Fondos con comida chatarra

Guadalupe González, una estudiante en segundo año de la secundaria Panomara, creó un desayuno nutritivo que hoy es parte del menú servido a miles de estudiantes en el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles.

Guadalupe González, una estudiante en segundo año de la secundaria Panomara, creó un desayuno nutritivo que hoy es parte del menú servido a miles de estudiantes en el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles. Crédito: EFE / Archivo

Educación

Estamos a fines de septiembre. Asistí a todas las reuniones de reinicio de clases donde administradores de buenas intenciones hablan, de boca para fuera, sobre el bienestar del alumnado, los estándares de nutrición en la cafetería de la escuela y los hábitos saludables para estudiantes de buen rendimiento.

Sin embargo, el sospechoso habitual vino a casa en la mochila de mi hijo: el catálogo de recaudación de fondos de la escuela.

Dejemos de lado loa asados y cenas de chile con carne para atraer la participación de los padres en la comunidad escolar, las omnipresentes bolsas de chips y dulces usadas como señuelos en las reuniones vespertinas y los mensajes en que se nos insta a ir al restaurante al paso local para una “noche escolar”.

Estamos ahora en medio de la temporada de otoño y las ofertas de alimentos son parte normal de las recaudaciones de dinero.

Además de los papeles para envolver regalos, los tazones y los juegos de candelabros, hay equipos para hacer masa frita azucarada, caramelos, masa de alto contenido grasoso para hacer galletas de todos los sabores y los tan de moda chupetines de torta. Además se ofrecen chips, preparados para sopas y salsas de aperitivo, todos ellos súper salados, así como también, productos de rotisería y nueces variadas.

Hace dos años, última vez que escribí la crónica de la manera en que las escuelas públicas necesitadas trataban de apuntalar sus programas extra-curriculares mediante campañas de recaudación de fondos, que eran insalubres y que, en realidad, socavaban los esfuerzos para erradicar la epidemia de obesidad multi-generacional, no hubo repercusión alguna.

Imaginen mi alegría al enterarme de que no sólo los movimientos de base para fomentar alimentos saludables en las escuelas se están expandiendo en todo el país, sino también que conocidas entidades en nutrición, como la Robert Wood Foundation, están avocadas a encarar este delicado asunto.

Desde el blog en “Bag the Junk”, un sitio Web del proyecto Healthier Food Advocacy, dirigido por la National Education Association, hasta videos en YouTube del Center for Science in the Public Interest que muestran cómo “la recaudación de fondos en las escuelas pueden ser saludables, y redituable”, finalmente se está hablando del asunto.

Eso se debe, en gran parte, a un dedicado grupo de blogueros de nutrición, que no aspiran a sermonear sobre los alimentos, pero que quieren que la escuela sea un espacio donde se enseñen y se practiquen los buenos hábitos nutritivos.

“Hace dos años, mi hijo mayor estaba en Jardín Infantes y yo estaba muy frustrada con toda la comida basura de la escuela. Parecía que todas las semanas había una fiesta de cumpleaños, una venta de tortas,” señaló Stacy Whitman, madre de tres niños de escuela primaria en Sun Valley, Idaho. “Parecía haber una gran desconexión, porque vivimos en una estación de esquí muy saludable, progresista y consciente de la salud, y la escuela no era un reflejo de eso.”

“Estamos enviando a nuestros niños un mensaje ambiguo. Les decimos que es importante alimentarse con productos sanos y después les pedimos que salgan a vender comida basura,” agregó.

Aunque Whitman se acercó a algunas madres, quienes respondieron, “Qué vas a hacer, no te molestes en tratar de hacer algo, nunca cambiará,'” recientemente se incorporó a la asociación de padres y maestros de la escuela, y escribe un blog indicando que ésa es una opción para los padres.

El objetivo: modificar la cultura de recurrir a las fáciles campañas “que se hicieron el año anterior y que están listas para lanzarse este año.”

En el blog “Bag the Junk”, Whitman da consejos como “encuentren aliados que valoren la comida sana —la enfermera de la escuela, los miembros del comité de bienestar, maestros, padres o nutricionistas locales— y pídanles que vayan a hablar a su PTA” y “Asegúrense de no ofender a nadie sonando demasiado críticos de los alimentos que escogen los demás. En lugar de eso, limítense a los hechos.” Y, me dijo, hay que ser cortés y seguir insistiendo.

“Me senté en la primera reunión de la junta del PTA, la semana pasada y yo misma temí sacar [el tema] a colación—¡y ése es el principal motivo por el que integré la junta!”, expresó Whitman, refiriéndose a su campaña para ganarse a los planificadores de la escuela con ideas nuevas y ofertas para aceptar la carga de trabajo de las campañas de recaudación. “Pero hay un gran ímpetu positivo y la conversación se ha iniciado. Ahora, somos los padres los que tenemos que entrar, crear lentamente buena voluntad en torno a los cambios propuestos y remangarnos.”

No todos los padres tienen tiempo para liderar ni el deseo de privar a las clases de sus hijos de los muy necesitados fondos. Pero no permitan que su hijo —ni ustedes ni los abuelos— vendan comida basura.

Cuando llegue el plazo de venta, envíen un cheque modesto a la organización de padres y maestros de su escuela que diga: “Por favor, indíquenme cómo puedo ayudar a apoyar campañas de recaudación de fondos más saludables.”

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