¿Murieron o los mataron?

Los gobiernos europeos, y en especial el de Italia, tienen una gran responsabilidad en esta crisis humanitaria

Varios féretros de víctimas del naufragio de Lampedusa yacen en el hangar del aeropuerto de esa región italiana.

Varios féretros de víctimas del naufragio de Lampedusa yacen en el hangar del aeropuerto de esa región italiana. Crédito: AP Photo / Luca Bruno

Migración

La semana pasada, más de 200 migrantes africanos, en su mayoría de Eritrea y Somalia, fallecieron ahogados a menos de un kilómetro de la isla italiana de Lampedusa. La embarcación en la que navegaban se incendió y naufragó. Muchos de los viajeros eran niños. En la prensa internacional vi las fotos de los pequeños ataúdes, sobre los que fueron colocados una flor y un osito de peluche.

En las últimas dos décadas, más de ocho mil migrantes han muerto en el Mediterráneo, ahogados, deshidratados, expuestos al sol y a los elementos. Su muerte, sin embargo, no tiene nada de natural. Es resultado de la mano del hombre y concretamente de los gobiernos europeos y africanos, que se mueven entre la indiferencia, la complicidad, la xenofobia y la criminalización de la migración.

Los gobiernos europeos, y en especial el de Italia, tienen una gran responsabilidad en esta crisis humanitaria porque podrían hacer mucho por ayudar y prevenir la muerte de estos migrantes. Pero no sólo no salvan vidas humanas, sino que crearon condiciones que impiden que otros puedan ayudar. Hace algo más de una década, el Gobierno derechista de Silvio Berlusconi aprobó una ley que criminaliza la asistencia a los migrantes indocumentados y que hace que las embarcaciones pesqueras y comerciales teman responder a los pedidos de ayuda. Quienes se han atrevido fueron perseguidos por las autoridades, enjuiciados, encarcelados y llevados a la bancarrota.

Cuando no criminalizan a los migrantes, y a quienes tienen la osadía de prestarles ayudahumanitaria, los gobiernos de Italia, Malta y otros países evitan hacerse responsables de los rescates, alegando la necesidad de seguir protocolos y determinar quién tiene jurisdicción. Mientras las guardias costeras y fronterizas de estas naciones acuden a los llamados de emergencia a paso de tortuga, más migrantes perecen en las aguas del Mediterráneo. Ellos no mueren, los mata la inacción y la criminalidad disfrazada de legalidad.

En el colmo de la desvergüenza, el presidente italiano le otorgó la ciudadanía póstuma a los muertos en el siniestro, mientras que los sobrevivientes están detenidos y podrían enfrentar cargos, multas y la deportación.

Malditos gobiernos europeos, podríamos decir desde nuestro rincón del mundo. Pero las autoridades de países como México y Estados Unidos, “no cantan mal las rancheras”. Así como sus contrapartes europeas, los gobiernos de la región también son responsables, directa o indirectamente, de la muerte de cientos de migrantes cada año. Durante décadas ya, miles de migrantes mexicanos y de otros orígenes mueren en el Rio Bravo, las montañas y los desiertos de la frontera.

En el último lustro, un indeterminado número de migrantes centroamericanos han perecido en México a manos del crimen organizado y bajo la mirada cómplice de las autoridades locales. Cuando los criminales no hallan a los migrantes para secuestrarlos y extorsionarlos, miembros de la “migra” mexicana se han encargado de ponerlos en sus manos.

Nosotros también tenemos nuestro Mediterráneo; nuestro inmenso camposanto plantado de migrantes igualmente asesinados.

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