Un muelle con toque hispano
Estilo del balazo
Del “buenas tardes” que da la bienvenida en el estacionamiento, pasando por quienes trabajan en su remodelación, los meseros, vendedores y artistas que atienden a los visitantes, el muelle de Santa Mónica tiene un toque hispano que ya es parte de su atractivo turístico.
“Aquí donde quiera hay latinos”, dice Carlos Jiménez, un nicaragüense que desde hace seis años se encarga del mantenimiento y limpieza del lugar. “Allá trabaja una muchacha de México; otros son de Puebla y Michoacán; el de los baños es de Guatemala y mis jefes son de El Salvador”, detalla.
Apenas en la entrada del muelle se escucha una voz en español en el altavoz: “Disfrute del parque los 365 días del año”. Y entre el ruido por las obras de remodelación del muelle, en las cuales se invierten 8 millones de dólares, un constructor hispano le dice a otro: “Como payaso”, porque deben cargar varillas mientras le hacen al equilibrista caminando sobre un madero.
A unos pasos está el puesto de Miguel Hernández, quien desde hace 12 años hace pinturas a los visitantes, pero recién se cambió a la técnica de dibujar nombres con animales y figuras. La letra “E”, por ejemplo, la forma con una puesta de sol y dos delfines. Sus cuadros valen un dólar por letra.
“Este trabajo le llama la atención a los niños”, dice el originario de Gómez Palacios, Durango. De ese oficio, comenta este hombre de 60 años, mantiene a su familia. Sólo el frío y la lluvia le impiden ir a trabajar al muelle, pero hace una excepción “cuando ya de plano hay mucha necesidad”.
Cerca de ahí el oaxaqueño Marcos Juárez vende fruta, chicharrones y bebidas. Él apenas lleva un año en el muelle, que fue edificado en 1909, y piensa que es el mejor lugar donde ha trabajado en doce años. “El ambiente está bien, conocemos a muchas personas, el clima es agradable, es algo diferente”, explica.
Hace unos días, en el restaurante de cocina mexicana “Mariasol”, en el límite del muelle, se escuchaba a un conjunto de música norteña cantando con alegría: “Una palomita blanca de piquito colorado…”.
“Mira”, dice un turista de acento chilango a su esposa, al caminar por un costado el restaurante. “Nunca creí que escucharía esa canción aquí, en Estados Unidos”.