‘Dañan palabras a obesos’

Al problema de salud, los niños obesos suman otra preocupación: las críticas severas, burlas, rechazo, apodos y regaños por parte de su propia familia y sus compañeros de clase, lo que desencadena en heridas emocionales que pueden durar toda la vida.

Los niños pasados de peso están atrapados en la actitud contradictoria de sus padres  que los critican por estar gordos, pero les proporcionan  comida chatarra.

Los niños pasados de peso están atrapados en la actitud contradictoria de sus padres que los critican por estar gordos, pero les proporcionan comida chatarra. Crédito: <copyrite> Archivo La Opinión - </copyrite><person> J. Emilio Flores< / person>

Paloma VillanuevaAgencia Reforma

MÉXICO, D.F.— Al problema de salud, los niños obesos suman otra preocupación: las críticas severas, burlas, rechazo, apodos y regaños por parte de su propia familia y sus compañeros de clase, lo que desencadena en heridas emocionales que pueden durar toda la vida.

La palabra “gordo” tiene una gran carga emocional y es utilizada en la sociedad para referirse a alguien de modo despectivo, señala la psicoterapeuta Martha Alicia Chávez.

“En la vida real así le llamamos a la gente con sobrepeso en todos los ámbitos, para humillarlos y ofenderlos. En la escuela, a los niños les dicen así, gordos, o sus papás incluso; la palabra en sí misma ya tiene una carga negativa.

“Cuando un niño escucha repetidamente que le dicen gordo, es una de las cosas que pueden dejar traumas psicológicos más intensos”, asegura Chávez en entrevista a propósito de la reciente publicación de su libro Hijos Gordos (Grijalbo).

Los niños con obesidad, explica, son objeto de una larga lista de apodos y descalificaciones.

“Hay muchas palabras que un niño con sobrepeso escucha en la escuela o en su propia casa, le dicen gordo, cerdo, marrano, elefante, hipopótamo, la lista es amplísima.

“Además hay otros calificativos que los niños asocian a un pequeño con sobrepeso: que son sucios, que son tontos, que apestan, que son torpes, y otros calificativos ridículos que aunque son ‘positivos’ tienen una carga de humillación: que son chistosos, que son simpáticos, que son tiernos, esas son ofensas también”, aclara.

Basada en sus 23 años de experiencia como psicoterapeuta, la autora asegura que los niños obesos aprenden desde pequeños que son indignos de ser queridos, aceptados o admirados.

“Sufren por el rechazo, se sienten eternamente agredidos, los niños aprenden que son indignos de amor por lo que oyen de los papás, la familia y los compañeros de la escuela; cuando crecen se desprecian a sí mismos, se dan asco a sí mismos porque eso aprendieron de los que los despreciaron antes, no toleran verse en un espejo y eso empieza desde que son chiquitos”, relata.

Muchos niños con sobrepeso, señala, están atrapados en las actitudes contradictorias de sus padres que por un lado los critican por estar gordos y, por otro, propician el consumo de comida chatarra.

“Viven metidos en dinámicas patológicas, viven atrapados en una paradoja en la que hagan lo que hagan, pierden; los padres por un lado en el nivel verbal les están diciendo ‘estás gordo, ya no comas, baja de peso’, pero en el no verbal los incitan a seguir comiendo porque los llevan a comer hamburguesas con papas y refrescos, les llenan la alacena y el refrigerador con comida chatarra o les dan dinero para que compren dulces en la escuela”, señala.

La psicóloga apunta que para un niño con obesidad la comida puede tener un significado específico.

“Uno de los significados que puede tener la comida para un niño gordo es la compañía, hay muchos niños y adolescentes solos porque sus mamás están trabajando y no hay quien los supervise, quien imponga disciplina y el niño puede usar la comida como compañera, el dulce simbólicamente se vuelve una metáfora de la dulzura que no están recibiendo de sus mamás”, detalla.

Ante el rechazo generalizado, agrega, los niños con sobrepeso se obligan a tomar ciertas actitudes para ser aceptados.

“Por ejemplo, volverse chistosos para caerles bien a los demás o volverse serviles, ayudar, estar siempre dispuesto a hacer cosas por los demás o volverse muy aplicados para que los demás niños los necesiten; así toman un lugar en el grupo pero eso se puede convertir en un patrón de relación para el resto de la vida, que sientan que si no están haciendo reír a la gente no valen o no son dignos de estar en un grupo”, apunta.

Los menores que viven su infancia inmersos en estas dinámicas, dice la psicóloga, crecen con graves heridas emocionales y cuando son adultos no se toleran a sí mismos y les cuesta mucho trabajo bajar de peso porque en el fondo tienen una gran necesidad de ser aceptados como son.

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