Ni es histórica ni verdadera 

En las prioridades de lops funcionarios están sus intereses personales y en muy bajo lugar, el bien de la nación

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Crédito: EFE

Existe la verdad y existe la verdad verdadera. Esta última la establece el Estado, a partir de una composición compleja: define al mal imponiendo una verdad política que justifica la represión, y el Estado goza de una posición privilegiada, desde donde determina la verdad oficial, que le impone a la historia.

Esta formulación funcionaria es si el Estado fuera un ente que vela por el interés general, pero no lo es. El Estado reproduce al sistema, promueve los intereses de la clase dominante, y somete a los dominados.

La imperfección de la verdad, es que los que articulan las decisiones son de carne y hueso, con intereses concretos, muchas veces contrapuestos a la verdad de los sometidos; la verdad se acomoda a la satisfacción de algunos, y resulta ser una facciosa.

En el caso de los 43 estudiantes desaparecidos, el procurador general determinó una verdad histórica, ajustada a sus intereses personales y de grupo. ¿Sería histórica porque se basa en evidencias para no cambiar? Es la arrogancia de los poseedores del poder.

El funcionario estaba equivocado. La historia la escriben los vencedores; sabiendo como autoritario que el cuestionamiento sería menor, pero no contó con los aires de libertad que recorren al país. Hoy cualquiera camina con una cámara y múltiples factores en el mundo incursionan en otras realidades. Es el principio de Justicia Universal de los españoles, la comisión internacional que tiró al presidente corrupto de Guatemala, y un comité internacional que destrozó la precaria verdad del procurador.

El funcionario llegó a la desesperación, ante el atrevimiento de poner en tela de juicio la verdad que trataba de imponer y que lo ponían frente a la historia como marrullero y mentiroso.

Ahora resulta que la verdad no era verdadera. Fue un subterfugio para engañar. En el caso de Ayotzinapa el gobierno engañó a las madres y padres de las víctimas que se convirtieron en víctimas. En Guerrero se repite el ciclo donde las víctimas se transforman, deben convertirse en activistas para exigir que el gobierno les preste atención, y cumpla con su obligación de defender a la sociedad; estas son batallas largas y desgastantes, y la historia de revictimización se repite una y otra vez. El Estado se defiende a si mismo, y pisotea a la sociedad.

Las verdades se confrontan contra la credibilidad del gobierno, muy venida a menos. La gente le ha perdido la confianza a las instituciones y a los representantes institucionales, porque en sus prioridades están sus intereses personales y en muy bajo lugar, el bien de la nación, o los intereses de la patria.

Ahora tratarán de construir una nueva verdad y con una nueva historia, ojala sea la de la sociedad.

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