Opinión: Es hora de que Chávez Jr. cuelgue los guantes y deje de humillarse

La noche del sábado fue una pequeña tragedia para el boxeo y para un legado que fue arrastrado en 12 rounds

Boxeo

Una de las mejores fotos, que sintetiza lo que fue la pelea entre Saul "Canelo" Alvarez y Julio César Chávez Jr.  Crédito: Etzel Espinosa | Imago7

Una semana antes de la pelea del sábado –aunque en realidad no hubo tal cosa como “pelea”–, le pregunté a Julio César Chávez Jr. si una derrota contra “Canelo” Álvarez le haría considerar su retiro del boxeo.

El sinaloense, tibio y cabizbajo en toda la previa, dijo que no podía responder eso sino hasta después del pleito.

Pues bien, Julio ya se está tardando. El sábado, con el rostro reventado, se atrevió a decir en una entrevista con Bernardo Osuna de ESPN que Álvarez no lo “lastimó”.

Buen chistorete. Supongo que lo que quiso decir es que pudo salir caminando del ring.

Chávez Jr. afirmó que quería tener una buena actuación para que sus hijas, cuando crecieran, se sintieran orgullosas de él. ¿En serio?

Con un poco de sentido común y sobre todo honestidad consigo mismo, el hijo de la leyenda tendría que haber pedido perdón al menos 12 veces al público (una por cada round de indolencia) y luego anunciar que no volverá a subir a un ring. No lo merece. No tiene más que hacer y ya se le acabó su crédito.

El inminente final de su carrera es una pequeña tragedia para el boxeo: el hijo del más grande peleador que haya dado México y que era un valiente a toda prueba, se la pasó arrastrando el apellido Chávezarrastrando el orgullo de ser llamado peleador.

No hay nada de malo en aceptar que el boxeo ya no es para él (si alguna vez lo fue). “Julito” nunca tuvo el hambre de gloria. Vamos, nunca tuvo hambre, literalmente.

Álvarez, en tanto, sigue su carrera con firmeza. Ni siquiera necesitó sentarse entre rounds, un gesto que ilustra la clase de noche sencilla para él dentro del ring y descolorida para los demás mirando desde afuera.

Muchos aficionados todavía se exceden contra el tapatío, pero al aceptar el combate contra Gennady Golovkin, él se anota un gran acierto. Gane o pierda el 16 de septiembre contra un tremendo noqueador, “Canelo” será más de lo que es hoy.

Eso sí, al colorado de Guadalajara podría caerle bien una inyección de modestia. Se le está pasando la mano de presunción, se le está yendo la lengua. No necesita seguir ese camino. El hombre tiene el boxeo y la estrella. Salir a pelear con profesionalismo y entregarse para tratar de divertir a los aficionados es suficiente.

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