Intervenciones militares de Estados Unidos en AL que acabaron con cambio de gobierno
Trump no descarta una opción militar en Venezuela pese a la oposición de la mayoría de países de Latinoamérica, donde el fantasma de intervenciones de Washington en el pasado sigue muy presente
Uno de los elementos de los que no se deja de hablar desde el inicio de la crisis en Venezuela es una hipotética intervención militar por parte de Estados Unidos.
La idea no es nueva. El presidente Donald Trump ya se refirió en 2017 a “una posible opción militar si es necesaria” en el país sudamericano.
Pero la idea está más presente que nunca desde que Juan Guaidó se juramentara como “presidente encargado” de Venezuela el pasado 23 de enero y Nicolás Maduro lo calificara de “intento de golpe de Estado” orquestado con el apoyo de EE.UU.
Trump reitera desde entonces que “todas las opciones están sobre la mesa”. Y aún resuena el polémico mensaje de “5.000 militares a Colombia” visto en un cuaderno del asesor de Seguridad de la Casa Blanca, John Bolton, quien instó a los militares venezolanos a apoyar a Guaidó.
Cuando se le pregunta si permitiría una intervención, Guaidó no descarta la opción.
La mayoría de países latinoamericanos, que reconocen el gobierno de Guaidó, se oponen sin embargo a esta posibilidad.
El pasado 25 de febrero, los países del continente reunidos en el Grupo de Lima afirmaron que “la transición a la democracia debe ser conducida por los propios venezolanos pacíficamente”.
No en vano, Washington ya tiene un largo historial de intervenciones en la región alegando la defensa de sus intereses de seguridad y que aún siguen muy frescas en la memoria de América Latina.
Un artículo de la universidad estadounidense de Harvard de 2005 repasó los episodios en los que EE.UU. intervino en América Latina para cambiar gobiernos, concluyendo que de 1898 a 1994 había ocurrido hasta en 41 ocasiones: una vez cada 28 meses.
“[Las intervenciones] generaron un resentimiento innecesario en la región y cuestionaron el compromiso de EE.UU. con la democracia y el estado de derecho en los asuntos internacionales”, escribió John H. Coatsworth, historiador y autor del artículo.
Atendiendo a este estudio de Harvard, en BBC Mundo recordamos los países de América en los que intervenciones “directas” (que desplegó fuerzas militares o fueron organizadas por sus agentes de inteligencia) dieron un giro radical a su política nacional.
Cuba
El interés de Estados Unidos por expandir su territorio a finales del siglo XIX fue trascendental para que pusiera su foco en el Caribe, donde España conservaba algunas de sus últimas colonias que se negaba a vender a Washington.
Cuba, inmersa en su guerra de independencia de los españoles desde 1895, vio cómo EE.UU. se sumaba a su contienda contra los europeos tres años más tarde.
El motivo oficial de su intervención fue el hundimiento del acorazado estadounidense Maine frente a La Habana, de lo que acusó a España aunque esta lo negara.
El conflicto, conocido como guerra hispano-estadounidense de 1898, acabó con la derrota de España y su pérdida de Cuba, junto a otras colonias como Puerto Rico, Filipinas y Guam.
Aquel gobierno militar estadounidense en la isla duró cuatro años, hasta el momento en que Tomás Estrada Palma asumió como presidente de una Cuba recién independizada.
Pero la influencia de Washington, que estableció entonces su base naval en Guantánamo, era cada vez mayor.
En 1906, Estrada Palma solicitó la presencia de fuerzas militares estadounidenses por el estallido de una crisis interna y de insurrección contra su gobierno.
Aquella segunda intervención estadounidense en Cuba, que se prolongó por tres años, terminó con la elección de José Miguel Gómez como segundo presidente del país caribeño.
En 1917, los marines volvieron a desembarcar en Cuba ante un clima de gran inestabilidad, lo que dificultó el correcto funcionamiento de las instituciones nacionales y fomentó la idea de solicitar una intervención extranjera en cuanto la situación en la isla no era como sus políticos habían previsto.
