El caso del mormón
¿Por qué Mitt Romney no es querido entre los miembros de la base republicana?
Incluso después del fugaz ascenso y caída de Rick Perry en las encuestas, el principal beneficiario de las dificultades del gobernador de Texas fue Herman Cain y no Romney.
En varias encuestas realizadas en los últimos días, Cain tomó la delantera, aunque nunca fue electo para un cargo y era casi un desconocido en el escenario político a nivel nacional hasta su intervención en varios debates.
En la encuesta de CBS News más reciente, Cain logró el 17% al igual que Romney, incluso cuando Rick Perry cayó del 23% al 12%, en comparación con la misma encuesta realizada dos semanas antes.
Entonces, ¿quién quiere a Mitt, el supuesto favorito del Partido Republicano? Si consideramos el famoso proceso de “coronación” del Partido Republicano, donde el candidato percibido como el mejor da un paso al frente con el apoyo y el respaldo de la base del partido para acercarse a la nominación, semejante a lo que hizo George W. Bush en el año 2000, ¿no debería entonces haber una instancia como esta para Romney?
La respuesta más tradicional es la siguiente: Romney cambió su postura en tantos temas fundamentales una vez finalizado su cargo como gobernador de Massachussets y después de sus múltiples campañas presidenciales, que ya los votantes tienen dudas sobre sus verdaderas creencias.
¿Romney está a favor del aborto? Lo estaba, pero ya no. ¿Dio su apoyo para terminar con la política “Don’t Ask, Don’t Tell” (No preguntar, no decir) de las fuerzas armadas? Sí, pero luego se puso en contra. Lo mismo sucedió con las leyes sobre el control de armas. Estaba a favor de una reforma inmigratoria hasta que descubrió que en el Partido Republicano de hoy, después de la era de Reagan, un candidato no puede ser nominado a menos que sea partidario de estrictas medidas antiinmigratorias, como las de Arizona y Alabama, que representan estrategias levemente encubiertas para la limpieza étnica.
¿Y el Seguro Social? Cuando Perry trató inicialmente el tema sobre las preferencias del Partido Republicano, e insistió de forma poco estratégica que el programa federal casi había terminado con la pobreza entre las personas jubiladas en las últimas siete décadas no era más que una estafa gigantesca al estilo Bernie Madoff, Romney abandonó su opinión sobre la privatización y adoptó un nuevo papel más favorecido por Florida como defensor del Seguro Social.
Si bien la evolución de las ideas a lo largo del tiempo indica que la persona tiene un cerebro ágil y abierto al aprendizaje, además de la capacidad de incorporar conceptos nuevos a medida que van surgiendo, el cambio de opinión de Romney en tantos temas fundamentales y de gran peso ideológico para los republicanos genera muchas sospechas.
No obstante, éste quizás no sea el obstáculo más importante que Romney deba superar para crear un vínculo afectivo con la base del Partido Republicano. Aunque el ex gobernador de Massachussets se haya transformado en un conservador con favorece las estrategias del Sur, no puede escapar totalmente de su identidad. Hay algunos factores que trascienden el poder de cambiar de postura según los grupos de opinión.
Romney, por supuesto, es un mormón muy devoto. Su familia tiene profundas raíces en la tradición mormona. Y nadie ha cuestionado, ni remotamente, la sinceridad de Romney en este tema. Y ese es el problema.
Romney es mormón. Su religión choca directamente con el dogma cristiano evangélico. Según el informe de CNN, Robert Jeffress, pastor de First Baptist Church of Dallas, que apoya a Rick Perry, denominó la iglesia mormona como un “culto”.
En un reciente discurso presentado ante la cumbre Values Voters Summit, Jeffress arremetió contra la religión mormona. En la entrevista con CNN luego de su discurso, Jeffress afirmó, “Pienso que Mitt Romney es un buen hombre con valores, pero creo que aquellos que somos cristianos vueltos a nacer siempre preferimos a un cristiano competente que a un no cristiano competente como Mitt Romney. Es por eso que siento gran entusiasmo por la candidatura de Rick Perry”.
Este es un código en clave para los evangélicos. Jeffress afirma claramente que Romney es un “no cristiano” y por lo tanto no es apto para ser el presidente de los Estados Unidos. Asimismo, en la misma entrevista, Jeffress señala que Romney “no acepta los fundamentos históricos del cristianismo evangélico”.
De todas formas, esto no representa un problema nuevo para Romney. En el año 2007, cuando Romney buscaba la nominación del Partido Republicano por primera vez, el pastor evangelista de la televisión Bill Keller envió un mensaje inequívoco a los evangélicos. El mensaje se titulaba “Votar a Romney es votar a Satán”.
Richard Viguerie, activista conservador y experto en mercadotecnia electoral, publicó en mayo en su sitio en Internet otra aseveración igualmente descalificadora:
55% de los activistas conservadores y miembros del Tea Party encuestados por el sitio ConservativeHQ.com de Richard Viguerie respondieron que ‘votarían por un tercer partido o candidato independiente’ si Romney ganara la nominación.
En otras palabras, los líderes evangélicos más conservadores califican a Romney como “el otro”. Obviamente no tan malo como Kenyan Muslim, pero en la misma categoría de candidatos inaceptables.
Más allá de los temas teológicos, las implicancias políticas de estos razonamientos resultan devastadoras para Romney. Ningún candidato republicano, desde que Ronald Reagan rindió homenaje a la “Mayoría Moral” del reverendo Jerry Falwells en las elecciones de 1980, ha logrado llegar a la Casa Blanca sin contar con el voto de los evangélicos por un margen dominante.
La idea de que una persona sea descalificada de la campaña presidencial en base a su religión resulta escandalosa en la realidad de nuestro país del siglo XXI. El prejuicio religioso contra Romney provoca tanta repulsión como las frecuentes insinuaciones racistas del Tea Party contra Obama.
Romney es en todo respecto un hombre decente. Se le debería dar la oportunidad de competir por la presidencia del país en base al mérito de sus ideas — su religión no es un criterio legítimo para evaluar si es apto o no para ocupar el cargo como presidente.
Y aquellos que busquen crear una prueba teocrática para los candidatos presidenciales deberían dedicar tiempo a leer el Artículo 6 de la Constitución en el que se afirma claramente:
Los senadores y diputados previamente mencionados, además de los miembros de las diversas Asambleas Legislativas y todas las autoridades ejecutivas y judiciales, tanto de los Estados Unidos como de los varios estados, deberán respetar y obedecer bajo juramento o promesa, esta Constitución; y no se realizará ninguna prueba religiosa como requisito de calificación a ningún cargo ni institución pública sujeto a los Estados Unidos.
Desde el comienzo de nuestra república, a los fundadores de la nación les preocupaba este tipo de intolerancia religiosa que ahora ataca contra Mitt Romney. Como afirmó el presidente George Washington:
“Si en algún momento se llegara a concebir que el gobierno general pudiera administrarse de forma tal que no se protegiera la libertad de conciencia, les ruego que me lo adviertan, ya que nadie tendrá tanto interés como yo en establecer obstáculos claros contra los horrores de la tiranía espiritual y todas las especies de persecución religiosa.”
La intolerancia contra los mormones de Robert Jeffress es exactamente el tipo de “tiranía espiritual” sobre el que nos advirtió George Washington. No tiene lugar en la política de EEUU y los votantes en las elecciones internas del Partido Republicano deberían rechazar esta intolerancia por lo que verdaderamente es: una práctica anti-estadounidense.