La literatura pudo más que las pandillas

El exitoso autor Luis J. Rodríguez, habla de cómo logró superarse

Incluso en su época de pandillero, en la que si no estaba disparándole a alguien se estaba inyectando heroína, siempre hubo algo distinto en Luis J. Rodríguez.

Cuando no trataba de resolver una disputa puñal en mano o le escapaba a la policía, probablemente se lo encontrase leyendo algo: tal vez “La Odisea” de Homero, “Las uvas de la ira” de John Steinbeck o cualquier otro libro importante.

Sus héroes no eran los pandilleros más veteranos del distrito East LA, sino escritores como dos hijos pródigos de Los Ángeles, John Fante y Charles Bukowski.

“¿Mi libro favorito cuando era pequeño? ‘Charlotte’s Web”’, confiesa el autor medio avergonzado en el modesto Centro Cultural Tía Chucha que fundó con su esposa Trini hace casi una década.

“Me encantó ese libro”, cuenta Rodríguez, mientras finge dar vuelta las páginas, sentado en una mesa del café del centro cultural. “Lo leía todo el tiempo”.

Detrás suyo hay estanterías repletas de libros. Hay de todo, desde el clásico de Ray Bradbury “Fahrenheit 451” hasta “Rain of Gold“, de Víctor Villaseñor y uno publicado en 1993, “Always Running, La Vida Loca: Gang Days in L.A” (La vida loca: El testimonio de un pandillero en Los Ángeles).

Este último, que fue reeditado más de dos docenas de veces y lleva vendidos más de 400,000 ejemplares, le cambió la vida a Rodríguez, quien dejó de ser un poeta borrachín y se convirtió en uno de los escritores chicanos más prominentes de los Estados Unidos.

Luego de ese notable éxito editorial, Rodríguez publicó más de una docena de libros, entre ellos una novela muy bien recibida, “Music of the Mill“, una colección de cuentos, “La república de East L.A.“, varios libros de poesías y un par de libros para niños. Su último trabajo es “It Calls You Back: An Odyssey Through Love, Addiction, Revolutions and Healing“, que acaba de ser publicado por Touchstone, una rama de Simon & Schuster.

“Luis ocupa un lugar importantísimo no solo en la literatura hispana, sino en la literatura estadounidense”, afirmó Rubén Martínez, autor de “Crossing Over” y profesor de literatura en la Universidad de Loyola Marymount.

El escritor de 57 años bien pudo haber sido uno de esos casos de un éxito aislado tras publicar “La vida loca”.

Según cuenta en el libro, tenía 18 años y encaraba una condena de hasta seis años de prisión por agredir a un policía. Pero un juez le dio dos meses de cárcel y le dijo que le estaba dando una oportunidad de enderezar su vida y que no volvería a tener contemplaciones.

“Me hizo pensar que tenía que hacer algo para salvar mi vida”, relata Rodríguez, un hombre robusto, de mirada intensa, con el cuerpo lleno de tatuajes de sus días de pandillero. Al mismo tiempo, es una persona gentil, de hablado suave, capaz de relatar tramos de obras literarias clásicas y de hablar el lenguaje de las pandillas, pasando sin problemas del inglés al español y viceversa.

Si bien dejó atrás la vida de pandillero al salir de la cárcel, en “It Calls You Back” cuenta lo duro que es alejarse de la heroína, el trago y el impulso a buscar peleas.

Cuando escribió “Always Running” bebía mucho y se peleaba con su esposa – y sus ex esposas. Era capaz de fajarse con cualquiera que lo mirase mal.

Incluido su hijo Ramiro, quien siguió sus pasos, se hizo pandillero y pasó más de diez años en la cárcel por intento de asesinato. Recuperó la libertad el año pasado.

Rodríguez, quien hoy tienen una buena relación con su hijo, se siente culpable de los problemas que ha tenido Ramiro.

En medio de todas sus vicisitudes, no obstante, Rodríguez nunca dejó de pensar que algún día podía ser un escritor reconocido.

Rodríguez nació en El Paso, Texas, hijo de inmigrantes mexicanos, y se radicó en California a los dos años. Se hizo adicto a los libros al comenzar la escuela primaria y darse cuenta de que no podía comunicarse en inglés. Los libros fueron una herramienta que lo ayudó a aprender el idioma.

Su pasión por la literatura siguió viva incluso durante su época de pandillero. Recuerda que en una ocasión fue a la única librería de su barrio vestido con su atuendo de pandillero. “Estoy seguro de que pensaron que los iba a robar”, relata Rodríguez entre risas.

Rodríguez y el dueño de la librería terminaron haciéndose amigos.

Cuando salió de la cárcel, Rodríguez tomó clases de literatura mientras trabajaba en lo que podía, incluida una planta siderúrgica. Años más tarde, esa experiencia fue volcada en “Music on the Mill” (Música en la siderúrgica).

Escribió “La vida loca” mientras trabajaba como redactor del noticiero de la radio WMAQ de Chicago, en un esfuerzo desesperado por alejar a su hijo de las pandillas. No lo consiguió, pero ahora comprende que el libro salvó su vida.

Después de su publicación dejó la bebida y se dedicó a la escritura. Regresó a Los Ángeles, donde vive con su esposa y dos hijas en un sector tranquilo, mayormente hispano, de San Fernando Valley.

“Ha pasado por muchas cosas que habrían acabado con cualquier ser ordinario”, comenta su amiga de años Sandra Cisneros, autora de “La casa de la calle Mango” (The House on Mango Street).

“Pero salió adelante y se super��. Siguió creciendo y creciendo hasta llegar a ser un ser humano extraordinario”.

Rodríguez es modesto y afirma que tuvo mucha suerte. Destaca que tenía una especie de escudo protector y que en su época de pandillero nunca recibió un balazo ni tuvo una sobredosis de heroína.

“Me dispararon, me inyectaba heroína, apuñalé a alguien, hasta le disparé a otra persona. Me detuvieron por intento de asesinato. Pero de algún modo pude salirme de todo eso”, manifestó.

Rodríguez no se considera alguien especial pues cree que todo el mundo puede cumplir sus sueños si se le da una oportunidad. Es el mensaje que le transmite a pandilleros, muchachos que le recuerdan lo que era él hace 40 años.

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