Armstrong va al banquillo

Implican a cinco del equipo del otrora astro del ciclismo mundial

Lance Armstrong (izq.), y  su exdirector de equipo, Johan Bruyneel, cuando festejaban en los Campos Elíseos de Francia en 2005.

Lance Armstrong (izq.), y su exdirector de equipo, Johan Bruyneel, cuando festejaban en los Campos Elíseos de Francia en 2005. Crédito: AP

PARÍS, Francia (AP).- Tome toda la historia de Lance Armstrong -sus proezas deportivas, su valiente batalla contra el cáncer, su retorno triunfal para ganar la carrera más dura del ciclismo- y tírela al cesto de la basura. Basta con el cuento. Nunca sucedió. A otra cosa.

Eso es lo que hará la Agencia Antidopaje Estadounidense si puede sustentar las acusaciones de que las siete victorias de Armstrong en el Tour de Francia fueron tan solo el resultado del episodio de uso de estimulantes más escandaloso en la historia del deporte.

Para que ello suceda habrá que recorrer un largo camino. Es previsible que el ciclista se defienda con uñas y dientes, como lo ha hecho a lo largo de toda su carrera, y cuestione cada acusación, cada palabra y cada coma de la presentación de la AAE.

La Agencia implicó también a su amigo y exdirector de equipo Johan Bruyneel, a tres médicos y a un preparador físico, a los que acusa de ser “parte de una conspiración” para dopar al pedalista.

Armstrong siempre se vanaglorió de lo mucho que se entrenaba, más que ningún otro pedalista, y decía que ese había sido el secreto de sus triunfos en el Tour entre 1999 y el 2005.

Pero la AAE ofrece otra versión. “Numerosos ciclistas, personal de los equipos y otros declararon, basados en conocimiento personal obtenido observando a Armstrong o a través de admisiones de dopaje de Armstrong ante ellos, que Lance Armstrong usó (la sustancia) EPO, transfusiones de sangre, testosterona y cortisona”, dice en su acusación.

En otras palabras, una cantidad de sustancias farmacéuticas prohibidas que le dieron ventaja en el clásico de tres semanas por rutas francesas.

Con los millones que ganó en el deporte y amigos importantes, generados en parte por sus campañas contra el cáncer, Armstrong tiene dinero y muchos aliados para combatir las nuevas acusaciones.

Pero de ser hallado culpable, se acabaría su leyenda y pasaría a ser el nuevo símbolo del lado oscuro del ciclismo, de los pedalistas cuyas venas se hinchaban pero, extrañamente, no parecían cansados luego de acelerar por los Alpes.

Otros payasos que habrían participado en esta farsa serían los organizadores de la carrera, que insistieron en que no había nada raro; los burócratas del deporte, que no intervinieron con firmeza, y los periodistas que se cansaron de brindar alabanzas sin investigar a fondo.

Fue una era tan absurda que, si por algún milagro, Lance Armstrong es despojado de sus títulos en el Tour, ¿a quién se los dan?

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