Los Porras, salieron para evitar la extorsión

Aunque presentaron denuncia, no hubo investigación

Miembros de la familia Porras describieron las jornadas de terror que vivieron en Villa Ahumada, Chihuahua, que los obligaron a salir de México sin más pertenencias que lo que traían puesto.

Miembros de la familia Porras describieron las jornadas de terror que vivieron en Villa Ahumada, Chihuahua, que los obligaron a salir de México sin más pertenencias que lo que traían puesto. Crédito: Gardenia Mendoza / La Opinión

SAN ANTONIO, Texas.- En una semana, la familia Porras pasó de ser de las más prósperas de Villa Ahumada, en México, a una las más desdichadas en este país.

Hospedados por caridad en un lugar oculto, “limpian vidrios y lavan trocas” para ganar unos dólares y olvidar el dolor que provoca que uno de los suyos se quedara tirado sobre la tumba de su padre a quien había llevado flores cuando recibió un balazo.

No lo pudieron sepultar porque las amenazas en los celulares precipitó el 19 de junio la huida de 20 miembros del clan: doce adultos y ocho niños.

Montaron tres camionetas y pusieron pies en polvorosa para dejar atrás “toda su vida”: siete casas, y los negocios: cremerías, boutiques, una aseguradora y una cervecería.

” Nadie quería enterrar a mi hermano Jaime”, recuerda César, el primogénito de Rodolfo Porras, quien el 17 de junio se convirtió en la primera víctima. Finalmente lo sepultó el cura.

Desde entonces han transcurrido tres meses. Es un caluroso domingo y la familia intenta levantar el ánimo en un día de campo entre las montañas texanas.

Los niños corretean debajo del sol brillante del atardecer, las mujeres guardan silencio y los hombres miran nerviosos al horizonte.

“Allá sigue operando como siempre Jesús Salas Aguayo”, explica Jorge sobre su persecutor en el poblado de 8,500 habitantes ubicado, a 130 kilómetros al sur de Ciudad Juárez, una de las zonas de control del Cártel de Juárez.

Salas es aparentemente el tercero al mando de la organización. Está fichado por la muerte de un testigo protegido del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) que presuntamente declaraba en su contra.

“Nos queda claro que su venganza puede llegar hasta aquí”, teme Héctor, hermano y tío de los Porras asesinados.

“Si no nos dejamos extorsionar y además los denunciamos, ¿qué sigue para la familia? ¿De qué sirvieron tantos interrogatorios de las autoridades, donde dimos nombres, fechas, sitios donde se ocultan?¿Para qué piden que denuncie la gente si no van a hacer nada”.

.Después de la ejecución de Jaime, los Porras llamaron por teléfono a los números de emergencia que el Ejército publicitaba por Radio Cañón, una estación local donde a diario anunciaban un código gratuito “para denuncia anónima”, pero nadie respondió.

Descartaron, por desconfianza, la ayuda del destacamento de la policía federal en Villa Ahumada, pero cuando pasó una patrulla asignada a la población vecina de Le Barón. No dudaron en pedir ayuda.

“Nos van a matar”, explicaron a los agentes a quienes mostraron los mensajes de texto en el celular.

Los policías pidieron ayuda a otros compañeros y unas horas después Los Porras tomaron la carretera rumbo a Juárez sin ninguna pertenencia más que la ropa puesta..

Testificaron durante una semana ante el representante de la Procuraduría General de la República en Juárez, César Agusto Peniche y su personal.

Pusieron el dedo en la caja de pandora de Villa Ahumada: el narcomenudeo, la venta de gasolina y mercancía robadas, la piratería de música y videos; el secuestro y la extorsión. Todo con nombres y apellidos de los delincuentes.

Los Porras no habían sido tocados por el crimen organizado como ya ocurría con otros comerciantes desde 2009, pero recientemente les exigieron cuota por derecho de piso.

Aparentemente los sicarios comenzaron a utilizar esta estrategia porque sus actividades como narcotraficantes se entorpecieron cuando fue encarcelado Pedro Sánchez, lugarteniente de Vicente Carrillo Fuentes, líder del cártel de Juárez por quien EEUU ofrecía cinco millones de dólares, .

“La mafia se adueñó de las actividades ilícitas del municipio con ayuda del alcalde: su esposa es prima hermana del jefe de la banda”, sostiene Jorge. “Si alguien hace su luchita y se mete en alguno de los negocios ilegales, ellos los ahorcan o les cortan las manos o los brazos”.

¿Por qué la PGR no interviene aún en Villa Ahumada como exigió la familia antes de emigrar y pedir asilo? El delegado Peniche no respondió.

A solicitud de entrevista sobre el caso, la dirección de enlace de comunicación social regional sólo escribió unas líneas, por correo electrónico, acerca de los esfuerzos de la dependencia para persuadir a Los Porras de no emigrar a Estados Unidos.

“Luego de presentarles diversas propuestas formuladas por las autoridades federales y estatales para su cambio de residencia en diversos estados y ciudades de la república mexicana, lo cual incluiría su manutención, ellos optaron por cruzar a la ciudad de El Paso”.

¡Cómo nos íbamos a ir al Distrito Federal, donde querían enviarnos, si los mismos ministeriales nos dijeron que no nos confiáramos!, reclama Jorge. ¡Si nos quedábamos seríamos muertos!

Su patrimonio de generaciones fue destrozado: los delincuentes saquearon las casas, muebles, ropa; desmantelaron el rancho para vender las estructuras metálicas como fierro viejo, quitaron ventanas, remataron remolques de campo y todavía se pasean en una de las camionetas.

De este lado de la frontera, los Porras ni siquiera tienen papeles de identidad como actas de nacimiento o certificados escolares porque las olvidaron con la prisa de huir. “No podemos recuperarlas, pedirlas al registro civil, porque pocos nos contestan el teléfono allá y nadie se atrevería a solicitarlas, sería como ponerse la pistola en la cabeza”.

En este desbarajuste de documentos los más afectados han sido cinco pequeños que no han podido ser inscritos a la escuela. Pasan el día estresados, sin entender muy bien el asunto.

A ratos los padres entran en crisis, sobre todo cuando los rumores vuelan para avisar que otros ya murieron como el comerciante aliado Francisco Buendía y su esposa… allá quedan todavía algunos parientes lejanos, ¿qué va a ser de ellos? ¿qué vamos a hacer si no nos dan asilo político?

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