Futbol con toque latinoamericano en S.F.

Así como para unos es difícil olvidarse de algún platillo tradicional o de un buen libro en español, para otros, simplemente, es imposible dejar de practicar el futbol

Defensa del equipo Deportivo Cádiz despeja el balón del área.

Defensa del equipo Deportivo Cádiz despeja el balón del área. Crédito: Ricardo Ibarra / El Mensajero

SAN FRANCISCO.— El inmigrante que aterriza a las ciudades del Norte de California desde cualquier parte allende los muros del sur de Estados Unidos, trae algo, además de una exquisita memoria gastronómica, gustos literarios o sueños transfronterizos. Es dueño, generalmente, de esa precisión característica del futbol latinoamericano.

En el Garfield Park, ubicado en el barrio de la Misión, calles 26 y Harrison, ese sutil contacto entre el pie y el balón es elemental. Precisamente, lo que aquí se juega es el “Futbol 7”, un estilo de balompié que requiere, además de “mucho toque”, como lo advirtió uno de los coordinadores de la liga dominguera Zeta Sport, Juan González, los siete jugadores obligatorios por equipo, uno de ellos con funciones de arquero.

“La mayoría de jugadores son latinos, se podría decir. Vienen de diferentes países, como de Guatemala, México, El Salvador”, comenta Juan, arropado en un conjunto de pants oscuros mientras vigila desde una banca el campo con pasto artificial donde un par de equipos locales disputan el control del balón.

El torneo lo disputan unos 12 equipos, con jugadores que igual viven en la ciudad o llegan desde Oakland, Daly City, San Mateo… Tal es el caso de Andrés Hernández, habitante de San Rafael.

Con diez años residiendo en el Área de la Bahía, Andrés pasaba sus fines de semana en el trabajo, por lo cual solicitó los domingos para descansar y “estar con la familia, los amigos; más que nada, desestresarse”, y jugar futbol con la formación de Agua Blanca, llamado así porque siete de sus jugadores tienen ese pueblo de Hidalgo, México, como punto de origen.

Pero el futbol, la familia y los amigos no son la única razón por la cual Andrés Hernández solicitó los domingos para descansar. Sucede que en las graderías hay una chica que le sigue las jugadas. Ella es Yuri Próspero. Echa porras distantes al Agua Blanca. Es también esposa de Andrés: “Casi no nos vemos”, menciona. “El domingo es prácticamente el único día que podemos pasar juntos”. Ella cuida niños entre semana y él ofrece sus servicios en un restaurante. El tiempo es limitado para el esparcimiento matrimonial. “Últimamente están jugando muy bien. Aparte de que los mantiene ocupados es algo bastante saludable que reúne amigos, familias, es algo divertido”, culmina para volver a mordisquear un elote bien cocido.

A esta liga del Garfield puede entrarle cualquiera con más de 18 años. Si se es más viejo, y todavía puede con las patadas, el terreno es bienvenido: “Hay un equipo que son de Zacatecas, tiene señores que ya son de 40 o 45 años, hasta más, están aquí en la liga”, apunta Juan González, coordinador del torneo.

“Nosotros aquí nos hemos dado cuenta que la gente viene a ver y se divierte en algo sano”, expone Juan. “Todos los domingos vienen los jugadores acompañados con su familia, se la pasan bien acá, se divierten sanamente y es importante para la comunidad latina. Hacer deporte es lo mejor que puede haber”.

Gabriel Ramírez, también mexicano, ya se había retirado del futbol amateur, con poco más de 40 años: “Las rodillas las tengo ya bien jodidas”, argumenta.

“El chiste es hacer deporte. No somos un equipo bien reforzado, andamos más o menos”, dice Gabriel sobre su conjunto La Máquina, como si la actividad del futbol fuera indispensable. “Vengo porque mis amigos le entraron y no tenían portero. Hay que apoyar, y me gusta además el deporte… 20 años jugando de portero, no es fácil dejarlo a la primera de cambio”.

Para suscribirse al torneo, puede hacerlo ahí mismo en las canchas del parque Garfield cada domingo. Es necesario reunir a diez voluntarios deportivos: siete en la cancha y los otros para el relevo. Y eso sí, tener “toque”: “Aquí el juego es de más toque, como la cancha no es muy grande, se necesita más precisión para que el juego funcione bien”, señala el coordinador.

No sólo eso, también es necesario desembolsar cierta cantidad de dólares. Eso tiene contrariado a Antonio Ortega, quien con gafas oscuras y gorra beisbolera pasa ese domingo soleado y ventoso entre la tribuna.

“Teníamos un equipo (Arsenal), pero lo sacamos por lo mismo”, se queja Antonio. “Está muy caro y no nos convence el arbitraje ni los trofeos que traen de China. Es el problema. Mira: cobran como 200 dólares por la inscripción (al torneo, que dura alrededor de tres meses). Hay que pagar 90 dólares por juego, cada domingo, por equipo. Todavía piden credencial individual, a 10 dólares. Súmale el uniforme, los balones… y que todavía no tengan buen arbitraje”, lamentó el vecino de San Francisco, y cada domingo ahí en las graderías.

De cualquier manera, esta liga parece tan completa, que hasta cuenta con un sobador, Sócrates, a quien le gritan “El Sobas” y carga con un pomo de “Cebo de Coyote”. Además, está también listo para convertirse en experto “aguador”, pues guarda bajo la banca una cerveza Cobra, con más de un litro de líquido burbujeante para satisfacer la sed de cualquiera.

En esta liga, el equipo a ganar son unos chamacos de Guatemala, el Deportivo Maya, de quienes dicen: “Tiene muy chingones jugadores”.

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