No se ilusionen tanto

Ciertos cubanos exiliados escucharon las palabras de Hillary Clinton, la Secretaria de Estado estadounidense, y saltaron en un pie de felicidad. Los corrillos en los cafés del sur de la Florida fueron convocados con el fin de prepararse para un hecho ineludible: la supuesta caída de Fidel Castro.

Es común verlos tertuliar cada vez que anuncian la muerte del dictador o cuando resucita. Los cubanos sufren a raíz de la tiranía y por eso son sensibles a las opiniones sobre este tema. Muchas familias han sido separadas y los que permanecen ahí siguen soportando extremas restricciones alimenticias y de libertades.

Tal vez por esta razón, el anuncio de Clinton fue tomado como un pronóstico.

La secretaria de Estado, compareciendo ante el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara Baja señaló que “Fidel Castro debe irse del poder en Cuba” y que esa política “ha sido la misma durante los últimos 50 años”.

Ella respondía al cuestionamiento de la legisladora cubano-americana Ileana Ros-Lehtinen, quien habló sobre la detención del estadounidense Alan Gross en La Habana y los reportes de que se negocia un posible intercambio por espías cubanos convictos en Estados Unidos.

“No debemos negociar con un Estado promotor del terrorismo”, afirma la porfiada congresista Ros-Lehtinen, quien ha librado grandes batallas por la libertad en Cuba.

La negociación bajo la mesa para liberar a Gross pudiera estar pasando. Más allá de este pacto secreto, no creo que el anuncio de Clinton sea un vaticinio velado; para mi entender es tan solo un juego de palabras repetitivas sin calado.

Los exiliados, que viven especulando, porque idealizan ver el fin de la opresión, comparan esta frase con la que pronunció Clinton en febrero : “el pueblo de Libia ha dejado en claro que es tiempo de que Gadafi se vaya sin violencia y sin retrasos. Agregó, en ese entonces, que “Estados Unidos estaba dando los pasos para ayudar a los libios”. Ya supimos cuál fue el resultado en Libia.

La ilusión de los cubanos en el exilio es solo eso, una utopía.

Aunque parezca poco importante, Clinton debió referirse a Raúl Castro y no a Fidel. Hubiera sido más real. No es el decrépito anciano quién preside, o por lo menos así lo hacen creer.

Por otro lado, teorizar sobre que el gobierno de Barack Obama planearía una invasión a Cuba o estuviera financiando una revuelta popular, es de locos.

Se sabe muy bien que en las calles de La Habana, la gente no ha demostrado ni siquiera un mínimo asomo de indignación, excepto el expresado por las solitarias Damas de Blanco. Dicen los cubanos en Miami que la ira se respira en el aire de la isla y que la gente no habla por miedo, aunque sospecho que ese espíritu antirrevolucionario solo florece en el corazón de algunos, cuando llegan a las costas de la Florida.

A quienes amamos sentirnos libres y respetamos la democracia, nos intriga por qué Estados Unidos ha sido blando y permisivo con los Castro en Cuba por medio siglo. ¿Qué cambiaría la política ahora?

No se ilusionen tanto. Es malo generar falsas expectativas sobre lo que no ocurrirá pronto: el fin de la dictadura.

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