14 lecciones que he aprendido en mis 33 años de vida

Este año cumplí 33 años y para conmemorarlo me disfracé de Jesucristo para Halloween. A diferencia de años anteriores, esta vez no armé un alboroto interminable con lo de que era mi cumple y fui más que feliz celebrándolo en medio de la naturaleza con mi novio, mi hermano, mis amigos cercanos y un montón de hippies en un campamento bien peculiar y muy sereno. No he tenido mucho tiempo para “reflexionar” profundamente sobre lo que ha sido mi vida hasta el momento (el día que cumplí 30 me sentí bien diferente y me pase días analizando los cambios que estaban pasando en mi vida) así que lo hago ahora, en frío y para ustedes: las 14 lecciones que he aprendido en mis 33’s

• 14 lecciones son pocas: he aprendido que la vida no es más que una escuela constante de la que no nos graduamos nunca, sólo pasa que un día dejamos de asistir y ya. Si ponemos atención, hasta el más insignificante acto a nuestro alrededor tiene una lección valiosa que enseñarnos.

• El amor estilo Hollywood no existe: pasé gran parte de mi adolescencia y de mis 20’s persiguiendo la versión hollywoodense del amor. Sí, esa de amores eternos, besos perfectos, sacrificios y fuegos pirotécnicos. Eso hizo de mí una víctima de malas relaciones y una jueza de relaciones humanas. El baile amoroso en el que ando ahora es entender que yo no soy perfecta, como no lo es mi pareja y eso hace de todo el proceso algo sumamente maravilloso. Lo de los amores a primera vista (¿cómo sabes siquiera si tienen algo en común o si se entienden en la cama?) se lo dejo a Cinderella.

• A veces hay que morderse la lengua: siempre he sido una persona extremadamente honesta, que muchas veces hería los sentimientos de los demás o quedaba como una pesada. Ahora entiendo algo muy simple, uno tiene derecho a pensar lo que le venga en gana, pero no todos los pensamientos necesitan (o deben ser) expresados.

• Aprendí a hablar: el miedo, el respeto, la pena y las formalidades me hicieron callarme sobre cosas que consideraba importantes, cosas con las que no estaba de acuerdo, preguntas que tenía. Ahora, cuando reconozco uno de esos momentos, hablo. No estoy de acuerdo con eso de “si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, calla”. Callar enferma el alma y envenena el espíritu, y a veces lo que uno tiene que decir no es tan pretty- igual hay que decirlo.

• Nada es personal: soy una sensiblera por naturaleza y solía pensar que everyone was out to get me. ¿Egocéntrica? Nomás un poco. No sólo no soy el centro del universo para nadie, sino que la mayoría de las veces que alguien se desarma en gritos de furia o incluso insultos directos (a menos de que en serio haya una causa) tiene todo que ver con ellos mismos y poco o nada conmigo.

• Me encanta mi cuerpo: ojo, no estoy diciendo que mi cuerpo sea perfecto, sino que estoy feliz con cada parte de él. Seguro, siempre podría estar un poco más firme, con menos estrías o lo que sea, pero lo amo tal como es y me abrazo a él con todas su imperfectas perfecciones. Pensar en todo el tiempo que perdí criticándome a mí misma y poniendo a mi cuerpo a sufrir con fiestas absurdas me da hasta mal genio.

• Perdonar es el mejor regalo que puedes hacerte a ti misma: allá el que metió las patas contigo con sus cargos de conciencia o falta de ellos. El perdón no tiene que ver con el otro, tiene que ver con la paz mental propia y con elegir no andar cargando bolsas de basura del pasado que sólo nos atormentan y nos hacen difícil el camino.

• Nada es permanente: bueno está bien, la muerte sí lo es. De ahí hacía atrás, el trabajo puede hacerte millonario o dejarte en la calle en cuestión de días. Puedes jurar que no volverás a enamorarte después de tu última decepción amorosa y casarte con el amor de tu vida al año siguiente. Todo lo bueno y no tan bueno es pasajero y verlo así hace la vida mucho más llevadera.

• Me voy a morir usando esmalte en las uñas: and that’s ok. Aunque trabajo todos los días para mejorar como ser humano, también soy consciente de que ciertas mañas se morirán conmigo. Pintarse las uñas no suena tan mal, hasta que entro en estado de pánico si me las llego a ver naturales por más de dos horas. And that’s ok.

• Tengo un par de gustos guarros: me encanta “Bidi Bidi Bom Bom” de Selana Quintanilla, “El hombre que yo amo” de Myriam Hernández y me puedo ver “Dirty Dancing” una y mil veces. Sé que no son las piezas maestras del arte and I’m happy with it. Me encanta mi lado charro.

• Poquitos pero los que son: en una época de mi vida me preocupaba no tener millares de amigos. Ya no. Hay ciertas personas (como mi hermano) que tiene muchos amigos cercanos, que son casi familia con los que puede contar en las buenas y en las malas. Eso es una excepción en la regla. Me encanta saber que aunque mi grupo de amigos no es el más extenso, son gente que de verdad me ama, me apoya y quiere verme siempre bien.

• La fiesta es una fantasía: Hace más de cuatro meses que dejé de tomar, del todo, y aunque aún salgo y me gusta ser parte de ocasiones realmente especiales, también sé que las amistades que se crean en la fiesta no son de verdad. La sensación de ser la reina del mundo que me daba el alcohol duraba sólo hasta que llegaba el mortal guayabo y las profundas conversaciones con tus amigos pierden el sentido cuando se te olvida la mitad.

• El miedo es el peor de los enemigos: durante mi vida adulta he tenido que enfrentarme a la falta de dinero, al desempleo, a los jefes insoportables, a las rupturas de corazón- ninguno de esos ha sido realmente impedimento para avanzar en cualquiera de los aspectos de mi vida. Lo único que me ha detenido de lograr (o por lo menos tratar) hacer cosas es el miedo.

• Primero yo: amo a muchas personas en mi vida, pero me quité de encima la idea de que ponerme a mí primero que al resto es envidioso; si lo es igual no me importa. Las decisiones que tomemos finalmente afectarán a una persona: yo. Me gusta escuchar la opinión de mi familia y mi novio, consulto mis planes con ellos, pero la decisión final es mía and mine only.

Me siento “vieja” en el sentido más bello y fortalecedor de la palabra. En general trato de tomarme las cosas con calma, sobre analizar menos y vivir más, dejar que la vida fluya y escucharla, ver el vaso medio lleno y seguir con honestidad mis pasiones y las cosas que me hacen sonreír.