Panamá
Panamá es otro de los países latinoamericanos cuya historia está fuertemente influenciada por la presencia de Estados Unidos.
En 1903, la intervención de Washington fue determinante para que el país centroamericano (por aquel entonces un departamento de Colombia) lograra la separación.
A cambio, Panamá firmó el Tratado Hay-Bunau Varila por el que cedía a EE.UU. 16 km. de ancho en la zona del Canal a perpetuidad, lo que dejó el país dividido físicamente en dos hasta que recuperó la soberanía de su territorio a finales de 1999.
Diez años antes, EE.UU. bombardeó Ciudad de Panamá en un intento de capturar al general Manuel Antonio Noriega, gobernante de facto del país, y a quien la justicia estadounidense acusaba de narcotráfico.
Distintas fuentes cifran entre 500 y 4.000 las muertes de civiles. Especialmente dramática fue la operación sobre El Chorrillo, un barrio popular donde se encontraba el Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa y las oficinas de Noriega, y que quedó destruido casi por completo entre grandes incendios.
Guillermo Endara, ganador de las elecciones de mayo de 1989 y cuyos resultados Noriega se había negado a aceptar, juró su cargo como presidente en plena invasión en una base militar estadounidense en la Zona del Canal.
Noriega se entregó mes y medio después del inicio del ataque y fue condenado a prisión en EE.UU. En 2011 regresó para seguir cumpliendo condena a Panamá, donde murió en 2017.
Nicaragua
A principios del siglo XX, la relación entre EE.UU. y el presidente de Nicaragua, José Santos Zelaya, era especialmente tensa por la supresión de concesiones a las compañías estadounidenses en el país o por el apoyo estadounidense a Panamá como escenario para la construcción del canal interoceánico.
Juan José Estrada Morales, gobernador de la región con capital en el municipio costero de Bluefields (centro de las inversiones estadounidenses en Nicaragua), impulsó un alzamiento contra Zelaya apoyado por EE.UU.
La ejecución por parte de las autoridades de Nicaragua de dos ciudadanos estadounidenses acusados de participar en el alzamiento precipitó que, en 1910, marines desembarcaran en los municipios costeños de Corinto y Bluefields con la justificación de proteger a sus ciudadanos y sus propiedades en el país.
Zelaya sucumbió a la presión política estadounidense y huyó del país. En 1910, Estrada Morales se convirtió en presidente de Nicaragua con el reconocimiento oficial de Washington, que inició así una larga influencia sobre Nicaragua durante décadas.
Los enfrentamientos entre los conservadores representados por los gobiernos nicaragüenses respaldados por EE.UU. y los liberales continuaron.
En 1912, el presidente Adolfo Díaz solicitó a Washington que interviniese en el país asegurando que no podía garantizar la seguridad ni de los ciudadanos de EE.UU. ni de sus propiedades en Nicaragua.
Las tropas de Washington tomaron entonces el control del ferrocarril que unía el puerto de Corinto con Granada (clave para los intereses de Washington) y condenando al fracaso cualquier intento de alzamiento por parte de los liberales, que acabaron rindiéndose.
La presencia militar estadounidense continuó en Nicaragua por más de una década, hasta 1925.
Tras las elecciones celebradas un año antes, los liberales habían conseguido volver al gobierno a través de una alianza con los conservadores, lo que causó discrepancias entre ellos.
Pocos después de la salida de EE.UU., el general conservador Emiliano Chamorro dio un golpe de Estado, obligó a rescindir la coalición gubernamental con los liberales y se juramentó como presidente en 1926.
EE.UU., sin embargo, no avaló su nombramiento. Estalló un levantamiento que desencadenó en una guerra civil y EE.UU. volvió a enviar soldados en 1927 que se enfrentaron al movimiento guerrillero de Augusto César Sandino, contrario a la ocupación estadounidense.
El respaldo de liberales y conservadores a Juan Bautista Sacasa, ganador de las elecciones de 1932, ayudó a llegar a un acuerdo que puso fin a la rebelión de Sandino y a la retirada de EE.UU. en 1933.
