El alfombrismo mexicano se fortalece, ¡pese a la pandemia!

El alfombrismo mexicano data de por lo menos 180 años en el poblado de Huamantla, en el estado de Tlaxcala, como un sincretismo religioso debido a que retoma antecedentes prehispánicos de culto a la diosa mexicana Xochiquetzalli.

Exposición de El Aguila y la Serpiente, un proyecto itinerante, en Tecate, Baja California.

Exposición de El Águila y la Serpiente, un proyecto itinerante, en Tecate, Baja California. Crédito: Alfombristas Mexicanos | Cortesía

MEXICO.- El verano del año pasado fue muy duro para los alfombristas de Huamantla, Tlaxcala. Con la misma sorpresa que en los últimos años los había acogido el mundo, tuvieron que cerrar el epicentro de sus actividades de arte efímero debido a la pandemia y no hubo devoción hacia la Virgen de la Caridad. Ni sus famosas alfombras hechas de aserrín, maíz y flores.

Fue durante el día 14 durante la famosa “Noche que Nadie Duerme” y aunque no pudieron impactar al mundo con otra de sus creaciones coloridas en las que cada año participa toda la comunidad de la región céntrica de México, la organización civil Alfombristas Mexicanos hizo una obra de manera virtual para el mundo y en espera de la reapertura que ya se acerca.

La vacunación anticovid avanza en México con alrededor de 30 millones de mexicanos, una cuarta parte de la población, y las actividades comienzan a normalizarse tras las restricciones de la pandemia y estos artesanos se dicen listos para volver al ruedo.

“Lo cierto es que no hemos parado con el proyecto”, afirma Miguel Angel Miranda, director ejecutivo de Alfombristas Mexicanos.

La popularidad del alfombrismo mexicano realizado con materiales perecederos de los lugares donde se diseñan (semillas, flores, hojas, madera, tierra) apenas estaba despuntando en México y en el mundo más allá de Huamantla cuando inició la pandemia.

Aún así, en algunas zonas, el colectivo de Alfombristas Mexicanos lograron hacer un diseño itinerante “El águila y la serpiente: Ya no somos los mismos”, una alfombra de 16 metros de diámetro a base de olotes, granos y hojas de maíz que se inauguró en el Centro Estatal de las Artes Ensenada, Baja California, en noviembre.

De allá saltó a Tecate y, posteriormente, del  8 al 20 de diciembre, en el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México del 6 de enero del 2021 y hasta marzo, donde podía admirarse guardando la sana distancia.

El concepto del águila y la serpiente, según explicó el colectivo, fue “un gesto de ánimo y de certeza” en los momentos difíciles que se viven como humanidad. “Ya no somos los mismos”, se dijo en un lado y otro hacia donde transportaban el diseño y sus materiales en grandes camiones para quienes quisieran apreciar la belleza de esta creación.

El alfombrismo mexicano data de hace por lo menos 180 años en el poblado de Huamantla como un sincretismo religioso porque retoma antecedentes prehispánicos de culto a la diosa mexicana  Xochiquetzalli (de la belleza, las flores y el amor) que conectaba con los dioses a través de caminos de pétalos y flores.

Con el tiempo se volvió una tradición para admirarse cada año en el verano de Huamantla, pero poco a poco, los huamantlecos han querido exporla a otros estados del país y a otros países donde previo a los embistes del coronavirus iba tomando fuerza.

Los nuevos horizontes

De ese empuje surgió la idea de sumar a México a un proyecto internacional para inscribir a las alfombras de arte efímero como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad ante la UNESCO.

Ocurrió en 2018, durante el VII Congreso Internacional de Arte Efímero celebrado en España, Alfombristas Mexicanos confeccionó una alfombra con semillas naturales para el evento más importante del mundo que se celebra cada dos años desde el 2006 y reúne a asociaciones de Europa, América y Asia.

El propósito es favorecer las relaciones entre alfombristas para que se mantengan los valores que caracterizan al colectivo: la generosidad, el voluntariado, el respeto, la amistad y la creatividad y garantizar su continuidad con apoyo internacional. En esas andan todavía.

Miguel Ángel Miranda cuenta que están en el proceso de documentar el impacto en la comunidad, un requisito que pide la UNESCO. “Es un largo proceso, pero estamos avanzando”.

Exposición de alfombristas mexicanos en Australia
Exposición de alfombristas mexicanos en Australia

Los diseños mexicanos han tenido mucho éxito en el mundo desde que comenzaron a exportarlos en el evento de España, donde llevaron  la alfombra que titularon “Primero Sueño, el barroco mexicano es libertad”, un complicado concepto diseñado Alejandro Lira, autor de todos los conceptos de Alfombristas Mexicanos.

Utilizaron maíz de diferentes variedades, tamaños y colores, frijol, alubias, detalles en chinamite (caña seca de maíz) y hojas de maíz con los que formaron el corazón, el ajolote, la luna, la serpiente de cascabel, el guajolote, el lobo mexicano, la mariposa monarca, el tlacuache y la diosa Tonantzin  como una muestra del México prehispánico y el sincretismo.

En 2018 el trabajo de las alfombras hechas por manos mexicanas también llegó a Bélgica para tapizar la Gran Plaza. Lo realizó otro colectivo de origen guanajuatense llamado La Octava Noche durante el Flower Carpet, un evento que se realiza cada dos años y para el cuál el gobierno belga invita a un país y en ese tiempo el estad de Guanajuato gestionó los recursos para que la alfombra tuviera motivos mexicanos.

