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Retos de reforma en Chile

Bachelet ya ha señalado su voluntad de hacer cambios constitucionales en Chile

La candidata presidencial de Chile Michelle Bachelet.

La candidata presidencial de Chile Michelle Bachelet. Crédito: Archivo / EFE

Chile

Al momento de redactar este artículo, las proyecciones seguían inalterables. La evidencia demuestra que se requeriría de algo tan extraordinario como un tsunami en el cambio de opinión, para no poder constatar que quien resultará electa como la nueva presidenta de Chile es Michelle Bachelet. Casi seguro: ganará sin despeinarse y con una mano en la cintura. En la perspectiva de los retos a enfrentar, no obstante, se vislumbran dos que deberá encarar la nueva mandataria: la reforma constitucional y educativa.

Respecto a la constitución es de notar que la Carta Magna vigente fue redactada en 1980, hace ya 33 años. Fue estilizada de conformidad con los requerimientos de la dictadura pinochetista. Es evidente que en la actualidad esa forma “a la medida” de quienes mantuvieron el régimen autoritario, requiere como mínimo, de actualizaciones.

Se trata de una de las iniciativas más emblemáticas que ha emergido y cobrado fuerza en las redes sociales. Se está demandando que la ciudadanía, en las boletas de votación, coloque las letras “AC” –Asamblea Constituyente. Es claro que los “actores masivos” de la ciudadanía presionan a la clase política a moverse en esa dirección.

Qué tanto éxito tenga esa movilización virtual que desembocaría en una patente muestra de voluntad de cambios constitucionales por parte de la ciudadanía, depende de lo masivo y del impacto del mensaje. También influirá, desde luego, y esto es esencial, como quede la conformación de la legislatura. Es de esperar que los comicios le faciliten a la nueva dirigencia del Poder Ejecutivo, un Congreso que favorezca la gobernabilidad —coordinación efectiva entre los poderes independientes del Estado—.

Es de recordar cómo, en una situación análoga, fueron estudiantes universitarios quienes en Colombia, a fines de los ochenta, promovieron con éxito lo que se dio en llamar la “Séptima Papeleta”. El resultado fue la conformación de una Asamblea Constituyente que redactó la actual Constitución de Colombia promulgada el 4 de julio de 1991. Se abolía la Constitución colombiana vigente hasta entonces, la que había sido aprobada el 5 de agosto de 1886 y cuya inflexibilidad —abolió el federalismo del país— fue factor coadyuvante, aunque no el único, para que el país tuviese no menos de 50 conflictos internos. Un estado de violencia prolongada que a pesar de todo, subsiste en la actualidad.

Aunque se desconocen los alcances, Bachelet ya ha señalado su voluntad de hacer cambios constitucionales. A todo esto, las fuerzas más conservadoras no esperan, ni mucho menos, tener una abundante votación. Un fantasma ha establecido su presencia entre la derecha chilena, el del 24 por ciento; ese fue el nivel de votación que logró el conservador Arturo Alessandri, en los comicios de 1993. Los resultados de este domingo pueden ser más borrascosos.

De nuevo, la factibilidad de poder implementar los retos del nuevo gobierno se decidirá en función de cómo quede la conformación del nuevo congreso. Se requiere de un 60 por ciento de los votos en el parlamento a fin de realizar cambios constitucionales.

Por otra parte se encuentra el desafío de la reforma educativa. Son considerables las simpatías por un conjunto de medidas profundas que apunten a conformar una educación gratuita, de calidad, de amplia cobertura. Un 74 por ciento de la población se muestra favorable a estos cambios.

Este componente de la educación es totalmente clave en la consolidación del modelo de desarrollo chileno. Este rasgo de que la educación sea factor indispensable, es común para todo país que desee encaminarse por la senda de un desarrollo equitativo en lo social, sostenible en lo económico y sustentable en lo ecológico.

Chile ha dejado atrás políticas de extrema izquierda, de hace 40 años, o bien fundamentalismos excluyentes con base en oferta y demanda. Ahora, la tendencia es aprovechar las ventajas del mercado, pero también promover tanto la fortaleza de las instituciones, como medidas sociales que propugnan por un desarrollo más incluyente.

No se trata de reactivar anacrónicas políticas que han probado ser excelentes ingredientes para el desastre, pero es de reconocer que desde el palacio de gobierno chileno, un 11 de septiembre de 1973, el Presidente Salvador Allende habría dado un mensaje premonitorio. En medio de la embestida de sangre con la cual se abría camino el golpe de estado que encabezaba su ministro de defensa Augusto Pinochet, en el último mensaje a la nación, Allende, antes de morir, habría declarado: “Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan Ustedes sabiendo que, más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”. Michelle Bachelet encarna la profecía.

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