Un campamento sin líderes

Es complicado coordinar a tantas personas sin un orden de jerarquía

A simple vista no falta nada en el campamento que desde el sábado montaron cientos de jóvenes inconformes con la manera como Estados Unidos intenta salir de la crisis. Hay cocina, enfermería, sanitarios, librería, centro de prensa, colchonetas, alimentos, música y hasta una “estación de meditación”.

Sobran manos dispuestas a cargar una pancarta y voces para dar un comentario.

Sin embargo, falta alguien que sostenga la batuta, porque todos la comparten. Por el momento, desde este campamento sin liderazgo se planea una marcha masiva este jueves en el centro de Los Ángeles, visitar las casas en Bel-Air de dos importantes banqueros, llevar a familias de viviendas embargadas a los bancos que se las quitaron, realizar foros comunitarios y permanecer ahí “hasta que sea necesario”.

La espontaneidad del movimiento, según observadores, tiene el gran mérito de haber despertado el descontento estadounidense, principalmente el de los jóvenes, ante una crisis financiera prolongada. Pero de continuar operando bajo un esquema colectivo, sin nutrirse de organizaciones comunitarias, ni entrar al diálogo político podría perder fuerza y extinguirse.

“Crean el ambiente, pero al final debe de haber dirigentes. En España, por falta de una coordinación estructurada, se perdió el momento”, explica Ricardo Moreno, del grupo Pan para el mundo y quien ha seguido de cerca el desarrollo del movimiento llamado “Occupy L.A.”.

Rudy Rodríguez, uno de los encargados de la enfermería del campamento, reconoce que es complicado coordinar a cientos de personas sin una estructura jerarquizada. “Es difícil cuando tienes muchas voces”, expresó este residente de Whittier. “No hay jefe, todo es una democracia; todo el mundo tiene un voto”, explicó.

Otros consideran que no hace falta nombrar a un líder y que, como se ha hecho hasta ahora, la opinión de todos uno es el motor principal de la resistencia. Que ese 99% que los representa a ellos y a toda la clase trabajadora del país puede salir adelante poniendo un granito de arena.

“Muchos hacen carteles, playeras, panfletos; otros educan a la gente o cantan canciones”, explica Gia T., una muchacha de origen brasileño que se encarga de atender a la prensa, sobre la participación de los 400 jóvenes que ayer se encontraban en el jardín del ayuntamiento de Los Ángeles.

Pancartas es lo que más ha abundado en este movimiento: “Dejar de creer en las autoridades y empezar a creer en cada uno”, decía una; “Sí, se puede ocupar”, se leía en otra que hacía alusión a la popular frase del líder sindical César Chávez, retomada por el presidente Barack Obama.

Stephanie López, de 18 años, ayudó a pintar varias de ellas. El domingo por la noche se durmió hasta muy tarde, luego de asistir a foro donde el colectivo redactó sus peticiones, intentando de hacerlas más concretas. “La mayoría somos jóvenes, porque somos el futuro y los que vamos a ser más afectados”, comentó.

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