Vino de El Salvador para escapar de las maras, pero un ataque de odio en Los Ángeles lo deja paralítico

Se cree que la retórica antinmigrante del presidente Trump ha envalentonado a los racistas para atacar a los latinos

Maritza Márquez empuja la silla de ruedas de Osmin Francisco Pereira en las oficinas del abogado Alex Gálvez.  (Aurelia Ventura/ La Opinion)

Maritza Márquez empuja la silla de ruedas de Osmin Francisco Pereira en las oficinas del abogado Alex Gálvez. (Aurelia Ventura/ La Opinion) Crédito: Aurelia Ventura | Impremedia/La Opinion

En un abrir y cerrar de ojos, en una parada de autobús del sur de Los Ángeles, un acto de odio dejó en una silla de ruedas de por vida a Osmin Francisco Pereira, un joven inmigrante de El Salvador quien hace cuatro años llegó al país, huyendo del acoso de la mara salvatrucha, una pandilla criminal centroamericana.

Un afroamericano le disparó en cuatro ocasiones. ¡Maldito mexicano, regrésate a tu país!, le escuchó decir mientras un fuerte golpe en la cabeza lo derribaba al suelo, dejándolo entre la vida y la muerte.

Su viaje a Estados Unidos

A Osmin, de 25 años de edad, le tomó un mes el viaje entre El Salvador y la frontera sur. Quería reunirse con su madre que vivía en Los Ángeles, Maritza Eunice Márquez. Pero el principal motivo para salir, fueron los pandilleros.

“Yo trabajaba en una tienda. No solo extorsionaban al dueño sino a los trabajadores. Para mi era muy duro poder pagarles la cuota. Cuando empezaron a amenazarme, le expliqué a mi mamá lo que estaba pasando y con lo poco que me pudo mandar, emprendí el viaje para el norte”, recuerda.

Su madre lo había dejado en El Salvador a él y a su hermana para venir a trabajar a Estados Unidos. Él tenía 9 años de edad y su hermana 7, cuando se quedaron al cuidado de la abuela.

Tras su arresto en la frontea y después de pasar tres meses en un Centro de Detención de Nueva Jersey, salió en libertad y pudo viajar a Los Ángeles para reunirse con su madre.

Con la ayuda del abogado en migración Alex Gálvez, inició el proceso para solicitar asilo, y logró que le dieran un permiso de trabajo.

”Conseguí empleo como cortador de pescado en una pescadería de Carson. Lo que ganaba no era solo para mí sino para mandar dinero a mi hermana que se quedó en El Salvador y tiene tres niños”, platica.

Maritza Márquez empuja la silla de ruedas de Osmin Francisco Pereira en las oficinas del abogado Alex Gálvez. (Aurelia Ventura/ La Opinion)

Tragedia repentina

Todo marchaba bien hasta que la tragedia se asomó a su vida. “Fue 12 de julio pasado, cuando un amigo y yo fuimos a un parque que está en las Calles Avalon y 88 del sur de Los Ángeles. Había actividades ese día en el parque. Como a las 9:00 de la noche ya se estaba acabando todo. Le dije a mi amigo que ya nos fuéramos”, relata.

Ambos se encaminaron hacia la parada de autobuses que está en las Calles Central y 90. “Él se ofreció a esperarme hasta que llegara mi camión. ‘Vete a tu casa, no es necesario’, le respondí. Ya había visto en mi teléfono que faltaban como nueve minutos para que llegara el autobús”.

A los cinco minutos de que el amigo se marchó, Osmin dice que vio venir a un afroamericano más o menos de su misma edad. “Tuve como un presentimiento. Se le veía como enojado, molesto. Pensé, ‘no le voy a poner cuidado’. Pero empezó a agredirme. Me decía ‘maldito mexicano, regrésate a tu país”, puras cosas racistas. De repente, sentí un golpe detrás de la cabeza y caí al suelo”.

El hombre le acababa de dar un balazo. Tirado en la banqueta, Osmin recuerda que le asestó tres balazos más. “Yo estaba confundido, pero alcanzaba a escuchar que con cada balazo, me insultaba y me maltrataba”.

Maritza Marquez muestra los impactos de bala de su hijoa, Osmin Francisco Pereira, en las oficinas del abogado Alex Galvez. (Aurelia Ventura/ La Opinion)

Recuerda que perdió el conocimiento por unos momentos. “Desperté y aún estaba tirado en la banqueta, lleno de sangre. Pude mover mis manos. Me toqué la cara. Me sentí un hoyo en la cabeza. Quise levantarme, y no pude. No sentía dolor físico, pero estaba como agonizando. ¡Me mataron! ¡me mataron!, pensaba”.

Aterrorizado, dice que imaginó el dolor que su muerte le traería a su madre enferma del corazón, y le entró preocupación por su hermana, porque ya no iba a poder mandarle dinero a El Salvador.

