Editorial: La Captura de “El Chapo” Guzmán

La petición de Estados Unidos pondrá a prueba el sistema judicial mexicano

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Crédito: José Mendez | EFE

La captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera dio un necesario respiro al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, que está bajo la presión económica de la caída del peso y de una deteriorada imagen internacional, causada principalmente por la espectacular fuga del narcotraficante y la desaparición e investigación de los 43 normalistas.

El gobierno mexicano con esta detención limpia parcialmente la mancha que dejó la fuga de “El Chapo” de la prisión de máxima seguridad y la impresión popular de que la libertad del narcotraficante se debe a su protección desde las más altas esferas de la administración Peña Nieto. Ahora la cuestión es qué hacer con él.

Es entendible que el gobierno mexicano esté dispuesto a extraditarlo a Estados Unidos, que en el pasado ya había presentado dos solicitudes. Hay mucho cuidado para no repetir la arrogancia y papelón del ex Procurador General, Murillo Karam, que se opuso a la extradición  rechazando toda posibilidad de fuga..

Los argumentos de los críticos a la extradición son razonables. Las acciones de “El Chapo” costaron la vida de muchos mexicanos, el orgullo soberano y la siempre incomodidad de enviar un nativo a ser juzgado en otro país son válidos. Pero el tema del narcotráfico plantea una situación especial.

El tráfico de drogas es un delito multinacional, su combate requiere una colaboración binacional, por eso su procesamiento y castigo también están bajo la mismas condiciones. “El Chapo” mismo se jactó en la entrevista para Sean Penn y Kate del Castillo de ser “el mayor proveedor de heroína, metanfetamina, cocaína y marihuana del mundo”. Las fronteras no existen para el delito, tampoco para el castigo, sino hay que hacerlo donde más duele.  Esta será una prueba para el sistema judicial mexicano 

La extradición de Guzmán sería una señal a otros narcotraficantes. Al mismo tiempo, evita la posibilidad de otro papelón, como una fuga, en un México donde a veces parece que todo es posible.

La captura de “El Chapo”  no significa el fin del Cártel de Sinaloa, y mucho menos del narcotráfico. La magnitud de la operación criminal hace que la detención tenga más efecto de relación pública que un descabezamiento mortal de la organización. La penetración del narcotráfico en la política, la economía y la sociedad es una batalla más difícil que apresar a un individuo.

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