Hablemos del Muro

Muo Frontera México-EU

Vista de una valla metálica que separa la frontera de México con Estados Unidos Crédito: EFE/Archivo

No hay nada que incite más las pasiones en la comunidad latina que una mención de la posible construcción de un muro en la frontera con México propuesta por el presidente Trump.  Muchos, ciertamente no todos, lo ven como una falta de respeto a los mexicanos; como un símbolo de desprecio a nuestro vecino del sur e incluso a los otros países de América Latina.

Reconozco que el presidente Trump no facilita el diálogo sobre este tema cuando dice que la construcción del muro la va a pagar el gobierno mexicano; planteamiento que el presidente Enrique Peña Nieto, uno de los participantes principales en esta discusión, considera que “atenta en contra de nuestra dignidad”.

Aún así, me parece importante tratar de superar los apasionamientos y estridencias de este debate y considerar si esta política específica es razonable y nos ayudaría a atender los retos que tenemos en nuestra frontera sur.

No podemos subestimar los graves problemas de crimen y violencia que tenemos en amplios sectores de la frontera.  Su porosidad facilita el tráfico de drogas y la trata de personas.  Según un informe del Servicio Congresional de Investigación del año pasado, por ejemplo, “el grueso de la heroína que entra por contrabando a los Estados Unidos fluye a través de la frontera suroeste”.

Si bien es cierto que la seguridad fronteriza ha mejorado, esto irónicamente se debe en gran parte a la construcción de verja saltas en sectores como el de San Diego, California y Yuma, Arizona.  Estas vallas han forzado a que el trasiego de drogas y la actividad criminal se desplace a aquellas partes en donde no hay muros, particularmente a los sectores de Texas.  De hecho, de las 408,870 personas que el año pasado fueron detenidas en la frontera intentando entrar ilegalmente al país, más de 300,000 de estas fueron capturadas a lo largo de la sección de la frontera adyacente a Texas.

Por lo cual, es válido concluir que si sellamos la frontera con verjas en aquellas puntos por la cuales todavía hay un flujo continuo e irrestricto de drogas y personas, lograremos conseguir el control operacional de la frontera.

Lógicamente hay diferencias de opinión honestas sobre esta conclusión, y se deben airear de una manera civil.  Pero es hora de reconocer que reacciones basadas en percepciones puramente emocionales no contribuyen a nada.  Suena bonito, hasta “cristiano”, repetir el cliché de que tenemos que construir puentes y no muros.  Pero, francamente, este es un comentario excesivamente simplista.

Una persona no construye una cerca alrededor de su casa o patio para menospreciar a su vecino, sino para proteger su propiedad.  Pues, de igual manera, Estados Unidos no quiere construir un muro para decirle a nuestros vecinos que no están bienvenidos, sino para informarles que si quieren venir, deben primero tocar a la puerta de entrada.

Cabe señalar, además, que el muro tampoco es una idea exclusiva de Trump y los republicanos. Los demócratas, incluyendo Hillary Clinton, como senadora y candidata presidencial, siempre han apoyado la construcción de verjas en la frontera.  El primer muro, en efecto, fue construido por el presidente Clinton en la frontera con Tijuana.

Así, pues, bajemos los decibeles en el debate y hablemos de este asunto de una manera objetiva y sosegada sin promover divisiones y enfrentamientos innecesarios entre personas y países.

Alfonso Aguilar es presidente del Latino Partnership for Conservative Principles

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