El dificil baile entre Donald Trump y el partido republicano

Al cumplirse un año de la candidatura de Trump, los líderes republicanos se encuentran entre la espada y la pared, entre respaldar al nominado que seleccionaron sus votantes y velar por los intereses electorales y políticos del partido. No es un balance fácil.

Paul Ryan

Paul Ryan Crédito: Mark Wilson | Getty

La relación entre Donald Trump, el virtual candidato republicano a la presidencia y sus compañeros de partido se está complicando a ojos vista, obligando al liderazgo republicano a mantener “al mal tiempo buena cara”.

Este mismo jueves, el Presidente del Comité Nacional Republicano (RNC) Reince Preibus desmintió por Twitter los más recientes rumores e informaciones sobre la tensión entre la campaña de Trump y el partido.

Al cumplirse un año del momento en que el magnate y estrella de televisión lanzó su candidatura sobre un discurso centrado en el mensaje de la peligrosidad de los migrantes mexicanos, el partido al que representa enfrenta momentos decisivos.

Falta apenas un mes para la Convención Nacional Republicana en Cleveland, donde los delegados del partido tradicionalmente votan para confirmar lo que ya decidieron antes los votantes de cada estado.

Pero cada vez son más los republicanos que muestran su oposición a declaraciones del que, como su candidato, se convierte también en su líder más importante en todo el país.

Destacados republicanos como Meg Whitman quien en 2010 fue candidata a gobernadora de California, han comparado al estilo y políticas del magnate con los de históricos líderes del fascismo mundial como Hitler y Mussolini.

Whitman no es la única dentro del partido que ha expresado preocupación y condena hacia Trump.

La lista crece día con día y con cada una de las controversiales posturas del candidato, que de acusar a un juez de incompetente por sus orígenes mexicanos pasó  a sugerir que el Presidente Obama es cómplice con el terrorismo islamista.

Las críticas internas han llevado a la campaña de Trump a desafiar abiertamente al RNC en momentos en que, irónicamente,  también necesita el aparato del partido para reforzar su cofre de campaña.

Cualquier candidato a la presidencia requiere muchos millones de dólares para competir, y buena parte de los tradicionales donantes republicanos se rehúsan a abrir sus carteras para él.  

Es por eso que Trump y Preibus están viajando hoy jueves a Texas, donde esperan recabar varios millones de dólares para la lucha electoral. 

Liderazgo republicano, entre la espada y la pared

Pero la tensión entre ambas partes continúa. El contínuo desafío de Trump al RNC quedó claro recientemente cuando el co-director de su campaña Sam Clovis dijo en un programa dominical que el liderazo republicano debería “apoyar a Trump o callarse la boca”.

Como ha ocurrido varias veces en días recientes, el presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan se vio obligado a responder a este exabrupto.

“Sería difícil inventar estas cosas”, dijo Ryan, con tono resignado, durante un intercambio con la prensa este jueves, pero dijo no tener ningún plan de retirar su apoyo a Trump, que anunció tras mucha reticencia hace un par de semanas.

Para Ryan y Preibus, así como para Mitch McConnell, líder del senado, hay algo más en juego que su postura personal respecto a Trump: los tres están en posiciones de liderazgo cuyo objetivo es ganar elecciones para su partido.

COBERTURA ESPECIAL DE LAS ELECCIONES

Tradicionalmente, los líderes del partido y de las bancadas de un partido en el Congreso se unen con su nominado para hacer campaña juntos y asegurar que se cumplen sus objetivos electorales.

A estas alturas, semanas después que todos los demás precandidatos presidenciales se retiraron, “ya debería de haber una unidad dentro del partido con vistas a las elecciones”, señaló el profesor de política pública de Pepperdine University, Pete Peterson.

Peterson, quien además fue candidato republicano para secretario de estado en California hace dos años, explica que el problema esta vez es que Trump “ha llevado a cabo una candidatura populista y muy diferente a otras recientes”.

“No ha construido relaciones con el partido ni con sus líderes”, dijo Peterson. “Además, apoyar su candidatura se hace muy difícil porque no está basada en la realidad, en planes concretos o siquiera en principios republicanos”.

Aunque el liderazgo principal del partido sigue indicando que está junto a su nominado,  también tienen que tomar en cuenta el efecto que este puede tener en las elecciones de otros republicanos en el Congreso y otros cargos, dijo David Johnson, un consultor republicano de Atlanta, Georgia.

“Trump va a dañar irremediablemente al partido republicano si no lo repudian ahora”, dijo Johnson. “Su impopularidad puede hacer que muchos otros republicanos pierdan sus cargos o elecciones en noviembre, que los latinos estén perdidos para el partido por una generación y que haya gobiernos demócratas por un largo tiempo”, apuntó.

Al mismo tiempo, rechazar a su nominado puede traer una revuelta interna, pero Johnson cree que sería preferible. “Tienen que pensar en el largo plazo”, agregó, apuntando que ni Ted Cruz, ni Marco Rubio ni John Kasich, otros ex candidatos republicanos, han apoyado a Trump ni asignado a él sus delegados para la convención.

“Si esperan mucho más tiempo para luchar contra él, luego va a ser demasiado tarde”.

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