Editorial: El Senado debe considerar la nominación de Garland
Es un perjuicio para el sistema democrático el que la Suprema Corte pase un tiempo récord incompleta
El presidente Barack Obama cumplió con su deber de nominar un juez para la Suprema Corte de Justicia en reemplazo del fallecido Antonin Scalia. El Senado tiene ahora el deber constitucional de “asesorar y consentir”. Esto no significa que está obligado a aceptar el nombramiento de la Casa Blanca, pero sí lo debe considerar, en este caso hacer las audiencias y votar sobre el nominado.
La Constitución no dice que el Senado puede determinar que “el pueblo estadounidense sea quien elija al próximo juez” como una excusa para no cumplir con su deber por motivos políticos. Ellos tienen la esperanza que un republicano gane la elección presidencial de noviembre y pueda nombrar un juez parecido al ultraconservador Scalia y así mantener el equilibrio a favor de los conservadores en el Alto Tribunal.
Los legisladores republicanos ya determinaron, y así lo demostraron con el presupuesto enviado por la Casa Blanca, que para ellos la presidencia de Obama ya terminó. Ahora con la actitud de no considerar un juez para la Suprema Corte están decidiendo que el Alto Tribunal no pueda funcionar adecuadamente por lo menos durante nueve meses. Lo último será una pérdida de tiempo porque muchos de los casos que escuchen ahora deberán repetirse cuando el tribunal esté completo.
Es insólito que el Congreso, la institución y el poder constitucional cuya popularidad está por los suelos, sea la que impida el funcionamiento pleno del Poder Ejecutivo y el Judicial. Es indignante que quienes gozan de un índice de aprobación bajísimo entre los estadounidenses por su incapacidad de hacer su trabajo, asuman una representación de los estadounidenses que no le corresponde.
La Casa Blanca, lejos de nombrar a un juez liberal, designó al juez Merrick Garland, jefe del Tribunal de Distrito de Apelaciones de D.C, uno de los puestos más importantes del país. Los antecedentes son intachables y si bien no piensa como Scalia, su tendencia es conservadora con ciertas excepciones como con las armas de fuego.
En otra situación, este juez sería confirmado rápidamente por el Senado de mayoría republicana que en el pasado solo ha tenido buenas palabras hacia Garland. En otra situación, seguramente Obama habría nombrado a un candidato más liberal. Pero la frontal oposición del Congreso y los tiempos de Washington requieren un nombre aceptable para todos. En eso el presidente cumplió. El Senado debe dejar de buscar excusas para cumplir con su deber y considerar la nominación de Garland.