Washington dejó al militar Anastasio Somoza como comandante de la Guardia Nacional creada por EE.UU. como única fuerza armada del país. Sandino fue asesinado en 1934 y en 1936 Sacada fue derrocado por Somoza, quien permaneció en el poder durante casi dos décadas con el respaldo de EE.UU.
México
En 1914, EE.UU. y México protagonizaron el conocido como Incidente de Tampico, un municipio en el noreste mexicano que contaba con importantes inversiones de compañías petroleras estadounidenses.
EE.UU., que envió a la zona varios barcos para proteger a sus ciudadanos y sus intereses, criticó la detención por parte de soldados federales de algunos de sus marines que habían entrado a un área de acceso restringido.
Washington consideró de extrema gravedad este incidente y se sintió ofendido por el gobierno del presidente mexicano Victoriano Huerta.
Días después, EE.UU. ocupó la ciudad de Veracruz, en el Golfo de México, con el objetivo de evitar la llegada de un gran cargamento de armas destinado al ejército mexicano y apoyar así al general Venustiano Carranza, quien estuvo al frente del ejército constitucionalista hasta el fin de la Revolución mexicana.
Tras el bombardeo y toma del puerto de Veracruz, la intervención estadounidense culminó con la salida de las tropas estadounidenses siete meses después.
Haití
A inicios del siglo XX, EE.UU. también tenía intereses comerciales en Haití, un país con una situación social convulsa y especialmente dominado entonces por la comunidad alemana.
En 1915, tras una revuelta que acabó con el brutal linchamiento del presidente Jean Vilbrun Guillaume Sam, EE.UU. temía la posible subida al poder de Rosalvo Bobo, quien quería frenar las inversiones de Washington y dejar de pagar la deuda contraída con bancos estadounidenses.
En 1915, cientos de marines desembarcaron en Haití. Su intervención militar garantizó que EE.UU. asumiera el control de las aduanas y principales instituciones económicas haitianas, lo que le permitió recuperar parte de sus préstamos al país caribeño.
La intervención de EE.UU. en el que hoy es el país más pobre de América Latina se prolongó durante casi dos décadas hasta 1934.
Haití fue también escenario de la última “intervención directa” por parte del ejército estadounidense hasta la fecha, según el estudio de Harvard.
En 1991, un movimiento militar encabezado por el general Raoul Cédras derrocó al presidente Jean-Bertrand Aristide, elegido en las elecciones de ese mismo año.
Con el gobierno de facto, el país vio aumentar la pobreza y los casos de corrupción, al igual que la inmigración de haitianos a otros países como EE.UU.
En 1994, Washington lideró una coalición internacional y sus fuerzas militares invadieron Haití. Horas más tarde de la llegada de sus primeros efectivos, se alcanzó un acuerdo para que la cúpula militar haitiana renunciara al poder y en 1995 se celebraran elecciones.
República Dominicana
La primera ocupación estadounidense de República Dominicana comenzó en 1916. La inestabilidad del gobierno caribeño entonces era palpable, debido en parte a las discrepancias del presidente Juan Isidro Jimenes con quien fuera su secretario de Guerra, Desiderio Arias.
Años antes, EE.UU. había asumido las deudas aduaneras dominicanas con la firma de un acuerdo mediante el que se le cedía la administración de las aduanas del país caribeño. Washington justificó que esa inestabilidad en el país ponía “en riesgo” el pago aduanero y que República Dominicana incumplía sus compromisos financieros.
En este escenario, Washington planteó la intervención militar como única salida a la crisis del país latinoamericano. Su ejército obligó a Arias a abandonar Santo Domingo y los marines comenzaron la ocupación.
Jimenes renunció y EE.UU. instauró un gobierno militar bajo el mando del contralmirante Harry Shepard Knapp. La ocupación terminaría en 1924.
Décadas más tarde, la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA, por sus siglas en inglés) estuvo implicada en el asesinato de Rafael Leónidas Trujillo, quien gobernó con mano de hierro República Dominicana desde 1930 hasta su muerte en 1961.
