¡Benedicto, ya eres mexicano!

En misa multitudinaria, el Papa encarga paz de México a la Virgen de Guadalupe

Miles de jóvenes católicos disfrutan de la soleada mañana en el Parque Bicentenario.

Miles de jóvenes católicos disfrutan de la soleada mañana en el Parque Bicentenario. Crédito: EFE

SILAO, México.- El papa Benedicto XVI se puso un sombrero de charro color negro que le regalaron cuando serpenteaba la ruta en el Papamóvil y se abrió paso entre los más de 650,000 católicos que lo esperaron en el Parque Bicentenario y sus alrededores, quienes soltaron vítores y agitaron banderas amarillas y blancas.

Venía de sobrevolar en helicóptero el cerro del Cubilete, donde se encuentra la figura monumental Cristo Rey, de 80 metros de altura, que lo inspiró para la homilía en la que dio su más largo discurso desde su arribo a México y habló tajante y claro sobre el ejemplo del hijo de Dios como soberano.

“Su reinado no consiste en el poder de sus ejércitos para someter a los demás por la fuerza de la violencia”, dijo durante la única misa pública de su visita.”Se funda en el poder más grande que gana los corazones: el amor de Dios”.

Benedicto XVI encuentra a México en un contexto de enfrentamiento directo de las Fuerzas Armadas contra el crimen organizado, pero el arzobispo de León, José Guadalupe Martín Rábago se fue más atrás para resumir las causas de violencia y muerte.

“Tiene las raíces perversas en la pobreza, la corrupción, la falta de oportunidades, la mala impartición de la justicia y un cambio en la sociedad que busca la acumulación de dinero rápido sin importar su costo”.

El Papa se entrevistó el sábado por la tarde con familiares de víctimas de secuestro, extorsión y desapariciones; con esposas e hijos de soldados y policías caídos en el combate de la delincuencia.

Había otras más en la misma misa, la única pública que ofreció para los mexicanos, con experiencias a la vuelta de la esquina como la de Aideé Luna, de 35 años, cuya familia ha sido extorsionada telefónicamente dos veces en el último mes.

“Me dieron el nombre de mi hija y datos muy personales para que me diera miedo y les diera dinero, pero yo tuve más fe en Dios y no les di nada hasta que dejaron de llamarme”.

Un consejo similar dio el Sumo Pontífice desde el altar montado a unos 200 metros del sitio donde se encontraba Aideé, al invitar a estar “con la fe y la caridad” bajo la sombra de la la virgen de Guadalupe.

Lo enfatizó al final del rezo Angelus Domini, al mediodía y después de dos horas del inicio de la eucaristía, cuando el calor sofocaba a los devotos exhaustos también de gritar desde el primer instante en que el Papa partió de la plaza con el sombrero: “Benedicto, hermano, ya eres mexicano”.

Después callaron hincados, entre rezos y cantos sacros de jóvenes cantores que acompañaban al Santo Padre, quien se encontraba debajo del techo de la estructura construida en su honor sobre una base de cantera rosa cuya decoración en la pared frontal sólo incluía un alargado cristo crucificado y la Virgen del Tepeyac a la derecha.

“En estos momentos en que tantas familias se encuentran divididas o forzadas a la migración, cuando muchas padecen a causa de la pobreza, la corrupción, la violencia doméstica, el narcotráfico, la crisis de valores o la criminalidad, acudimos a María en busca de consuelo, fortaleza y esperanza”.

Los más jóvenes incluyeron, desde sus lugares en la plaza, otros problemas que el jerarca católico no ha tocado de manera frontal, un resquicio que han aprovechado las iglesias evangélicas para hacerse de adeptos en el país, donde han crecido los últimos años.

Ayer mientras Benedicto XVI se encontraba en el acto de mayor acercamiento entre los mexicanos, la Iglesia Luz del Mundo congregó a unos 7,000 seguidores a unos 15 kilómetros hacia el municipio de León.

“El Papa debería tocar el tema de la desintegración familia”, alertó Almir Gómez, un voluntario de la organización de la misa católica.

Este químico farmacobiólogo, de 30 años, está separado de la madre de su hijo de ocho años y no se siente tranquilo por la “difícil” relación con su expareja. “A veces los sueños se derrumban y uno no sabe qué hacer”.

Más allá del cerco de seguridad del Parque Bicentenario, detrás de una malla ciclónica con alambre de púas – donde escucharon la misa quienes no alcanzaron boletos- Juan Armendaris, de 62 años, detalló el porqué de su fe más reacia, más fuerte, un problema que el Sumo Pontífice tampoco abordó.

“La drogadicción”, mi hijo fue un adicto a los solventes durante 10 años y sólo Dios sabe lo que pasa un padre por esta situación”.

El Papa terminó la celebración con una oración frente al retablo de la Guadalupe, una acción que observaron de cerca los invitados especiales como el presidente Felipe Calderón y los candidatos presidenciales Josefina Vázquez Mota (PAN), Enrique Peña Nieto (PRI) y Andrés Manuel López Obrador (PRD).

La gente se encaminó a la salida: un mar de peregrinos que desandó sus pasos con sombreros de paja y gorras contra el sol en la cabeza; bancos, sillas, plegables, cobijas, colchonetas que usaron para pernoctar en la mano.

Algunos ya estaban nostálgicos. “Lo vamos a extrañar”, dijo una mujer en silla de ruedas.

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