Editorial: El terror de las armas de fuego

No es casualidad que Alabama, el Estado de residencia John Russel Houser, y Louisiana tengan las leyes más laxas del país en cuanto al control de armas.

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Crédito: J. Emilio Flores | La Opinión

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Ahora para estar tranquilo en un cine habrá que pasar por un detector de metales, igual que en los aeropuertos. O quizás permitir que la audiencia esté armada para que en el momento en que un trastornado quiera hacer una masacre, haya un tiroteo múltiple en la oscuridad de la sala. Estas son alternativas son hasta ridículas, pero son muy reales, porque sino se establece el sentido común con las armas, hay que perder lo razonable para proteger al público.

El tiroteo en un cine de Lafayette, Louisiana, repitió la trágica escena de una persona desequilibrada mentalmente que armada comete una masacre en un lugar público. No es casualidad que Alabama, el Estado de residencia John Russel Houser, y Louisiana tengan las leyes más laxas del país en cuanto al control de armas.

Los repetidos incidentes de individuos armados que se convierten en “asesinos solitarios”, sean por los motivos que sean son las mayores causas de homicidios. Esto es terrorismo porque amenaza el sentimiento de seguridad de gente inocente. USA Today estima que entre 2006 a hoy hubieron 200 masacres o sea una casi dos semanas, cifra que va en aumento. En 2011 murieron 32,251 personas por disparos, según el Centro para el Control de Enfermedades.

Esta cifras son tan elevadas como para llamar la atención del Congreso para que revise la facilidad conque se obtienen las armas de fuego. Sin embargo, es todo lo contrario, allí quienes dominan la agenda legislativa repiten el mensaje de la Asociación Nacional del Rifle que se necesitan más armas, como si el Viejo Oeste fuera el modelo de seguridad pública para el siglo 21.  Incluso ahora en la Cámara Baja se quiere proteger la posesión de armas para los jubilados que son incapaces de manejar sus asuntos financieros.

La mayoría republicana se indigna para aprobar leyes cuando un indocumentado mata una persona, pero no hace nada en cuanto a las armas, como si la vida de esa víctima fuera más valiosa que la de los muertos del cine de Colorado, de la iglesia de Carolina del Sur o los del cine de Louisiana…o los que morirán en el próximo incidente.

Es cierto que las personas matan y no las armas, pero con un control mayor, el poder mortal  es menor. De eso no cabe duda.

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