México sorprendió, entonces, con una alfombra inspirada en tres culturas: la otomí, la purépecha y la Chupícuaro que mostró un ave otomí, rodeada de talavera con dos guerreros purépecha salpicados de cerámicas, soles que recordaban el origen de los creadores que lo presentaron: Guanajuato.

La alfombra medía 75 metros de largo por 24 de ancho. En su momento, la artista Ana Rosa Aguilar dijo a la prensa que, a pesar de que la obra sólo iba a durar cinco días la planeación duró casi un año para diseñar el tapete que terminó por utilizar 600,000 begonias y dalias. “Así es el arte de lo efímero”.

Profetas en su tierra

Para el colectivo de Alfombristas Mexicanos vinieron después otras invitaciones a Italia, Bélgica, Alemania, Malta, Corea, China, India, Tíbet… y, a la par fueron sorprendido a su propio país.

En  abril de 2017, los habitantes de la Ciudad de México amanecieron con una belleza a sus pies. La explanada del Monumento a la Revolución se cubrió de colores con la mega alfombra de más de 4, 500 flores confeccionadas con hojas de maíz en cuya elaboración participaron más de 200 voluntarios y 30 alfombristas de Huamantla.

Se sabía que los huamantlenses habían montado alfombras florales para las visitas de los Papas Juan Pablo II y Francisco, pero era la primera vez que tomaban la capital del país y el éxito fue rotundo como parte del primer festival de “Flores y jardines” en la ciudad como una apuesta por la naturaleza.

Una alfombra de arte efímero en el Monumento a la Revolución
Una alfombra de arte efímero en el Monumento a la Revolución (Foto: cortesía Gardenia Mendoza).

Uno de los principales objetivos del alfombrismo es transformar un espacio público en una obra de arte colectiva. Por este motivo, y a través de un performance, se convoca a la comunidad para que participe en el armado con materiales de la naturaleza que acompañan con iluminación, sonido, video y escenografías.

Siete meses después, durante la premiere de la película Coco (del director Lee Unrick) en el Palacio de Bellas Artes, Alfombristas Mexicanos realizó dos obras de arte efímero. «Corazón» y «Guitarra» con arena de colores, flores y veladoras como una muestra de los elementos simbólicos de la película.

Los símbolos son un elemento esencial del alfombrismo. En 2017 Alfombristas Mexicanos al participar en el Segundo Encuentro Internacional de Alfombristas, realizado en Uriangato, Guanajuato —otra de las regiones donde se ha desarrollado— presentó una obra en honor de uso murales prehispánicos descubiertos en Cacaxtla.

La titularon Sur y Norte en el que se  plasma el enfrentamiento de dos grupos, uno ataviado como aves y otro de jaguares que representan la tierra y el cielo, el cuerpo y el espíritu, el sur y norte que se encuentran y confrontan.
en una época en la que la cultura mesoamericana estaba conectada.

Pero más allá del contenido, el proceso de la elaboración es parte de la simbología por el trabajo colectivo. El alfombrismo es colectivo; resultado de la suma de voluntades y manos que trabajan para crear; permite organizarse,  convivir en armonía; transformar temporalmente un espacio y utilizar de forma responsable los materiales que  ofrece la naturaleza.

“Es conservar una tradición y comunicar un mensaje de nuestra identidad”, resume Miguel Angel Miranda.

Escuela alfombrista

La pandemia fue un pretexto. O una oportunidad. El caso es que Alfombristas Mexicanos lanzaron una escuela alfombrista en seis escuelas primarias de Naucalpan, en el Estado de México y trabajaron con 1,300 alumnos y sus familias y 100 docentes a quienes instruyeron para formarlos en el alfombrismo.

“Queremos transmitir valores como la solidaridad, el trabajo en equipo, respeto, inclusión en trabajos de comunidad en este proyecto”, dijo Claudia Rico, directora operativa . “Los niños no trabajaron solos sino con sus familias y con los materiales que tienen a la mano”.

La dinámica de trabajo no era obligatoria sino que los pequeños lo hicieran voluntariamente después de todas sus clases normales y por eso fue una sorpresa que los niños se involucraran con lentejas, arroz, frijol, semillas, hojas, flores, ramitas de árboles, sal pintada, arena pintada otros reciclados, plastilina, papel,  cuadritos, bolitas, confeti.

“El objetivo era que los niños expresan su percepción acerca de lo que vivimos actualmente: la educación desde casa, sus emociones, la relación con su entorno y la vida en comunidad”, dijo Rico.

Y así lo hicieron. Mostraron  sus preocupaciones sobre hechos en concreto. Por ejemplo la tristeza de reconocer que no volverán a ver a muchos de sus compañeros, en el caso de los niños de sexto año de primaria o saber que tienen que asumir responsabilidades en solitario, sin ayuda, porque los padres estaban trabajando.

La metodología era sencilla. En sesiones de 30 minutos y con actividades lúdicas los sensibilizaron para plasmar su sentir en dibujos que se transformaron en alfombras, mismas que se integrarán en un mosaico colectivo que se expondrá de forma virtual como un mensaje de resilencia de la comunidad escolar.

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