La ensalada latina

Agradezco la amable carta de Guillermo López de Santa Bárbara, que me dice que “casi siempre” está de acuerdo conmigo, aunque en ocasiones le parece que estoy equivocado. Me pide mi opinión “sobre la situación política local” y sobre la “comunidad latina” y termina por preguntarme por “cuál partido conviene que voten los latinos”.

Don Guillermo, ese “casi siempre” es halagador porque el que yo pudiera esperar que mis lectores “siempre” estén de acuerdo conmigo sería una inaceptable presunción.

Además, me gusta que me juzguen los que me leen; con sus comentarios me abren ventanas para otras perspectivas.

Don Guillermo: Yo soy solo una persona que da una opinión que puede estar equivocada pero nunca mal intencionada ni tendenciosa.

Creo que la situación política que vivimos es dramática por la pobreza de liderazgo de los pre-candidatos republicanos. Además es reprobable que estemos permitiendo que nuestra democracia se hunda bajo el peso de los dólares.

Los grandes capitales al volverse el factor político dominante están convirtiéndola en una plutocracia.

Tenemos muchos problemas que requieren atención y actualmente, si uno pone un poco de atención, se da cuenta de que se habla solo de los millones que los pretensos tienen para su campaña; estamos carentes de ideas nuevas en un mundo que cambia cada día.

Una política así de triste no motiva a participar.

Aclaro una vez más: No soy miembro del Partido Demócrata ni del Partido Republicano.

Prefiero mi independencia porque me permite comparar objetivamente lo que los miembros de los partidos dicen y pretenden hacer y opinar al respecto.

Hacerlo acertadamente no es fácil porque demanda saber oír, leer mucho y pensar más, haber vivido las malas y las buenas, analizar precedentes y posibles consecuencias y opinar sin ofender… cosa que a veces es difícil.

Pero vamos al voto de los latinos.

Nunca he dicho, ni diré, por quienes o por qué partido deben votar… solo insisto en que lo hagan.

La importancia del voto latino crece si votamos. Y, claro, cada uno debe hacerlo de acuerdo a su ideología y por aquello que crea va a favorecer al país, a él y su futuro.

El decidir por quien votar es un problema individual; lo único que no podemos hacer los latinos es no votar.

Y ahora, don Guillermo, hablaré de lo que somos, mejor dicho de lo que no somos los latinos.

¡No existe una raza latina!

Llamarnos “latinos” o “hispanics” es parte de la necesidad estadounidense de clasificarlo todo…

Los “latinos” somos de todos colores, desde el blanco, rubio y de ojos azules (no muchos pero los hay) hasta el negro, pasando por todos los tonos de café.

Somos producto de migraciones europeas multirraciales y de mezclas con razas indígenas desaparecidas y otras que aun existen y que son diferentes en cada uno de los países de Latinoamerica y del Caribe.

Tampoco existe una similitud de culturas y civilizaciones en nuestros países. Cada uno, aunque en un momento histórico fueron parte de un imperio importante, tenían y tienen historia propia y, en muchos casos, existe cierta rivalidad entre ellos. Unos más que otros hemos sufrido guerras, revoluciones y todo tipo de dictadores, muchos de ellos impuestos por los Estados Unidos y otros producto de caciquismos innatos que no terminan.

Idiomáticamente tampoco somos iguales. Las lenguas oficiales son el español y el portugués; no oficiales hay cientos y muchas tribus indígenas aun hablan en sus idiomas ancestrales.

Nuestra música, pintura, arte popular y folklore son hermanos pero distintos; existen variaciones culturales incluso dentro de cada uno de nuestros países.

O sea: ¡Somos iguales y terriblemente diferentes!

En este país nuestra diversidad latina forma una enorme ensalada de personas rabiosamente individualistas que incluso discrimina entre si.

En esa ensalada yo soy una pequeña parte que aporta su voz y opinión y cada uno de los latinos lo suyo.

Cuando a usted, don Guillermo, le sirven una ensalada en un restaurante importa más el sabor general que los ingredientes.

Por el sabor de esa gigantesca ensalada nos juzgan a los aquí llamados latinos. Por ello es importante que cada uno de los ingredientes, usted y yo, seamos dignos representantes de parte de ese sabor por el que se nos acepta o rechaza.

¿Y como es esa “ensalada”?

Primero: Por muy buena que sea no debe estar omnipresente; hay quienes se molestan por ello.

El querer imponerla y hablar de su importancia solo crea el rechazo a nuestra ensalada.

Segundo: Toda ensalada tiene que ir evolucionando y sin dejar de ser latina debe irse adaptando a circunstancias locales.

Tercero: La ensalada se sirve como complemento, nunca como platillo principal, ni siempre. Para que sea atractiva hay que moderarla en sabor y en presencia.

Cuarto: No hay que presumir tanto de nuestra ensalada ni esperar que les guste a todos.

Quinto: Hay que ver que ingredientes de esa ensalada pueden incorporarse a otros platillos, sin que se destruya el sabor latino original.

En esa forma el sabor latino se puede extender sin ser impositivo y volverse parte de este país y dejar de ser extraño.

Sexto: En tanto insistamos en nuestra individualidad y desunión seremos solo partes de una ensalada que, políticamente, tienen poca importancia.

Don Guillermo: Puede que esta metáfora esté jalada de los pelos pero espero que sirva para explicar como veo nuestra presencia aquí.

Y… buen provecho.

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