Defendamos la tolerancia

La ley SB48 que requiere que se incorpore en las clases de estudios sociales en las escuelas públicas de California mención de las contribuciones a la historia del país de personas homosexuales, ha generado gran controversia entre amplios y diversos sectores de la sociedad desde que el gobernador Jerry Brown la firmara el pasado mes de julio, lo que no nos deber sorprender pues con ésta lo que claramente se busca es imponer una visión particular sobre la homosexualidad entre nuestros niños y jóvenes.

En primer lugar, debo dejar claro que de ninguna manera apoyo que se discrimine en contra de una persona por su orientación sexual. Cualquier agresión u hostigamiento físico o verbal de una persona, así como cualquier exclusión de un individuo de una actividad u oportunidad que debería estar abierta a todo ciudadano, sea por la razón que sea, está totalmente injustificada y atenta en contra de la dignidad de toda persona humana. Sin embargo, una cosa es oponerse al discrimen y otra aceptar que la conducta homosexual sea natural y moralmente aceptable. Sobre este último punto hay una diversidad de opiniones y debemos respetar la de cada cual.

Uno de los problemas fundamentales de la ley es precisamente que no respeta la libertad de conciencia de cada alumno. Al exigir que los estudiantes aprendan sobre las hazañas históricas de unas personas en particular, por la sencilla razón de que pertenecen a la comunidad lesbiana, gay, bisexual y transgénero (LGBT), lo que evidentemente se pretende es promover esta conducta como algo normal y esto, como he dicho, aunque no le guste a la comunidad LGBT, es algo totalmente opinable.

Es irónico pues que los proponentes de la SB48 hayan argumentado que la ley era necesaria para promover la tolerancia en las escuelas y para atajar el llamado “bullying”; es decir, la agresión verbal, y a veces física, en contra de un estudiante porque sus compañeros de clase lo consideran diferente. Esta ley lo menos que hace es promover la tolerancia. Impone un punto de vista particular, pisoteando y negando la opinión contraria. Si lo que realmente se busca es promover la tolerancia, lo que se debe enseñar en el salón de clases no son las aportaciones de un grupo u otro, sino la compasión y el respeto por todo ser humano así como por las opiniones de los demás.

La ley, además, atenta contra la autoridad de los padres al requerir que las escuelas aborden temas que les corresponde a ellos tratar con sus hijos en el ámbito familiar. Es responsabilidad de los padres -y no del estado- educar la conciencia de sus hijos -de educarlos sobre moral y valores. El estado no debe interferir con esta responsabilidad básica de la familia.

Por otra parte, hay que preguntarse por qué se debe requerir a nuestros alumnos que estudien a personas particulares por la exclusiva razón del color de su piel, religión, o en este caso, orientación sexual. Lo que cuenta en el estudio de la historia es el valor intrínseco de la gesta o acción de un individuo no la raza o religión a la que pertenecen o si e gay o no. ¿O es que ahora vamos a proponer también estudiar las aportaciones de los heterosexuales como si fueran una categoría aparte?

Esta ley obviamente responde a la visión multiculturalista de la extrema izquierda cultural que propone reducir la identidad y valía de las personas a factores exclusivamente culturales o raciales. Para estas personas lo que define a un individuo es el grupo étnico y racial al que pertenece o su preferencia sexual.

Es cierto que al estudiar la historia de los Estados Unidos, nos topamos con personajes que lucharon muy especialmente por los derechos de todo un colectivo; personas insignes como Martin Luther King, Jr., Susan B. Anthony y otros. Estos héroes nacionales, sin embargo, dieron la batalla en contra de injusticias que atentaban en contra los derechos más básicos de las personas según definidos por el Derecho natural. Luchaban por los derechos de las personas por ser personas, no por ser miembros de un grupo. En este sentido, estos líderes de la historia no son solo líderes afroamericanos o feministas. Son próceres estadounidenses que inspiran y deben ser estudiados por todo ciudadano de EEUU.

No podemos, no obstante, decir lo mismo del liderato LGBT. La agenda que estos avanzan -el legislar el matrimonio gay, permitir la adopción de niños por parejas gay y otras cosas parecidas- no se fundamenta en principios objetivos del Derecho natural, sino en posturas totalmente subjetivas con las cuales personas buenas y bien formadas pueden estar totalmente en desacuerdo. Sería absurdo equiparar la lucha en contra de la segregación racial con el cabildeo a favor del matrimonio gay.

Desafortunadamente, el movimiento que se formó en oposición a esta ley, Stop SB48, y que aglutina a organizaciones pro-familia, padres, estudiantes, profesores, así como ciudadanos preocupados, debido a falta de dinero y organización, no logró recoger el número de firmas necesarias para incluir en la papeleta en las próximas elecciones un referéndum para revocar esta ley. A pesar del resultado, los oponentes de la SB48 han regresado a la lucha rápidamente, radicando dos nuevas iniciativas ante el secretario de justicia del estado para enmendar el estatuto. Una de las iniciativas propuestas eliminaría el requisito de estudiar las contribuciones a la historia de personas LGBT. La otra permitiría que los padres saquen a sus hijos de clases sobre “ciencias sociales y vida familiar” que contradigan sus principios religiosos.

Estas son buenas noticias pues no podemos permitir que bajo un falso llamado a la tolerancia se quiera imponer a nuestros hijos la más burda e incoherente intolerancia. Los defensores de esta ley deben entender que no aceptar que una conducta sea correcta o adecuada no significa no tolerar, no respetar a la persona que incurre en ella. Más aún, en temas opinables, como incuestionablemente este es, el respeto y la tolerancia debe brindarse de parte y parte.

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