Las protestas

Vale la pena observar con cuidado las manifestaciones de protesta, especialmente las de Nueva York, ante y contra “Wall Street” (el mundo financiero), por grupos desorganizados, integrados casi todos por jóvenes -supongo que empujados por el malestar general-, pero sin precisión en sus quejas y sin una organización formal.

No se sabe que quieren a no ser un cambio; no se concreta el malestar, solo se siente y se expresa como en este caso en forma desarticulada. Aun es poco importante, pero puede volverse grave si por enfrentamientos con la policía, que tarde o temprano se van a dar, se convierten esas manifestaciones pacíficas en actos de violencia.

De momento protestan unos por una razón, otros por otra, pero culpan de eso que les molesta a Wall Street, a los especuladores, a los grandes financieros y a los bancos que no han cambiado sus restricciones en su política de créditos.

Esta desorganizada protesta, a la que se suman cada vez mayor numero de personas en distintas partes del país, puede convertirse en una versión popular de un movimiento de izquierda como contrapeso al llamado “partido del té” de extrema derecha.

Todas las grandes reformas políticas han empezado así; esta puede ser una de ellas.

Esa protesta hasta el momento no es partidista. Los manifestantes solo expresan disgusto; están en contra de una situación, sin concretar cual y tampoco como quieren que se remedie.

Para tratar de entenderlos me hago una pregunta: ¿Qué es lo que en realidad ha estado sucediendo en este país que provoca esa reacción de malestar?

Yo diría que lo más grave es que la distancia entre los que tienen de sobra y los que están en situaciones precarias es cada vez mayor y más visible.

Este creciente desequilibrio está aplastando a la clase media que era la espina dorsal de este país, tanto por tener el mayor numero de educados, como por ser la que le ha dado ese carácter social y democrático especial que tiene.

Cada día que pasa esa clase media pierde más y más la importancia que tuvo y su vida está cayendo, en muchos casos, a niveles de pobreza; está siendo aplastada por lo que podría llamarse un “capitalismo desenfrenado”.

Además aquí no es aceptable que la pobreza en el país más rico del mundo esté creciendo a pasos agigantados.

¡Algo estamos haciendo mal!

Y las protestas que se dirigen contra Wall Street me parece son un desahogo de un indefinible disgusto con la politiquería, con la situación económica, la pérdida de sus casas por la crisis hipotecaria y el desempleo.

Este fenómeno de protestas no es un movimiento político partidista, tampoco ha habido líderes que convoquen, ni hay una organización que patrocine sus protestas.

Son manifestaciones, aun sin dueño político, nacidas del pueblo y no de un partido.

No tardarán, se los aseguro, que muy pronto algunos políticos querrán hacerlas suyas.

Pero ojo: Los demócratas han reaccionado ante esas manifestaciones con timidez, característica de sus acciones los últimos años y los republicanos hacen declaraciones absurdas. Sienten que esas protestas son, sin decirlo, en contra de sus fuentes de apoyo económico y… se han ido de la lengua, en un momento político en que hacerlo les puede costar miles de votos.

Se distingue entre esas declaraciones torpes la de Eric Cantor, líder de la Mayoría en la Cámara de Representantes, que llamó a estos jóvenes “Mobs (turbas) ” y los acusa de dividirnos, de enfrentar “América contra América”. Lo dice él que es el “divididor en jefe” en el Congreso, que nunca ha hecho algo para terminar con la terrible división partidista en la Cámara que preside.

Esos manifestantes, muchos de ellos jóvenes, están preocupados por lo que ven y viven y por su futuro. Me hacen recordar las protestas en contra de la guerra de Vietnam y, en cierta forma, las inquietudes estudiantiles del 68.

Estas protestas pueden convertirse en movimientos delicados, si la ceguera política de los grandes partidos les impiden reconocer la importancia de este brote espontáneo de inconformidades, frustrados de como los ha abandonado eso que llamamos el “sistema”.

Las manifestaciones de protesta no son anti negocios, son anti abusos que ellos creen cometen los especuladores de los sistemas financieros.

Todo pudiera ser reflejo del disgusto de miles de personas por la pérdida de sus hogares hipotecados, del alto costo de los servicios médicos y la no existencia de oportunidades para sobrevivir dignamente la creciente inflación; las cifras oficiales parecen un chiste sangriento.

A esos, a quienes los bancos les quitan sus casas, debería dárseles la oportunidad de seguir viviendo en ellas, quizás alquilándolas con opción de recompra.

Las manifestaciones pudieran ser reflejo de la preocupación general por la lentitud desesperante del Congreso para aprobar medidas para la creación de empleos; solo muestran interés en la protección de sus patrocinadores.

Basta oír lo que dicen y la poca esperanza que inspiran los comentarios de los posibles candidatos republicanos, para sentirse frustrado porque no proponen algo que pudiera beneficiar a todos esos que tienen problemas sabidos pero no atacados.

La verdad, a mi no me preocupa lo que están haciendo los manifestantes, sino lo que pueden llegar a hacer si nosotros, con medidas torpes de violencia policial, los impulsamos a la violencia social para la que la situación actual es un caldo de cultivo.

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