Cuando sentía que se estaba yendo, llegó la policía. “Para ese momento, ya no podía ver nada. Estaba totalmente ciego. Solo escuchaba sus voces. Un agente de la policía me preguntó en español qué había pasado. ‘Un moreno me disparo’, le dije. Yo aún estaba asustado. No sabía si el agresor andaba por ahí. El policía me tranquilizó. En medio de mi miedo, traté de calmarme”, sostiene.

Maritza Marquez muestra las heridas del impacto de bala que recibió su hijo, Osmin Francisco Pereira. (Aurelia Ventura/ La Opinion)

Con la vida en suspenso

Osmin pasó hospitalizado del 12 de julio al 26 de octubre cuando fue dado de alta.

Recibió cuatro balazos: en la cabeza, en el antebrazo, la cadera y el pie. Aún tienen las balas incrustadas en su cuerpo. “Los médicos consideraron muy peligroso removerlas porque están en zonas muy frágiles, y al sacarlas pueden causar daño irreversible”, dice.

El muchacho recuperó la vista, aunque con visión limitada en el ojo izquierdo. La peor noticia vino cuando los médicos le dijeron que no podría volver a caminar.

“Lo que estoy viviendo no es fácil. No se lo deseo a nadie. El hombre que me atacó no tuvo conciencia alguna. Uno viene huyendo de la violencia de su país, no es justo lo que me pasó. No venimos a quitarle nada a nadie, solo a trabajar muy duro”, dice.

Su madre, quien se dedica a la costura en Los Ángeles, platica que en el hospital los médicos le dijeron que se preparara para lo peor. Su hijo moriría en cuestión de días, una bala le había perforado el pulmón.  “Yo gritaba de dolor de ver a mi hijo sin esperanza de vida”, dice aún abatida, y con la tristeza reflejada en su rostro.

El joven inmigrante se aferró a vivir y sobrevivió. “Los médicos dicen que está vivo de milagro”, comenta su progenitora.

El abogado en migración Alex Gálvez decidió llevar el caso de Osmin Francisco sin cobro alguno. (Aurelia Ventura/ La Opinion)

Alivios migratorios

El abogado en migración, Alex Gálvez, afirma que el ataque contra el muchacho se dio cuando él estaba en un periodo de espera para su segunda corte de asilo.

Sin embargo, dice que la tragedia le dio una nueva opción para ajustar su estatus migratorio.

“Si alguien merece una visa U es Osmin Francisco. Él reúne todas las características para ser protegido con una visa U. Para casos como el suyo es para lo que se creó esta visa. Fue víctima de un delito grave, un crimen de odio, y está cooperando con la policía”, precisa.

Y añade que van a esperar por la certificación policiaca para solicitar la visa U, que se da a las víctimas de crimen.

“El proceso para recibirla puede tomarse de tres a cuatro años, pero él no corre riesgo de ser deportado”, aclara.

Confía que, además, el juez que lleva su caso de asilo se conmoverá al ver la situación del muchacho. “Le ha tocado un muy buen juez”, indica.

Explica que si bien las leyes de migración se están apretando bajo la administración Trump, los inmigrantes deben asesorarse porque aún existen alivios como la Visa U.

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No se da por vencido

Osmin dice que por momentos se siente deprimido y triste por el repentino cambio en su vida. “Tengo muchos dolores de cabeza. En las noches no puedo dormir. Siento la bala en mi cabeza. Pero estoy vivo y he decidido luchar, seguir adelante, ser un ejemplo de inmigrante. Quiero estudiar y dar lo mejor de mí en este país, sin importar que estoy condenado a una silla de ruedas”, expresa.

“Cuando estaba en ese hospital, le pedí a Dios con mucha fe una oportunidad. Me la dio y no la pienso desperdiciar”, dice con entereza.

Su madre y amigos han abierto una cuenta en el portal GoFundMe para ayudarlo con los gastos médicos, y a sobrevivir en esta etapa que no puede trabajar.

El abogado Gálvez decidió llevar el caso legal del muchacho de manera gratuita.

Caso sin resolver

Hasta el momento, el agresor de Osmin Francisco no ha sido detenido. “Eso me preocupa mucho. Yo le dije a  la policía que lo más seguro es que yo no haya sido su primera víctima. Es probable que ya mató o lesionó a otros. Por eso, cada día que pase, que mi atacante ande suelto, es un peligro para la comunidad, porque existe el riesgo de que llevado por su racismo, ataque de muerte a otros latinos”, dice.

El reporte de Crímenes de Odio 2017 revelado por la Comisión de Relaciones Humanas del condado de Los Ángeles en octubre, arrojó que los crímenes contra los latinos aumentaron 16% el año pasado. Se dio a conocer también que los latinos son el grupo que más tiende a ser víctima de crímenes motivados por raza. En el 40% de los casos de los ataques contra latinos, se emplearon ofensas antiinmigrantes.

“Pienso que el discurso del presidente Trump, que habla mal contra los inmigrantes latinos, ha hecho que muchos se sientan con el derecho de insultarnos y discriminarnos. Eso influye mucho”, dice el muchacho.

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