Purépechas conservan su idioma

A pesar de vivir en la frontera han logrado mantener sus tradiciones

Fotografía que muestra el arte purépecha.

Fotografía que muestra el arte purépecha. Crédito: Cortesía

Primera de dos partes

TIJUANA, México.- Cada semana Villubaldo López, de 55 años, elabora junto a su esposa y nietos cien piñatas de cartón en la sala de su casa, un humilde hogar ubicado en una loma del barrio Constitución, al este de Rosarito, ciudad turística bajacaliforniana a 30 minutos de la garita internacional de San Ysidro, California.

La familia López es una de las 250 de origen indígena purépecha nativas de Janitzio, la isla situada en el lago de Pátzcuaro, Michoacán, que desde hace casi dos décadas fundaron esta colonia.

Son la mayor concentración de esta etnia fuera de Janitzio y, a diferencia de otras comunidades indígenas, han conseguido mantener viva su lengua, además de sus coloridas tradiciones familiares, gastronómicas, religiosas y artísticas.

El principal sustento económico de estas familias en Rosarito es la fabricación de piñatas. Realizan en promedio 5,000 cada semana para ser exportadas a Estados Unidos, dijo el dirigente de esta comunidad Lázaro Guzmán, de 46 años.

Una mañana de un jueves reciente, López tiene 40 piñatas ya terminadas. El hombre fabrica piñatas de todo tipo, incluidas algunas con formas e imágenes de dibujos animados populares y superhéroes. El oficio lo aprendió en Rosarito, donde se intensificó el contacto de la etnia con la sociedad moderna. Pero esto no quiere decir que López se esté apartando de sus tradiciones, pues conserva su lengua, su vestimenta, sus fiestas y otras actividades artísticas y gastronómicas.

Mientras trabajaba, conversaba en lengua purépecha con su esposa, quien preparaba el desayuno, y uno de sus nietos, que jugaba con un carrito, al tiempo que explicaba en español su oficio de fabricante de este tipo de manufactura artesanal.

López dijo que le ha enseñado el valor del trabajo a sus hijos y nietos, pero que lo que más le llena de orgullo es que las costumbres de su pueblo, transmitidas de generación en generación en su natal Janitzio durante más de 400 años, se hayan conservado aquí.

“La sangre indígena se hereda, pero las tradiciones, si no se practican, se olvidan, se pierden”, expresó.

El Sistema Educativo Estatal (SEE) afirma que en Baja California hay presencia de 56 de 62 etnias mexicanas y que los pueblos indígenas nativos de la zona han perdido en mayor o menor grado su lengua y en cada comunidad se cuentan con pocos hablantes.

“Baja California es un estado receptor de migrantes, cada uno de ellos con realidades propias de su entorno”, expresó Armando Estrada, director de la Unidad Regional de Culturas Populares, una oficina federal que depende del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

“Muchos migrantes indígenas e incluso indígenas nativos de Baja California, como los kumiai, paipái, cucapá y kiliwa, no han podido preservar sus propias lenguas porque históricamente han salido de sus lugares de origen a buscar trabajo o mejores condiciones de vida y en esos contextos se han separado de sus comunidades y dejan de practicar sus tradiciones”.

Se estima que la población indígena nativa o migrante en Baja California es de 76,000 personas, de las cuales poco más de 74,000 provienen principalmente de estados como Oaxaca, Veracruz y Guerrero. La población de indígenas pertenecientes a grupos nativos del estado es de casi 2,000 personas.

Estrada dijo que, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los indígenas que emigran y pierden sus tradiciones porque se asimilan a su nuevo entorno, los purépechas de Rosarito consiguieron crear vínculos adaptando y adoptando lazos comunitarios frente a realidades que se les presentaban y las mezclaron con sus tradiciones.

Con ello, agregó, han enriquecido la diversidad cultural que existe en Baja California y la misma comunidad ve con tolerancia y respeto sus formas de vestir, hablar y sus festejos.

En el barrio Constitución, la comunidad purépecha construyó con sus propios recursos además de sus viviendas, un preescolar, una primaria, una cancha deportiva y una iglesia, donde celebran la mayoría de sus fiestas tradicionales.

Dentro de la parroquia están las réplicas del Señor de Carácuaro, un Cristo que los purépechas consideran milagroso y que le conservan fe y esperanza para subsanar sus dificultades, y de San Jerónimo, el santo patrono de la isla de Janitzio.

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