El efecto dominó entre Guatemala, México y EEUU

Los gobernantes no advierten que sus acciones traen consecuencias que acaban en el traspatio del vecino, o a lo peor, en medio de su sala

Miembros de una familia guatemalteca caminan en territorio mexicano tras cruzar la frontera ilegalmente.

Miembros de una familia guatemalteca caminan en territorio mexicano tras cruzar la frontera ilegalmente. Crédito: John Moore | Getty

En octubre pasado ocurrieron varios eventos aparentemente desconectados:

(1) EE.UU. anunció que donará $5 millones a la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), que fue instrumental en la caída de una red de contrabando y defraudación aduanera, cuyo liderazgo le achaca al ex mandatario Otto Pérez Molina y la ex vicepresidenta Roxana Baldetti, ambos encarcelados.

(2) Después de intensas lluvias, un deslave en las afueras de la capital guatemalteca dejó cientos de víctimas, al menos 300 sepultados en vida por el alud; otros tantos, sobrevivientes desamparados. Por pobreza y falta de opciones habitacionales, aproximadamente un millón de guatemaltecos viven en condiciones vulnerables a las orillas de barrancos, faldas de montañas, u orillas de ríos.

(3) Desde EE.UU., sigue la deportación de menores de edad centroamericanos que no pudieron ser entregados a ningún familiar, después de ser interceptados en la frontera con México. Según reportes de prensa, estos chiquitos a su corta edad sienten que defraudaron a sus familias porque no pudieron permanecer en EE.UU. para trabajar y ayudar a sus familias—empobrecidas aún más por la deuda con el coyote que les trasladó hasta la frontera.

(4) Un total de 148 migrantes hondureños y cubanos fueron capturados en Guatemala, en la frontera con Honduras. Viajaban en tres autobuses. Las autoridades capturaron a los choferes y a sus ayudantes, que están lejos de ser los cabecillas del tráfico de migrantes en la región. Incluso, algunos de ellos también han intentado migrar a EE.UU. sin documentos.

(5) Una migrante guatemalteca fue asesinada en Queens, Nueva York, un trágico hecho de violencia doméstica. Las autoridades sospechan que su pareja, un guatemalteco, la mató e incineró el cadáver en  la bañera del apartamento. El sujeto huyó a Florida y ahora pelea su extradición a Nueva York. No son pocas las mujeres que migran de Centroamérica para huir de la violencia doméstica, totalmente desprotegidas por el Estado, pero algunas encuentran el mismo problema en EE.UU. En enero de 2014, otra guatemalteca murió a manos de su pareja mexicana también en Queens.

Primero, es evidente que EE.UU. reconoce que los problemas de Estado podrido por la corrupción y la impunidad (como Guatemala) rebalsan hacia los vecinos como México y EE.UU. No obstante, la ayuda de los $5 millones para la CICIG es alivio a muy largo plazo. Ya lo dijo la Organización Mundial para las Migraciones (OIM): la migración indocumentada no se detiene porque prevalecen sus principales detonantes, la violencia y la pobreza. Hay violencia porque el Estado está coludido, y la corrupción devoró los fondos que debieron servir para combatir la pobreza y satisfacer necesidades básicas como salud, educación y seguridad.

Los pobres son los más vulnerables a la violencia porque no pueden pagar guardias de seguridad privada y menos guardaespaldas, o vivir afuera de zonas rojas. También son más vulnerables a los desastres naturales por falta de acceso a una vivienda digna. Viven donde nadie más quiere vivir: a la par de los basureros, los barrancos y los ríos que se debordan en la época lluviosa.

Los desastres naturales serán consecuencia del cambio climático y el descuidado medio ambiente. Sin embargo, las tragedias humanas que resultan de los desastres naturales ocurren por la indiferencia del Estado y los funcionarios públicos ante las condiciones de vulnerabilidad en que viven cientos de miles de guatemaltecos. Mientras esos guatemaltecos se rifan el físico sólo por vivir donde viven, los funcionarios corruptos compran fincas y casas de descanso en las zonas más exclusivas del país. ¿Qué tal?

Y, claro, cuando se vive en condiciones de miseria, ¿quién no querría migrar? Mucho influye en la decisión el desconocimiento de los riesgos en el camino, o del tratamiento que se recibirá de las autoridades migratorias en EE.UU., o de la disponibilidad real de empleo en ese país. Pero eso no detiene a nadie, ni a los guatemaltecos, ni a los hondureños, ni a los cubanos (pese al restablecimiento de relaciones diplomáticas entre EE.UU. y Cuba). Ahora resulta que, según reportes de prensa, México actúa (con fondos de EE.UU.) como muro de contención para reducir el número de migrantes que llega hasta EE.UU. No por nada aumentó la cifra de deportados guatemaltecos desde México, y se redujo el número enviado desde EE.UU. Pero ahora pareciera que Guatemala hace lo mismo con México (inteceptar migrantes hondureños y cubanos), que México hace con EE.UU. (interceptar migrantes guatemaltecos).

Todos buscan una vida mejor. Muchos no la encuentran, como las guatemaltecas asesinadas en Queens. EE.UU. ya otorgó asilo a un grupo de mujeres hondureñas que huía por motivos de violencia doméstica. Pero el problema, que no se acaba con la reubicación geográfica, abarca aspectos psicológicos y sociológicos en la víctima y el agresor. Si no se atiende de raíz (con programas de salud mental), no se resuelve. Sólo migra de un país a otro. ¿Qué sería de muchas familias migrantes si recibieran atención para luchar contra la violencia intrafamiliar en sus países? Pocos la reciben si no tienen cómo pagarla. De pronto, si además de recibir esta ayuda, se promoviera la generación de empleos dignos y la seguridad ciudadana, la migración a otro país no sería una opción.

Pero no es así. Los gobernantes son miopes. No advierten que sus acciones desencadenan hechos aparentemente no relacionados entre sí, pero que al permanecer irresueltos, acaban en el traspatio del vecino, o a lo peor, en medio de su sala. ¿Y quién se hace responsable?¿Por dónde se empieza? Yo ya no sé.

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