Historias de locos bajitos

Ocurrencias, historias y picardía de los niños

A petición del público, como dicen los circos pobres pero honrados que se despiden varias veces, vuelvo con mis historias, no sin antes pasar la ponchera para pedir la limosnita de anécdotas similares:

“Mami, cuando esté grande quiero ser profesora de perros. Les voy a enseñar a ser buenas personas. (Calla). Y también me gustaría ser profesora de personas para que sean buenos perros”. (Gabriela).

“¿Por qué los abuelos son los papás de los papás de uno?”, pregunta Jerónimo.

Cuando mi hijo Santiago tenía tres años se preguntaba si había mar para niños.

Al día siguiente de la incineración de su tío, Katya, 5 años, le preguntó a su mamá:

– Mami, ¿y al abuelito por qué lo inseminaron?

Los niños, cuando comienzan a hablar de corrido a los 3 años, producen frases absolutamente originales. (Chomsky)

“Papá”, comenta el niño, “he estado pensando mucho en lo que nos dijiste durante la cena, de que tenemos que ir pensando en qué queremos ser cuando seamos mayores, y ya lo sé”. “¿Y qué es lo que quieres ser?”. “Haragán”, me respondió.

“Mami, cuando yo mande, voy a prohibir que les echen escupas (saliva) a las estrellas fugaces. Pero si les quieren rezar o pedirles deseos, no será prohibido”. (Tata, 4 años)

“Eaaaaa, qué bobo el tío Lucas que no cree en Dios. Yo sí creo en todos, todos los dioses”. Cyprian, 5 años.

Laurita, en vez de decir: “Dar el pésame”, dice “dar el bésame”.

“Hey, mami, qué de malas las sirenas”, me dice la Tata.

– ¿Y eso por qué, nena?

– Porque no hay sirenos.

Una niña de seis años le escribió a Alberto Einstein al ver su foto en el periódico. Le decía que ella pensó que tendría suficiente dinero para pagarse un corte de pelo.

El hombre de 78 abriles habla con una niña que le dice que lo quiere muuuucho. Decide preguntarle:

-¿Entonces cuando estés grande te casarás conmigo?

Ella se quedó pensando un momento y luego le dijo:

-No, porque cuando yo esté grande, tú estarás muerto.

Cuenta la maestra:Estábamos en clase de danzas con niños de tres años. Uno de ellos, Julián, se detuvo de pronto y empezó a mirar para el suelo con atención. “¿Qué te pasó Julián?”, le pregunté. “Se me cayó mi moco. ¿Dónde está mi moco?”. Lo buscamos, claro, en vano. Le expliqué que iba a encontrar más mocos en su nariz, que por fortuna la nariz siempre estaba produciendo mocos… “Yo quiero mi moco”.

Gabriela pregunta a su madre: “Mami: ¿Cómo quieres que te escriba mi nombre: en manúscula o en miyúscula?”.

Cuando estaba muy chiquita mi hija Verónica me preguntó:

– Papi, ¿qué tan lejos quedan las estrellas?

– Hijita, hay unas que están tan lejos que su luz todavía no ha llegado a la Tierra.

-Y si su luz no ha llegado a la Tierra, ¿cómo sabes que existen?

Otra vez, más grandecita, la invité a que viéramos en televisión un programa sobre la gravedad terrestre:

-Hijita, ven, vamos a ver este programa en el que explican por qué se caen las cosas.

-No papito, yo ya sé por qué se caen: ¡porque uno no tiene cuidado!

El niño José María, nació zurdo. Lo que era un lío de marca mayor. En casa su mami, le amarraba la izquierda para obligarlo a utilizar la mano derecha. Sobre todo para persignarse. Cuando quedaba libre, el chiquitín empezaba a gritarle a su progenitora: “Y ahora me despersigno”.

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