Liberen a Big Bird y a PBS

Como aficionada debo decir que la Corporation for Public Broadcasting debe renunciar a la financiación oficial

Adoro a Big Bird. Somos amigos desde hace mucho tiempo; forma parte de los primeros recuerdos de mi niñez. Big Bird, Bert y Ernie y el plantel de Mr. Rogers’s Neighborhood fueron de los primeros que me hablaron en inglés.

Oh, hubo también otros: Tennessee Tuxedo y Chumley, Underdog y, por supuesto, Woody Woodpecker y Tom y Jerry. Pero aunque aún me gusta la violencia de los dibujos animados (realmente, ¿hay algo más gracioso que un ratoncito mofletudo que le prende fuego a la cola de un gato egotista?), fueron los pacíficos personajes de PBS los que me enseñaron los números, cómo leer las vocales y cómo pronunciar la “r” -en inglés.

Y el influjo de PBS en la formación de mi buen carácter aún no ha terminado. He pasado innumerables horas viendo programas de cocina, conciertos de música clásica, programas especiales sobre ciencia, documentales y abundantes programas de noticias, tanto en PBS como en NPR. Efectivamente, están leyendo las palabras de una verdadera aficionada.

Y como verdadera aficionada debo decir: The Corporation for Public Broadcasting debe renunciar a la financiación del Gobierno.

Desde que Mitt Romney invocara el nombre de Big Bird para explicar que el país debe gastar el dinero en cosas mejores que Sesame Street, he leído artículos que indican qué parte tan pequeña e insignificante del presupuesto federal representan los 445 millones de dólares adjudicados a la Corporation for Public Broadcasting.

Sólo en unos pocos lugares hallarán las estadísticas correspondientes indicando que PBS obtiene sólo el 15% de su presupuesto de fondos gubernamentales y NPR, sólo el 2%. Y si buscan con ahínco, se enterarán de que lejos de correr peligro de desaparecer, Sesame Workshop, la organización sin fines de lucro que produce Sesame Street, es una empresa financiera de éxito con 130 millones de dólares en ingresos. Un poco más de un tercio de esos ingresos proviene de licencias de Elmo, Big Bird y otros personajes infantiles favoritos de PBS para ropa, accesorios y juguetes.

Romney dio un paso en falso cuando mencionó a Big Bird y debería haber proseguido diciendo algo mordaz como: “El presidente ha cortado el presupuesto anual de la NASA en unos 760 millones de dólares en los últimos dos años. ¿Qué tal enviar ese dinero allí?”. Pero una vez que todos evocamos la imagen de Big Bird en una fila de desempleo, todo se acabó.

Aún así, Nick Gillespie, editor jefe del sitio libertario Reason.com dijo en On the Media (uno de mis programas semanales favoritos de NPR) en 2010, “La idea de que tenemos un derecho inalienable a Car Talk o Sesame Street en ondas mantenidas por los contribuyentes me resulta exagerada. Y es hora de que lo repensemos -no porque sean programas malos, sino porque no son funciones esenciales del Gobierno y deben financiarse por otros medios”.

Y esos otros medios deben ser los bolsillos de los aficionados -aficionados tan comprometidos con el contenido importante, de alta calidad e infinitamente entretenido de la Corporation for Public Broadcasting, que desean no sólo acceder sin trabas a él, sino financiarlo suficientemente bien para que pueda ser gratis para todo el que quiera así enriquecerse.

Gillespie expresó que si el Gobierno finalmente cerrara el grifo, él sacaría su chequera para ayudar a compensar la falta de financiación, y yo y muchos otros también lo haríamos.

En este escenario de suscripción total, PBS y NPR ya no tendrían que tener esas funestas semanas de recaudación de fondos (¡Ay, cómo me molesta cuando interrumpen la canción de “Powdered Milk Biscuits” en “A Prairie Home Companion”!).

No, si estas cadenas jugaran sus barajas apropiadamente, crearían un movimiento para preservar contenido inteligente, positivo e innovador a fin de que estuviera disponible para la actual generación y la próxima. Sería liderado por gente como yo, harta de escuchar a los políticos que amenazan los subsidios de los contribuyentes para desviarse de los asuntos reales que deberían estar encarando.

Cualquier otra cosa demostraría que los defensores de Big Bird están sólo hablando de boca para afuera, impulsados por la nostalgia. Sus verdaderos seguidores respaldarán su indignación con su dinero, eliminando toda inquietud de que la Corporation for Public Broadcasting se quede sin el subsidio del Gobierno.

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