Una imagen real

El debate nacional sobre los indocumentados está repleto de inexactitudes, generalizaciones, insinuaciones y estereotipos que entorpecen el diálogo razonable para llegar a una reforma migratoria integral que abarque todos los aspectos de este complejo tema.

Para ellos es necesario dejar de lado el lenguaje incendiario y provocador basado en anécdotas negativas y cifras sin ton ni son.

Un ejemplo de las impresiones discordantes es el hecho de que se hable de un creciente número de indocumentados, no faltó quien exageró hasta los 20 millones, cuando en realidad la tendencia es a disminuir y en el 2010 se estimó que en Estados Unidos había 10.2 millones de personas sin papeles. Esta cifra surge de un reporte del Centro Hispano Pew que analizó números y estimados oficiales de la Oficina del Censo.

Tampoco debe sorprender que una gran mayoría de indocumentados lleva por lo menos 10 años de residencia en nuestro país -35% dijo llevar 15 años ó mas tiempo-, desafiando la impresión de que la persona sin papeles es alguien que entró hace poco y no tiene raíces en la comunidad.

Es más, el análisis muestra a un indocumentado trabajador que forma su familia y que asiste a la iglesia como parte de su vida regular.

Este es un retrato inconveniente para los políticos que tratan de sacar provecho estigmatizando y asustando con mala imagen del indocumentado. La idea de que el inmigrante sin papeles no es un delincuente atenta a un narrativa falsa y malintencionada que, a falta de ideas, propone como alternativa la deportación masiva.

El perfil del indocumentado que surge de los datos del Censo se aproxima a los hechos que hay que tener en cuenta cuando se habla del tema migratorio. Esta es una realidad que no la pueden cambiar las mentiras ni la exageración.

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