Guerra de guerrilla

La guerra en Afganistán es más complicada de que lo que pintan los medios de comunicación y más preocupante de que lo difunden los jefes militares norteamericanos.

No es una guerra clásica o convencional al estilo Irak o Libia, en donde el enemigo contaba con un ejército militar concentrado en un punto del terreno de guerra.

Asimismo, en una guerra convencional las dos partes en contención bélica cuentan con un ejército que normalmente está establecido en cuarteles. Los armamentos de las tropas son también convencionales -de gran o menor poderío- y los soldados tienen centros de mandos y un poder administrativo diseñado exclusivamente para su organización.

La guerra de Afganistán, por el contrario, es una guerra de guerrillas. En este sentido, la guerra de guerrillas es una táctica militar de conflictos armados, que consiste en hostigar al enemigo en su propio terreno con destacamentos irregulares y sorpresivos.

Por otra parte, los ataques de los guerrilleros son rápidos, incisivos y planeados estratégicamente para causar bajas y afectar la psicología de su contrincante. Los guerrilleros son efectivos militares difíciles de detectar en el campo de batalla. No se los ve cuando deciden atacar, tampoco se los siente, ni se sabe cuándo, dónde y cómo va a dar su golpe devastador.

Si la batalla ocurre en una de zonas urbana, el guerrillero se confunde con la multitud o sorprende con un tiroteo o una bomba en pleno centro de acciones.

A mediados del mes pasado, guerrilleros del Talibán se congregaron al frente de la embajada norteamericana, muy cerca del centro de abastecimientos de la OTAN. No obstante de perecer en su cometido, los talibanés causaron bajas y crearon un clima de terror.

En agosto de este año, los talibanes atacaron un centro civil dependiente del gobierno inglés, el cual estaba encargado de promover la educación, artes y cultura en Afganistán. Murieron muchos civiles.

Los golpes también han estado tomando curso en las zonas rurales. Lamentablemente para las fuerzas norteamericanas, el enemigo ataca en las noches o cuando los soldados estadounidenses bajan los brazos o mantienen un gesto de confianza por las circunstancias de la guerra.

El documental Restrepo, dirigido por el periodista estadounidense Sebastián Junger y el británico-norteamericano Tim Hetherington, nos da un ejemplo claro de las características de las fuerzas guerrilleras de los talibanes. Allí el destacamento militar Fuerzas Especiales del 2do batallón, 503 régimen de Infantería, se internó en el Valle de Korengal, frontera con Pakistán, con el propósito de mantener vigilancia de los destacamentos insurgentes del Talibán.

A pesar del éxito, los efectivos militares norteamericanos del Valle de Korengal sufrieron bajas irreparables, incluyendo al colombiano-norteamericano Juan Restrepo y un sargento de infantería.

El documental pone en evidencia la intermitencia del enemigo. Los guerrilleros no se dejan ver, atacan y se internan rápidamente a sus comandos.

Así, la guerra en Afganistán es incierta. Los objetivos y la estrategia también son una incertidumbre.

Tal vez lo mejor para el gobierno afgano es la negociación, pero hasta eso es muy difícil. La insurgencia no tiene un líder claro para iniciar una negociación.

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