Cristianos vuelven a Jerusalén por Semana Santa

Fieles cristianos viajan a Tierra Santa para la celebración de la Semana Mayor.

Miles de fieles se dirigen al lugar en el que Cristo fue sepultado.

Miles de fieles se dirigen al lugar en el que Cristo fue sepultado. Crédito: EFE

Cientos de cristianos de Tierra Santa y peregrinos de todo del mundo recrearon este Jueves Santo en el Cenáculo y el Santo Sepulcro la ceremonia de Lavatorio de los Pies, antesala de la crucifixión de Cristo.

“Aquí (Jesús) celebró la cena pascual e institucionalizó la conmemoración de la Pascua (..). De aquí la Iglesia se diseminó por todo el mundo”, proclamó uno de los religiosos franciscanos que hoy concelebró la tradicional ceremonia en el Cenáculo.

Arrodillado ante una docena de niños de entre ocho y trece años, el custodio de Tierra de Santa, el italiano Pier Battista Pizzaballa, lavó y besó sus pies en recuerdo de lo que Jesús hizo a sus discípulos en la Última Cena, en la que instituyó la eucaristía y el sacerdocio.

Situado sobre la tumba del bíblico rey David, linaje del que habría de llegar el Mesías de los judíos, el Cenáculo era hoy un ir y venir de gentes de todo el mundo que recreaban la Cena del Señor.

Los más afortunados y tempraneros pudieron entrar en el oficio que encabezó Pizzaballa, celebrado en varios idiomas con algunos pasajes exclusivamente en italiano.

Ante unos doscientos feligreses, los que podía albergar el pequeño recinto extramuros, la ceremonia se desarrolló en una rigurosa solemnidad y una espiritualidad que muchos de ellos, aseguran, sólo consiguen encontrar en Tierra Santa por la cercanía que sienten con la vida y obra de Jesús.

“El lugar en el que estamos es el mejor para vivir la Semana Santa. Pasar por donde pasó Jesús, pisar donde pisó sus últimos días y sentir lo que él sintió”, dijo a Efe Noelia Oliva, una madrileña de 20 años que pasa la Semana Santa en Jerusalén por primera vez con un grupo de su parroquia.

Las puertas del Cenáculo, epicentro de una larga disputa entre el Vaticano y el Gobierno israelí, que lo administra desde que en 1967 ocupó la ciudad vieja de Jerusalén, se abren a los fieles excepcionalmente en Jueves Santo y en Pentecostés.

El resto del año puede ser visitado con fines turísticos pero no para oficios religiosos.

Las puertas del lugar más sagrado para el cristianismo se abrieron y cerraron hoy intermitentemente de acuerdo a un estricto protocolo religioso que comenzó a definirse hacer varios siglos.

La última vez que se abrieron fue a las 19.00 hora local (17.00 GMT) para permitir el ingreso de los frailes franciscanos del convento de San Salvador, que celebraron allí la adoración nocturna.

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