Aunque durante la mayor parte de su gobierno mantuvo un buen trato con EE.UU., la relación se torció hasta tal punto de que Washington cerró su embajada en 1960. Una de las causas de este cambio fue el intento de asesinato patrocinado por Trujillo contra el presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt.
EE.UU. había aprobado un plan de contingencia para eliminar a Trujillo y entregó previamente tres fusiles a los autores de su asesinato para que reforzaran su arsenal para llevar a cabo su atentado.
Sin embargo, tras el fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba el 17 de abril de 1961, Washington intentó detener sin éxito los planes en República Dominicana temeroso de que el complot contra Trujillo también fracasara.
Tras el asesinato y varios intentos de los familiares de Trujillo por mantenerse el poder, el país celebró elecciones en 1962 en las que salió elegido Juan Bosch.
Militares conservadores y parte de la élite de la oligarquía dominicana descontenta con las medidas del nuevo gobierno de Bosch impulsaron un golpe de Estado que lo derrocó en 1963 y que desembocó en una guerra civil.
Los dos años siguientes estuvieron marcados por una fuerte inestabilidad política con numerosas huelgas y conflictos entre quienes apoyaban restituir a Bosch en el poder y los militares que respaldaban el Triunvirato presidido tras el golpe por Donald Reid y apoyado por EE.UU.
Washington, ante el temor de una posible expansión comunista en el Caribe más allá de Cuba, decidió intervenir militarmente en 1965 y ordenó a sus tropas restaurar el orden en República Dominicana.
La presencia militar estadounidense se mantuvo hasta un año después, cuando se celebraron elecciones y Joaquín Balaguer se impuso a Juan Bosch, quien nunca llegó a recuperar el poder.
Guatemala
En 1954, Guatemala vivió un golpe de Estado como resultado de una operación orquestada por la CIA para derrocar al presidente Jacobo Árbenz Guzmán.
Árbenz puso en marcha políticas que el espionaje estadounidense consideraba comunistas y que despertaban su preocupación, así como una excesiva influencia en el gobierno nacional del Partido Guatemalteco del Trabajo.
Una de las principales políticas fue la reforma agraria y en condiciones de expropiación que afectaban a la poderosa compañía bananera estadounidense United Fruit Company, que declinó seguir en el país centroamericano ante las condiciones de Árbenz, que se negaba ampliar sus concesiones.
Bajo la justificación de supuestos vínculos del presidente con la Unión Soviética, EE.UU. apoyó la toma del país por parte del teniente coronel guatemalteco Carlos Castillo Armas con el apoyo de aviones estadounidenses.
Nueve días después de la entrada de las tropas, Árbenz anunció su renuncia.
Granada
Apoyado por varios países caribeños, EE.UU. invadió Granada en 1983 tras el golpe de Estado que llevó a Hudson Austin a autoproclamarse primer ministro de la isla.
EE.UU. justificó su acción por la inestabilidad política en un país tan cercano a sus fronteras, así como por la presencia de estudiantes de medicina estadounidenses en una universidad granadina.
Además, Washington había acusado a Granada de construir instalaciones para ayudar a la militarización del Caribe en favor de los gobiernos de Cuba y la Unión Soviética, algo que las autoridades de la isla negaban.
La invasión estadounidense, durante la que se enfrentaron a soldados granadinos y cubanos durante cuatro días, terminó con la victoria de Washington y el nombramiento de un nuevo gobierno por parte del gobernador general de Granada.
*El artículo United States Interventions publicado en Revista, Harvard Review of Latin America en que se basa esta nota no incluyó casos “en los que EE.UU. trató de deponer a un gobierno latinoamericano, pero fracasó en el intento”, entre los que el estudio menciona la fallida invasión de Bahía de Cochinos en Cuba en 1961.
Igualmente, la lista no incluye lo que Harvard calificó como 27 “intervenciones indirectas” —donde los protagonistas fueron actores locales en cada país con el apoyo de EE.UU.—, y en lo que enmarca episodios como el golpe militar en Chile que derrocó al presidente Salvador Allende en 1973.