El significado secreto de sus muebles

Los vemos todos los días, descansamos en ellos, guardamos nuestras pertenencias más queridas en su interior; comemos, celebramos, discutimos alrededor de ellos. ¿Qué dicen nuestros muebles de nosotros?

Con frecuencia los muebles que tenemos en casa son vistos como elementos mundanos. Pero su influencia en nuestras vidas es mucho más profunda que la que ejerce su mera función práctica, como reflexiona el escritor Ian Sansom.

Los muebles tienen numerosas huellas de lo que somos, quiénes somos y quiénes creemos que somos.

Los clósets, por ejemplo, contienen nuestro pasado, así como también nuestros arrepentimientos y secretos. Llaves que no encajan con las cerraduras, papeles con números de teléfonos y contraseñas obsoletas, un juego de cartas incompleto, objetos de plástico inexplicables, monedas viejas ya salidas de circulación…

La razón por la cual conservamos estas cosas la desconozco, excepto por ser algo que le quisiéramos dejar a nuestros propios hijos. Se trata de una interminable herencia de desperdicios.

Nuestros armarios, por su parte, sugieren en quiénes nos hemos convertido y hasta dónde hemos llegado. En 1908, E. Nesbit publicó un cuento en el Anuario de los Niños de Blackie llamado “La tía y Amabel” (“The Aunt and Amabel”).

En la historia, una niña, Amabel, es castigada por su tía por cortar las flores del invernadero.

Furiosa, la tía aísla a la pobre Amabel en el cuarto de invitados. Allí, la pequeña descubre un libro con los horarios de llegada y de partida de una estación de trenes. En el libro hay una lista de destinos llamada “A dónde quieras ir” (“Whereyouwanttogoto”).

“Eso era raro”, escribe Nesbit, “pero el nombre de la estación de la cual partían los trenes era aún más extraordinario. No era Euston o Cannon Street o Marylebone. El nombre de la estación era “Armario grande en el cuarto de invitados (“Bigwardrobeinspareroom”).

Y, de esa forma, Amabel se embarcó en la aventura.

En 1948, CS Lewis le dijo a un amigo que estaba tentado a escribir un libro de niños “en la tradición de E. Nesbit”.

El libro infantil que escribió fue, por supuesto, “El león, la bruja y el armario” (“The Lion, The Witch and the Wardrobe”). Fue publicado en 1950 y una de las tradiciones de Nesbit que Lewis tomó prestada fue el clóset mágico.

El escritor utiliza su armario para entrar en un reino completamente diferente, su destino es la Ciudad Celestial.

Como los armarios, las camas también funcionan como vehículos para la imaginación, especialmente para aquellos escritores que adoran trabajar en posición horizontal.

“Paraíso perdido” de John Milton (“Paradise Lost”) fue escrito casi en su totalidad en la cama. Lo mismo sucedió con la Historia de la Segunda Guerra Mundial de Winston Churchill.

Truman Capote aseguraba que no podía pensar claramente si no estaba acostado. Le gustaba empezar el día en la cama con café, después venía la hora del té de menta para pasar al jerez y después a los martinis. Su cama era un bar.

Los muebles también tienen una función emblemática y simbólica. Tomemos como ejemplo los famosos cuadros de las dos sillas de Van Gogh: la silla de Gauguin y la suya, obras que representaban vívidamente lo que el pintor consideraba era la diferencia entre él y su amigo.

La silla de Gauguin es de color marrón rojizo y tiene reposabrazos curvos. Dos libros y una vela parpadeante reposan sobre ella. Se trata de una imagen de calidez, de riqueza, alegría, aprendizaje, energía, potencia.

La silla de Van Gogh es amarilla, simple, débil. Es como si hubiera sido hecha por alguien que necesitaba un poco más de práctica. Es la silla de un hombre simple, pobre, pero honesto.

Todos los muebles comunican significados, es algo inevitable. Es lo que las cosas hacen. Una cama habla de nuestras vidas íntimas, del cuerpo y del alma. Nuestros gabinetes y cajones tienen secretos.

Los armarios dan una idea de nuestros sueños sobre otros mundos. Las mesas, por su parte, invitan a la compañía.

Existe una mayor variedad de mesas que de cualquier otro tipo de mueble: mesa para el café, de la cocina, de dibujo, para jugar billar, de ajedrez, de tenis de mesa, tocadores, de operaciones, para bibliotecas, mesitas de noche, mesas para las flores, para el sofá…

Hay innumerables usos para todas esas mesas, pero hay una sola cosa que las une, además del hecho obvio de que todas son horizontales y con superficies planas: alrededor de ella se reúne la gente y los objetos.

Es significativo que la mesa está en el centro de prácticas religiosas, en el Judaísmo en el hogar, en el Cristianismo en el altar. Nuestro lenguaje está lleno de metáforas que usan mesas como lugares proverbiales de reunión y plataformas de negociación.

La mesa es el lugar en el que interactuamos con los demás, con la familia, los amigos, los colegas, los rivales y los enemigos.

El valor de una mesa, como todas las piezas de muebles, reposa en su historia.

Podemos construirlos, pero los muebles también nos hacen. Nos dan forma, nos definen y determinan nuestras vidas diarias.

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