.

Leutert fue más lejos y pidió a la trasnacional automotriz “industria con altos valores corporativos” no lavarse las manos y meterse en una elección libre con voto secreto y directo de los trabajadores, “lo que significa una posición neutral, sin influir a los empleados”. Al mismo tiempo instó a las autoridades laborales mexicanas a “detonar las medidas necesarias para que cada empleado de General Motors” vote libremente.

Poco después de la partida de Kamala Harris, el gobierno de EU puso la segunda queja en menos de un mes en contra México conforme a los mecanismos del Tratado de Libre Comercio con América del Norte por permitir a la fábrica de autopartes Tridonex en la fronteriza Matamoros negar a los trabajadores los derechos de negociación colectiva y de libre asociación para otro sindicato.

Más allá 

Las denuncias de EU sobre la falta de libertad sindical han tenido su réplica en el lado mexicano con los reclamos de la administración de López Obrador por la falta de garantías laborales para los trabajadores mexicanos que viajan a Estados Unidos con visa de trabajo temporal, un esquema que provoca abusos como cobros indebidos y contrataciones sin garantías laborales.

De manera interna, el presidente mexicano además retomó la promesa de volver a incrementar el salario mínimo para llevar el impacto de mejoría más allá de las empresas involucradas en las cadenas de producción del T-MEC.

El salario mínimo promedio al día en México ronda los cinco dólares la hora y somete a los trabajadores a condiciones miserables en todo el país.

Guadalupe Madrid, una madre soltera de 44 años oriunda del estado de Guerrero, relata a este diario que cuando su esposo drogadicto amenazó con quitarle a su hija ella salió huyendo del municipio del sur del país hacia el norte en busca de paz y una forma de ganarse la vida. “No iba a cruzar a Estados Unidos con mi hija y sin dinero”, cuenta.

Por eso fue a Monterrey, donde tenía una amiga, y apostó su suerte con desilusión. Los trabajos que encontró fueron más que precarios: miserables. Estuvo en tres. En el primero tenía que destruir baterías de aparatos electrónicos y el polvillo que éstos soltaban le provocaban ronchas en la piel, comezón y dolor que no se le quitaba con nada.

Luego se enteró que tuvieron que incapacitar a una compañera por problemas en los pulmones y renunció.

“Yo no tenía seguro, me contrataron sin firmar nada y me pagaban en efectivo 1,600 pesos  semanales (unos 80 dólares) y pagaba 400 pesos a una señora que me cuidaba a la niña”, recuerda. “Yo sabía que no estaba bien, pero mi hija tenía seis años y había que comer”.

Cuando empezó la pandemia, se fue a trabajar en una tienda de abarrotes, donde le daban el equivalente a 60 dólares semanales. Duró poco: seis meses antes de saltar a una fábrica de plásticos, donde sí le dieron un contrato, un salario un poco mejor (unos 110 dólares semanales) pero solamente un abanico para mitigar el calor de  hasta 47 grados centígrados de los hornos de fusión.

“Era un infierno”, cuenta, de vuelta a Guerrero donde espera no toparse con su ex marido quien, al parecer, ya no vive ahí. Un infierno como los derechos de los trabajadores en México para los que se piensa la implementación de la Reforma Laboral.

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