Un año de promesas con la nueva ley tributaria

Las rebajas fiscales han dado un desigual empuje con un gran costo para las cuentas públicas de un país que en 2018 se enzarzó en una guerra comercial con sus socios globales

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Crédito: BRENDAN SMIALOWSKI/ | AFP/Getty Images

El año pasado por estas fechas aún se secaba la tinta de la firma del presidente, Donald Trump, en el Tax Cuts and Jobs Acts, la reforma tributaria que desde el partido conservador que la impulsó y el presidente, que triunfantemente la convirtió en ley, era la llave del crecimiento económico, inversiones y mejora de la calidad de vida de los trabajadores.

Fue una promesa muy celebrada que en su primer año no ha tenido todos los resultados esperados.

Las rebajas de los tramos tributarios (brackets), sobre todo para las empresas (del 35% al 21%), tenía que asegurar un largo plazo de bienestar, bonanza para las empresas y sus consumidores. Y en algunas métricas se ha notado la mejora porque el crecimiento de la economía ha sido fuerte. Ahora bien ¿Ha soplado ese viento las velas de todos los barcos?

La cuenta final de estas rebajas se verá cuando en 2019 se empiecen a rendir cuentas al Tío Sam en abril pero las rebajas a la clase media fueron limitadas. En los cheques de los trabajadores no han disfrutado de un cambio sustancial y a principio de año se tildaron las mejoras de “migajas”.

¿Salarios?

La promesa de que los salarios subirían más de $4,000 como consecuencia de las rebajas fiscales no se ha materializado. Se ha creado más empleo pero apenas el 6% de las rebajas fiscales ha ido destinado a un aumento de compensación laboral, según datos de Just Capital una organización sin ánimo de lucro que evalua cómo hacer que en el actual sistema haya un mercado de trabajo más equitativo. Ese porcentaje incluye bonos, es decir pagos extraordinarios que no forman parte de la estructura del salario. El aumento medio en los bonos sobre los del año anterior ha sido de $0.02.

Y según el Instituto de Política Económica, este aumento tiene más que ver con el aumento en la demanda de empleados debido a que hay más ofertas de trabajo que personas desocupadas que quieran trabajar.

Y con todo ello, los sueldos han subido muy tímidamente tras años de mejora del mercado laboral. Con apenas una tasa de desempleo del 3.7% noviembre, los salarios han crecido a un ritmo del 3.1% pero una vez descontada la inflación, el crecimiento real fue de apenas el 0.9%.

Es un porcentaje que no puede calificarse de superlativo cuando la inflación, según reconocía el presidente de la Fed, Jerome Powell, en diciembre “no ha reaccionado mucho a un desempleo que se ha rebajado en el curso de estos años del 10% al 3.7%”.

Además, aunque se ha creado empleo, también se están destruyendo otros puestos de trabajo. Verizon, General Motors y Ford, Harley Davidson tienen objetivos de costos y de mercado que no tienen que ver con los recortes fiscales y han anunciado rebajas en sus plantillas.

Mientras, las empresas no han repatriado tanto capital como esperaba el presidente. Donald Trump dijo que en poco tiempo volverían a EEUU $4 billones (trillion en inglés) de dólares. Los economistas no creen que haya esta cantidad fuera y en los nueve primeros meses del año, bajo el amparo de la ley tributaria que contemplaba un régimen magnánimo para la vuelta de este dinero, se han repatriado unos $571,000 millones. En el último trimestre menos de $100,000 millones en una tendencia a la baja desde que se aprobó la ley.

Lo que si han hecho las empresas con sus ahorros es destinar casi un billón (one trillion dollars) en recomprar acciones según ha tabulado TrimTabs una firma de análisis de inversión. Estas inversiones financieras no productivas están diseñadas para dar impulso a la cotización de las acciones (se reduce el número de estas en el mercado y con ello se aprecia su valor) pero es una maniobra que desde hace años ha ido perdido mucho del misticismo con el que se la defiende.

Este año el caso puede dejarse zanjado el debate sobre la magia de estas recompras.

Mercados desinflados

Los principales índices de la Bolsa han acabado el año por debajo de como lo empezaron porque el efecto de las recompras ha sido breve,  el dinero se está encareciendo con cuatro subidas de tasas de intereses, dos más que se perfilan para 2019 y hay temor de que el crecimiento de la economía se rebaje en los próximos meses.

Pese a que los conservadores dijeron que la reforma tributaria permitiría un ritmo de mejora de la economía sostenida en el 3% y que los recortes se pagaran por si mismos, todo apunta a que el año que viene no se llegue a ese porcentaje.

Y mientras tanto la posición del Estado es más precaria. El déficit podría elevarse por encima del billón de dólares este año porque han bajado los ingresos por impuestos y subido los gastos. Antes de la ley, el déficit del país era de $666,000 millones. Solo en épocas de fuerte gasto para estimular la economía como tras la Gran Recesión, se llegó a déficit billonarios similares.

Así las cosas, en una economía que crece sobre desequilibrios sociales desde hace varias décadas y se enfrenta en muchos sectores y en distintas zonas del país a situaciones monopolísticas o de monopsonía (que en estado puro ocurre cuando solo hay un empleador en una zona) no es extraño que en una encuesta de Northwestern Mutual el 45% de los americanos digan que la clase media está reduciéndose frente al 21% que dice que se expande.

Hay pesimismo sobre el futuro y eso explica parte de la frustración y enfado de una población que ha confiando en el sueño americano de  la movilidad ascendente social. Según esta misma encuesta el 39% considera poco probable pasar de clase media a rico, el 32% ve más real que de clase media se pase a pobre.

Aranceles y represalias

El año en economía también ha venido marcado por la guerra comercial.

Trump ha conseguido cerrar con Canadá y México una  nueva versión del Nafta que negoció la administración de George H.W. Bush y terminó de cerrar y aprobar la de Bill Clinton. Queda pendiente de ratificación por el Congreso y no son los únicos flecos comerciales ya que el presidente impuso tarifas a la importación de aluminio y acero que los socios de todo el mundo recibieron con acciones de represalias que están empezando a encarecer productos y sobre todo están haciendo tanto daño a las exportaciones agrarias que Trump ha aporbado dos rondas de ayudas a los agricultores.

Las bancarrotas en algunas zonas del país están subiendo entre los agricultores y muchos de ellos están viendo sus cosechas pudrirse ante la falta de un mercado chino vital para productos como la soja que con el sobrecargo de los aranceles impuestos en este país asiático no se están vendiendo.

Trump ha elevado su amenaza a China porque considera injusto el déficit comercial con este país y ha abierto una tregua para negociar que no se impongan aranceles a todas las importaciones de este país. Las negociaciones seguirán en 2019 y de momento hay más tensión que avance.

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