Algo que Ryan puede explotar

La industria láctea en estados como Wisconsin necesitan mano de obra

¿Tienen inmigrantes ilegales? La industria de lácteos de la nación los tiene y no sobreviviría mucho tiempo sin ellos.

Ahora que Paul Ryan, de Wisconsin, ha sido escogido por Mitt Romney para integrar la fórmula republicana, sirvámonos un vaso de leche y sostengamos el debate que hemos esperado con ansiedad.

Debemos hablar de la inmigración no guiados por la emoción, sino por la economía. Como otros estados de producción láctea -es decir, California, Nueva York, Vermont- Wisconsin depende mucho de esa industria. Y la industria depende, en gran medida, de la mano de obra de los inmigrantes indocumentados. Es así de simple.

Lo mismo ocurre con otras industrias donde se trabaja al aire libre, como la agropecuaria y la jardinería. Si se trata de un trabajo donde se usan las manos y se trabaja afuera, encontraremos muchos trabajadores extranjeros realizándolo.

Apuesto a que Ryan comprende ese hecho, y que ese es uno de los motivos por los que ha apoyado, durante mucho tiempo, las iniciativas del Congreso para proporcionar una fuerza laboral más estable para ese tipo de industrias. Entre ellas está la ley AgJobs, que fue redactada por un grupo de legisladores bipartidista y que hubiera legalizado a unos 500 mil campesinos. Ryan fue copatrocinador de todas las versiones de esa ley en cuatro Congresos consecutivos.

“Creo que había de por medio un cierto pragmatismo”, me dijo Craig J. Regelbrugge, codirector de la Coalición Agrícola para la Reforma de la Inmigración. “Existía un serio problema de electorado y un problema económico en su distrito. La industria de los lácteos en su distrito produce más de cien millones de dólares anuales en leche y productos lácteos. Sus viveros [del distrito] e invernaderos cultivan casi 45 millones de dólares en árboles, arbustos y plantas”.

Regelbrugge, quien también es vicepresidente de relaciones gubernamentales para la Asociación Norteamericana de Viveros y Jardinería, prácticamente admite que esas industrias fracasarían sin los trabajadores indocumentados.

“La mayor parte de la fuerza laboral que sostiene estas industrias no nació en Estados Unidos y tiene papeles que se ven mejor de lo que realmente son”, dijo. “Son prácticamente los únicos que solicitan un trabajo que les da el privilegio de tener su brazo metido hasta más allá del codo en la vaca Elsie, a las 3:00 de la mañana, mientras da a luz”.

Exacto.

Los estadounidenses hablamos mucho sobre la inmigración, pero normalmente hablamos de ella en forma equivocada. En general discutimos sobre el impacto de los inmigrantes en la cultura -es decir, nos quejamos de que la gente habla español en el supermercado o en el correo- mientras no admitimos el impacto positivo de los inmigrantes en la economía.

Es parte del dilema que enfrentaron los republicanos esta semana en Tampa, durante su convención. No pueden ganar sin los hispanos. Sin embargo, no pueden lograr que los hispanos les voten si no aprenden a hablar de la inmigración en forma que no sea ofensiva. Y no pueden hacer eso si no dejan de insistir en el impacto de los inmigrantes en la cultura y comienzan a hablar sobre la forma en que los inmigrantes -hasta los indocumentados- afectan la economía.

Es aquí donde entra a jugar Ryan.Ryan podría ayudar a destrabar este debate, y podría ayudar a que su partido se mantuviera a flote. Y en ese proceso, podría ayudarnos a aceptar hechos básicos, que hemos sido reacios a enfrentar.

Hace unos años, me invitaron a ser el locutor de un programa radial en San Diego, cuando recibí una llamada de un habitante de la ciudad, que debe haber pensado que la leche viene en cartones de supermercado. Por haberme criado en la zona rural del centro de California, sé que algunas de las tareas más duras y sucias nunca se harían si no fuera por la presencia de los inmigrantes indocumentados.

Por ejemplo, dije en la radio, ordeñar vacas. Esa mañana, el Wall Street Journal había publicado un artículo detallando en qué medida la industria moderna de lácteos dependía de trabajadores extranjeros, la mayoría de los cuales eran indocumentados. El oyente quería refutar ese argumento. Después de todo, señaló, en esta época, la mayoría de los tambos usan máquinas ordeñadoras.

Yo respondí: “Es cierto. Pero, ¿quién conecta la máquina a la vaca?”.

En ese momento, mi productora intervino sarcásticamente con su propia respuesta: “La vaca”.

Así es. En lo que respecta a algunos, ahí está la respuesta a nuestro problema de la inmigración: La vaca que se autoordeña.

Mientras tanto, de vuelta en el mundo real, necesitamos de alguien como Ryan para que tome cartas en el asunto y ayude a dar forma al debate de la inmigración para gente real, que enfrenta una escasez real de mano de obra.

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