Migración, tema de ahora y siempre

La migración, sea autorizada o no, es uno de los grandes temas de nuestro tiempo

La humanidad se ha hecho y rehecho a través de milenarios flujos migratorios.

La humanidad se ha hecho y rehecho a través de milenarios flujos migratorios. Crédito: Archivo / EFE

Estimados lectores de La Opinión: es un honor y un gusto incorporarme al equipo de colaboradores de este diario con una columna sobre el tema que me apasiona y al que he dedicado mi carrera como sociólogo. Se trata de la migración —tema que nos concierne prácticamente a todos los que vivimos en este país y en esta ciudad.

Para muestra ofrezco un botón. Durante cada inicio de clases les pido a mis estudiantes que se pongan de pie si han nacido fuera de los Estados Unidos. Normalmente un 20% se para. Luego pregunto por aquellos alumnos cuyos padres han nacido en otro país y no es raro que la mitad de la clase se ponga de pie. Termino por indagar quiénes son nietos de personas nacidas en el extranjero y otra quinta parte del grupo suele identificarse. Así, estimo que un 90% de mis estudiantes están conectados a una experiencia migratoria propia o a través de sus padres o abuelos.

La migración, sea autorizada o no, es uno de los grandes temas de nuestro tiempo. Académicos, periodistas y políticos le dedican interminables páginas y horas de debate al tema. Se discuten los beneficios y los perjuicios que trae consigo la migración. Nunca falta algún comentarista dado al amarillismo que asocie la migración con los peores males sociales. Los gobiernos utilizan enormes presupuestos en su intento por regular, contener y, en ocasiones, alentar los flujos migratorios. Y se ha vuelto un lugar común explicar la migración como parte de la globalización.

Sin embargo, la migración es más vieja, como diría mi padre, “que el uso de andar a pie”. En efecto, la humanidad se ha hecho y rehecho a través de milenarios flujos migratorios. Esto es algo sabido, pero frecuentemente olvidado. Pongo un ejemplo: hace un par de días estuve ayudando a mi hija a prepararse para un examen sobre las antiguas civilizaciones del Mediterráneo y Oriente Medio. Las lecturas de su curso de historia describían la cultura, la tecnología y la evolución de las sociedades de la Antigüedad, pero se olvidaban de mencionar que el surgimiento y desaparición de esas civilizaciones estuvo ligado a grandes migraciones humanas. Dicho simple y llanamente, no hay civilización sin migración.

Pero si la migración es un añejo fenómeno social, ¿hay algo nuevo bajo el sol? Sí que lo hay. No todas las migraciones son iguales y la que hoy está en el ojo del huracán es la llamada migración internacional, es decir, la que implica cruzar las fronteras que dividen a unos países de otros. El motor que genera este tipo de migración son las grandes desigualdades económicas y de desarrollo entre los países. Si los gobiernos se reservan el derecho de decidir quién entra y pasa por su territorio, los individuos y las familias se reservan el propio de ganarse el pan y la vida donde sea posible. De esta fundamental contradicción, estimados lectores de La Opinión, se va a tratar esta columna.

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