Maniquíes se quedan con la ‘chamba’ en Los Ángeles

Maniquíes mecánicos que agitan anuncios, desplazan a las personas que trabajan en las esquinas con 'la flecha al cuello'

Un maniquí robótico en la esquina de Western y Washington, en Los Ángeles.

Un maniquí robótico en la esquina de Western y Washington, en Los Ángeles. Crédito: J. Emilio Flores / La Opinión

Viste una minifalda con plumas, colores llamativos y un sombrero blanco que esconde su mirada. Meciendo de lado a lado una flecha, apunta siempre al negocio de sus patrones pero, sobre todo, hace su trabajo sin quejarse.

Las miradas burlonas, el fuerte sol, su pie encadenado a un poste no le importan en absoluto… ¡es un maniquí mecánico! La nueva moda de muchos negocios que buscan atraer atención y clientes.

“Los robots están por todos lados”, comenta un poco preocupado Benustiano Santos moviendo una flecha en una esquina de la calle Sherman Way, en North Hollywood.

“Pues de todos modos, si un individuo de esos me quita el ‘jale’… pues me busco otro trabajo”, agrega Santos, quien antes trabajaba en la construcción, pero últimamente el único “jale” que ha podido encontrar es colgando una flecha a su cuello que apunta hacia un negocio.

“Yo le voy a entrar aquí mientras se compone la cosa”, dice.

Dany Wahba, encargada de Starco Auto Insurance, la empresa que tiene a la “joven” de minifalda con la flecha, está convencida que algún día los robots van a reemplazar a los humanos que se cuelgan la flecha al cuello.

“También tenemos a alguien que anda pasando volantes y es siempre mejor un persona que ande platicando con la gente, pero la ‘chica’ ayuda para llamar la atención”, dice Wahba.

“Son los mejores empleados que puedes tener, no te piden aumento de sueldo, no te piden descanso, no importa si llueve o está soleado… su único pago es una recarga eléctrica”, comenta Nazare Minasyan, un inmigrante armenio, quien dice haber invertido miles de dólares para crear los robots maniquí.

Minasyan asegura haber vendido docenas de estos maniquís por todas partes del país. Sus precios varían entre 800 y 2 mil dólares. Las “chicas” son las más populares.

Minasyan sostiene que sus robots no vienen a quitar trabajos. “Esto no es como los bancos que reemplazaron a la gente con cajeros automáticos…es solo una opción mas”, dice.

Pero los maniquíes robots no son, en algunas ocasiones, la opción perfecta para los empleadores: a veces se olvidan de cargar las baterías o los mueven mal y les quiebran un brazo o una pierna. También hay transeúntes que se pasan de listos y les roban las pelucas.

Lo que es cierto es que hay cientos de estos maniquís robóticos desplegados por las calles de Los Ángeles desempeñando una labor que para muchos desempleados o personas que necesitan un ingreso adicional, era una opción.

Rafael Reyes, quien balancea una flecha anunciando los mejores precios para la compra de oro y plata en la esquina de las calles Western y Washington, dice estar consciente de que la tecnología siempre va a ser una amenaza para los trabajadores.

“Los dueños de los negocios tienen libre albedrío… si quieren contratar aparatos tiesos que solo mueven los brazos, pues es su decisión”, dice Reyes, quien gana $300 a la semana por 8 horas diarias moviendo flechas, un trabajo que, como él explica, “no requiere mucha ciencia o virtud, pero sí paciencia”.

En Cuba, Reyes trabajaba como psicólogo, pero “después de una serie de mala suerte, y pobres decisiones”, terminó perdiendo su familia y viviendo bajo custodia en una cárcel federal.

“Este trabajo para mí es como empezar de nuevo y es la oportunidad que tengo para salir adelante”, comenta.

Con un amplio sombrero para cubrirse del sol y audifonos en los que escucha música tropical, Reyes mueve sus caderas mientras balancea la flecha, desafiando al maniquí que solo mueve los brazos en los que sostiene otra flecha, justo en la esquina opuesta donde él se encuentra.

Josh González, un joven a cargo de otro negocio de compra de prendas de oro, contrató a un humano, pero también a un maniquí mecánico para anunciar su negocio sobre el bulevar Van Nuys. “El señor que tenemos es bueno para hablar con la gente y pasa tarjetas. La muñeca llama la atención”.

Algunas son tan reales que hasta engañan a la gente. “La otra vez vi un hombre que estaba platicando con ella”, apunta González, quien también, en algún tiempo, trabajó ‘moviendo la flecha’ cuando anduvo como indigente.

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