Rodrigo Cortés: un ‘privilegiado’

Rodrigo Cortés está agradecido, y no orgulloso, de tener a Robert De Niro en la cinta 'Red Lights'

Rodrigo Cortés  luego de  haber presentado su cinta 'Buried' en Estados Unidos, en el 2010.

Rodrigo Cortés luego de haber presentado su cinta 'Buried' en Estados Unidos, en el 2010. Crédito: EFE

Casi dos años después del estreno en EEUU de Buried, la película con la que Rodrigo Cortés rompió moldes, ahora al director le toca el más difícil todavía -volver a sorprender a Hollywood con su nueva cinta, Red Lights, en la que cuenta con un actor “más grande que la vida”, Robert De Niro.

“De Niro es el tío que si conoce al papa, al que le hace ilusión es al papa”, dijo Cortés en una reciente entrevista por el estreno del filme hoy en territorio norteamericano.

“Soy un privilegiado por haber trabajado con el actor vivo más grande de la historia. Reaccionó de forma poderosa al guión y describió los diálogos en términos difícilmente repetibles”, añadió.

Pero por mucho que admirase al intérprete, el realizador gallego sabía que en el rodaje debía aparcar cualquier tipo de pleitesía para obtener de él lo que anhelaba.

“Cuando lo veo no siento orgullo personal, sino fascinación por lo que hizo. Modeló esas palabras y adquirieron una verdad absoluta. Me siento mucho más agradecido que orgulloso”, manifestó.

Trailer de Red Lights

En su segunda experiencia estadounidense tras la aclamada Buried, Cortés traza en Red Lights una fina línea entre percepción y realidad mientras sigue a dos investigadores de fraudes paranormales (Sigourney Weaver y Cillian Murphy).

Su actividad cambiará en el momento en el que Simon Silver (De Niro), el mayor psíquico de todos los tiempos, se cruza en su camino.

El cineasta es consciente de que Buried fue una película “única, en el sentido de ser singular” -toda ella discurría dentro de un ataúd- y que el siguiente paso que diera en su carrera iba a suponer “un riesgo inevitable”, un camino que Cortés compara con el que emprendieron autores como Christopher Nolan tras Memento o M. Night Shyamalan después de The Sixth Sense.

Red Lights se estrenó en España en marzo aunque sus primeros pases tuvieron lugar en enero durante el festival de cine independiente de Sundance.

“Las épocas de estreno distorsionan mucho. En esos meses la película se convierte en una hamburguesa y se busca la mejor forma de venderla. Las reacciones que generan son como muy definitivas y las opiniones buscan convertirse en mármol. Pero de algún modo las películas sólo empiezan a serlo dos años después, cuando pasa la carga de ansiedad y se convierten en una experiencia limpia”, dijo.

El director se refiere así a las expectativas generadas y las críticas publicadas sobre el proyecto, ya que, como dice uno de los personajes en la película, el de la doctora Matheson (Weaver), “afectan a la percepción de las cosas”.

“Es parte del juego y hay que vivirlo con mucha deportividad”, apuntó Cortés, que ha hecho paradas en Los Ángeles, San Francisco, Chicago, Nueva York y Toronto para presentar el filme, cuyo número de copias irá en aumento tras su estreno limitado de este viernes.

Cortés, de 39 años, es el director, guionista, montador y productor de Red Lights, una apuesta tan personal como el significado de algunos de los diálogos ya que hay algo del realizador “en todos los personajes”.

“No estoy interesado en creer en las cosas, sino en entenderlas”, manifestó. “Respeto absolutamente las creencias, pero quiero que mi percepción del mundo sea útil. Necesito entender la razón detrás de las cosas. Por eso prefiero centrarme en esta vida, que es la que puedo manejar ahora”, sostuvo.

En su nuevo ejercicio como prestidigitador, Cortés planta a lo largo de la primera hora de la película una serie de claves que abonan el terreno al espectador para posteriormente hacerlo añicos y llenar la pantalla de incógnitas.

“Ocurre algo que hace que te sientas huérfano. El espectador ya no sabe qué creer. Lo que creías cierto ahora está en duda”, indicó el cineasta acerca de un suceso que desemboca en un desenlace inesperado y que ha provocado reacciones muy bipolares.

“La cinta nunca se estructuró como un giro final que revalúa la situación y te saca del cine hipnotizado. Algunas obras de ese tipo y que a mí me gustan sin ese final no funcionan, porque todo se fundamenta en la sorpresa. Ésta no es así. No hay grandes respuestas. La película es en sí un gran signo de interrogación”, comentó Cortés.

Su apuesta por dejar cabos sueltos y hacer que la gente “se lleve trabajo a casa” es decidida.

“La gente tiene teorías diferentes y habla sobre ellas pasado el tiempo. Eso me fascina como espectador. A mí eso me crea un sentimiento de pequeña victoria”, concluyó.

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