Crece la fiebre por encontrar oro

Atraídos por precio del metal, aumenta número de personas que escarban el río San Gabriel

Con música ranchera de fondo, abuelas con sus nietos sobre las piernas y un intenso olor a carne asada en el ambiente, David Hilber pasa horas arrodillado dentro del río y con la mirada clavada en el fondo. De vez en cuando saca un puñado de piedras negras y las revisa ensimismado esperando que entre ellas le brille la fortuna.

“Tengo 71 años, ya no quiero trabajar, con una pepita que me encuentre puedo ganar miles…” comenta seriamente este anciano protegiendo su rostro del sol bajo una gorra en la que se lee: “Asociación Americana de Buscadores de Oro”

Mientras los niños se deslizan en neumáticos de colores y disfrutan las aguas del río, varias docenas de mujeres y hombres se dedican a trabajar arrodillados, escarbando y esculcando entre las piedras en busca de una fortuna que les cambie la vida. Los buscadores de oro llegan motivados por el precio que en el mercado de valores ha alcanzado este metal precioso: $1,815 por onza hasta este viernes, un incremento del 25% en lo que va del año.

La experiencia de la fiebre del oro no es nueva en California, aunque el termómetro sube y baja desde 1848. Desde entonces los buscadores del metal han llegado a esta parte del río conocida como “La desviación Este”, en San Gabriel, dentro del Bosque Nacional de Los Ángeles, localizado a unas 20 millas al norte de Azuza.

De acuerdo a cifras proporcionadas por clubes de buscadores de oro del Sur de California, desde los 1800 se han encontrado mas de cincuenta mil onzas de oro, solamente en esta área. Los buscadores aseguran que es común encontrar hojuelas y piedritas con venas doradas aquí en esta parte conocida por muchos como “El callejón de las pepitas”.

John Estrada, un buscador experto con más de diez años en este río, asegura que ha visto un incremento de “domingueros”, gente que viene los fines de semana a buscar oro.

“Es como la fiebre de oro de los años atrás… últimamente hay muchos que ven las noticias del precio del oro y vienen aquí a tratar de encontrar, pero después de un día, no ven nada y se dan por vencidos”, dice.

Volverse rico buscando oro no pasa de la noche a la mañana, dice Ken Hannan, un buscador que vino desde Temecula. “Para eso mejor te vas al (casino) Pechanga. La clave de todo buen buscador de oro es la paciencia”.

Hannan prefiere no revelar cuánto oro ha encontrado, pero aseguro que lo que tiene, no lo quiere vender. “Es como un tesoro que lo he sacado con mis manos, se lo voy a dar a mis hijos”, afirma después de mostrar un grano brillante, del tamaño de la cabeza de una hormiga, que encontraron el mismo día.

Omar Cáceres, un colega de Hannan y aprendiz del oficio, explica que todo aquel que encuentre oro por valor de más de $500 dólares tiene que pagar impuestos.

Cáceres y Hannan se apoyan en un ruidoso colador eléctrico operado por gasolina y valorado en miles de dólares que, según ellos, “se lo presto un amigo”

Aquí hay dos clases de buscadores, los principiantes y los de “jornada completa” y son fáciles de diferenciar.

Los principiantes traen pantalones de mezclilla, zapatos tenis, sombrillas y coladores nuevos. Vienen en familia, o son parte de algún club. Traen hieleras y música.

Julián Licea, un troquero de profesión y buscador de fortuna los fines de semana, vino por primera vez con su esposa y su hijo a remover la arena del río. Con el agua en la cintura y meneando su palita rastrera, comenta: “Si encuentro algo…pues no le voy a decir a nadie…solamente voy a seguir viniendo…”

Los veteranos son hombres solteros, traen ‘shorts’, botas contra agua y les gusta exhibir sus barrigas al aire libre. Sus cuellos parecen piel de lagartija, quemados por el sol y algunos traen barbas largas que van con sus cabellos despeinados por el viento. Viven en tiendas de campaña cerca del río y operan con rastreadores eléctricos.

Después de varias horas acurrucado a la orilla del río, un aprendiz, el anciano David Hilber, quien solo ha encontrado un par de renacuajos, exclama frustado: “los únicos que se están volviendo ricos son los que venden todos estos utensilios para buscar oro”.

Efectivamente, Jerry Keene, presidente de una compañía que vende productos para encontrar oro dice que su negocio ha incrementado bastante en los últimos meses.

“La gente esta encontrando mucho oro, especialmente en San Gabriel” , asegura Keene afirmando que tiene pruebas contundentes. “La otra vez vino un hombre con una pepita de oro que pesaba 24 libras, le tomamos foto!”, señaló.

No falta ser matemático para darse cuenta del valor actual de una pepita de 24 libras, y Keene anima a sus clientes a comprar el “estuche de principiantes, por solamente $20.00”

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