La nueva mejor amiga

La prostata cobró una nueva importancia en Colombia

Desde que el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos la sacó del anonimato, la próstata no sale de las primeras páginas de los diarios. Inclusive, desplazó el sensible tema de la paz en todas las tertulias.

El país está encantado con la próstata de “Juan”, como le dicen sus hermanos. Uno de ellos (Luis Fernando) anda por el mundo sin ella.

La democracia estuvo a salvo. Nunca hubo vacío de poder. Santos fue anestesiado sólo del ombligo para abajo. Él piensa del ombligo para arriba. Hacia abajo, practica otros malabarismos.

En Lima, en vísperas de la operación, sus colegas presidentes de América -incluida la mandataria argentina- convirtieron en juguete, en festivo rey de burlas, la presidencial glándula. Examinaban a Santos con curiosidad de paleontólogos. No lo miraban a los ojos sino al sitio donde aquella está ubicada, entrando a mano derecha.

Sólo falta que las Farc acepten un pronto acuerdo de paz. De momento, lo impide el hecho de que Santos, en un descuido de su ángel de la guarda, contó que mientras coqueteaba con Alfonso Cano, entonces jefe de la agrupación, dio el aval para que hicieran llover bombas sobre su cambuche selvático. “¿Por qué no te callas?”, le increpó su ángel cuando regresó de vacaciones y se enteró de que Cano había sido dado de baja.

A partir del momento en que Santos hizo pública su avería prostática, están de moda los urólogos que viven de manipular, mimar y/o extirpar ese apéndice. Adonde van, son ametrallados con preguntas, licor, pasabocas. Con locuacidad del secuestrado cuando regresa a casa, pontifican sobre lo que suele ocurrir cuando la próstata se sale del libreto.

En las fiestas son los reyes. Desplazaron a quienes cantan, tocan guitarra y echan chistes al mismo tiempo. Pero no hay protagonismo gratuito: les toca atender consultas durante las veladas. Los hay que exigen que les “mire”, ya.

Las facultades de medicina tienen copados los cupos para urología. Nadie quiere estudiar derecho, ingeniería, otorrinolaringología, literatura. Ni siquiera periodismo. ¿Los aspirantes a economía, odontología, arquitectura y medicina “qué se ficieron”?

A raíz de todo esto, los “proustáticos” a quienes se les extirpó la glándula, decidieron hablar en voz alta de su experiencia. Antes, por cierto pudor, callaban ruidosamente.

Ahora celebran los chistes perversos que giran alrededor de la capada, perdón, de la extirpación: que si les cayó encima esa plaga de Egipto llamada disfunción eréctil, que si el gustico que sabemos se mantiene después de que el bisturí pasó arrasador por allí.

Para quedar igualados con su caudillo, los santistas purasangre se aprestan a hacerse operar. Mínimo, estos “igualados” por lo bajo, pidieron cita al especialista con el secreto deseo de tener el achaque presidencial. Extraña forma de mejorar el currículo, de hacer patria.

El meridiano del sexapil masculino en Colombia pasa hoy por la próstata que se convirtió en parte del paisaje del macho alfa, en objeto de culto. Las mujeres se interesan más por su funcionamiento. Después de Santos, no es el corazón el que regula el amor, ni el hígado. También su graciosa majestad, la próstata.

A los varones domados ya no se nos sube la bilirrubina, el colesterol, ni los triglicéridos: se nos trepa el antígeno. Gracias, presidente Santos, por enseñarnos a convertir la próstata en nuestra nueva mejor amiga.

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